Si usted vuela de noche en un avión sobre el eje cafetero identificará las ciudades de Manizales, Chinchiná, Pereira y Cartago. De paso, descubrirá que hasta los cafetales estallan en luces multicolores.
Pero por más que busque no descubrirá a Armenia, ahora convertida en un hoyo negro de su propia desvergüenza, e igual al renombrado fenómeno astronómico, absorbe todo lo que gira a su alrededor.
La ciudad que se autoproclama como un paraíso turístico, está a oscuras y solo unas palúdicas bombillitas adornan algunos los centros comerciales y El Parque de la Vida. Los padres en sus automóviles sacan a pasear a sus hijos y nietos, y estos pegan sus naricitas contra los ventanales pero solo ven semáforos en las esquinas. ¿Qué pasó, papá? ¿Dónde está el alumbrado?
Usted preguntará también qué pasó y la gente le responderá que un alcalde ladrón se robó la plata, o que no tenemos gobierno municipal, o que somos la ciudad más corrupta en todo Colombia. Otros le contarán que no hay dinero porque las cuentas del departamento están embargadas. Mientras tanto, los dirigentes pasan de agache y nadie da una explicación convincente.
Un día llegarán la elecciones y estos corruptos vendrán con su retahíla de “todos a votar” para que el departamento elija al fin su propio senador. ¿Merece el Quindío su propio senador? ¿No será el momento de empezar a votar en blanco y desbaratar para siempre a semejante ignominia de encima?
Las consecuencias de semejante oscuridad son imprevisibles para el turismo de la ciudad.
Mientras tanto, este maligno “hoyo negro” seguirá chupándose y esfumando los presupuestos que le pongan por delante.
¡Por ahora, los pobres “cuyabros” seguirán viendo un chispero! ¿Hasta cuando?