Duque fue nefasto; Claudia López, también. Petro no fue la excepción, y «Galán» confundió Nuevo Liberalismo con Neoliberalismo, y arruinará la oportunidad presidencial de su hermano.
Estado fallido, los colombianos sabemos que urge diseñar reformas, pero no estamos dispuestos a admitir ninguna. Respecto a las ramas del poder, a escala nacional y local, sus entramados refuerzan los enredos provocados por la persistente Aversión a la Pérdida de privilegios, y el sistemático sabotaje a la Verdad, Justicia, Reparación y No Reincidencia.
Entre los nombres referidos, además de la corrupción o la incompetencia, hay una característica común: serpentearon e invadieron el carril ejecutivo, impulsados por la oxidada maquinaria o el clientelismo.
Galán tampoco extrajo lecciones de los errores ajenos. Para empezar, durante la campaña nunca advirtió el riesgo de racionamiento al que nos habían condenado Claudia López. Y, tras ser elegido, conformó su equipo de gobierno con miembros del pésimo mandato Duque, resaltando a «Aven-daño», en el Acueducto.
Economista con doctorado en tributación, abandonó esos asuntos para dirigir la Superintendencia de Servicios Públicos, donde la aptitud gerencial no era relevante, debido a su naturaleza y función. Entonces Galán incurrió en un grave error, pues ella fue corresponsable de la vigente crisis, y no tiene la formación ni la experiencia que demandaba la intervención requerida.
Una persona con doctorado debería demostrar mayor capacidad de aprendizaje, y reconocimiento de aquello de lo que no sabe. Antecedente reciente, Petro había ignorado lo que requieren e implican la “prospectiva”, planeación”, “gestión del cambio”, “cultura ciudadana” o “administración de riesgos”, y el tándem Galán-Avendaño resbaló improvisando o pisando en falso sobre esos endebles fundamentos de gestión.
Galán tardó 4 meses en dar cuenta de los estragos del “Maldito Niño”, para el cual no adoptaron, oportunamente, medidas preventivas correctivas ni Duque, Avendaño -como SuperServicios-, Claudia López ni Petro. Y el daño se agravó porque de manera tardía y nada integral fijó una meta de ahorro anclada a 1 número aislado: no a 1 rango y semáforo.
Sin garantizar seguimiento, comunicación permanente ante la ciudadanía y un programa de premios y castigos a los bogotanos, según su registro, el racionamiento fracasó, siempre hubo tendencia al derroche en el consumo y el ajuste será cada vez peor, castigando a quienes ahorrado activamente.
Resulta imprescindible destacar que el Acueducto tampoco cumplió la programación del corte, siendo normal que el suministro en las áreas afectadas se reactivara muchas horas después de lo prometido -8 de la mañana-, afectando a cada bogotano que, por ejemplo, tuviera un emprendimiento de subsistencia o un familiar enfermo, crónico o grave.
Inconsecuentemente, flexibilizaron su medida, beneficiando a los ciudadanos que no habían aportado la cuota del ahorro, y apostaron el destino de la ciudad a una precipitada estimación de lluvias que resultó ser fallida: Maldita Niña. Además de faltar al cumplimiento, olvidaron la necesidad de tener garantías, divulgar los riesgos y tomar decisiones fundadas, cuando los escenarios están basados en probabilidades.
Ahora el ajuste parece retardado y desproporcionado. Renuncien.
