El pasado 27 de octubre se rompieron dos récords electorales en Antioquia. El Centro Democrático alcanzó la votación más alta en la historia de la Asamblea y la repitente Nataly Vélez se convirtió en la concejal más votada en la historia de Medellín con 20.003 votos. Ambos récords contrastan con la impresionante derrota de Guerra y Ramos en la carrera por la Gobernación y la Alcaldía de Medellín. A pesar del hundimiento de los delfines uribistas, el Centro Democrático sigue siendo la principal fuerza política en las corporaciones públicas; por ejemplo, en Medellín, sus listas a Juntas Administradoras Locales (JAL) fueron las más votadas en 15 comunas (en la ciudad hay 16) y 2 corregimientos, es decir, en las JAL, el uribismo contó con un enorme respaldo que bien se tradujo en la votación total de su lista al Concejo que en esta oportunidad fue preferente (en 2015 fue una lista cerrada) y resultó siendo la más votada con 168.736 votos. Con este respaldo el uribismo sigue siendo la bancada más grande en el Concejo de Medellín al sumar siete escaños (ocho si Ramos acepta la curul del segundo en votación) y seguramente se declarará en oposición a Quintero con la entrada en vigencia del estatuto de la oposición en corporaciones locales a partir del 1 de enero de 2020.
El escenario es similar en la Asamblea Departamental porque la lista uribista alcanzó 408.905 votos y superó en más de cien mil votos la siguiente en el conteo. A diferencia del Concejo de Medellín, donde la opinión tiene una mayor capacidad de movilidad electoral, en la elección a la Asamblea de Antioquia, el papel protagónico se lo llevan las estructuras políticas tradicionales. Sin obviar que hay diputados con un capital de opinión propio que no responden a las lógicas de las estructuras política tradicionales, en su gran mayoría, los diputados son un actor intermedio en una estructura política y su principal función consiste en coordinar o articular las relaciones que se entretejen entre la política territorializada (Concejo-Alcaldía) con la regional (Gobernación) y nacional en cabeza de los congresistas (representantes y senadores). Por eso, los resultados a Asamblea son considerados como un medidor para las elecciones al Congreso, especialmente a Cámara de Representantes. El Centro Democrático se ratificó como la bancada más grande en la Asamblea; sin embargo, así se declare en oposición a Aníbal Gaviria, el gobernador repitente tendrá un buen margen de maniobra porque el mosaico multicolor de partidos que lo apoyó en su camino a la Gobernación conforma de facto una coalición mayoritaria.
En medio del enorme golpe de opinión que supone la derrota de Ramos en Medellín y de Guerra en su segundo intento por alzarse con la Gobernación, no se puede subestimar la enorme capacidad de movilización electoral que sigue conservando el uribismo en las corporaciones públicas. Ahí el uribismo si puede cantar cierta victoria porque conservó gran parte de lo ganado en 2015. El partido sigue demostrando que tiene un alto nivel de equivalencia en la proporción de ediles (listas más votadas en 15 comunas) y concejales (lista más votada) en Medellín; asimismo, sigue conservando una gran fortaleza en la cantidad de escaños alcanzados en la Asamblea (con 7 o posiblemente 8 si Guerra acepta la curul del segundo) que por naturaleza representa la votación más regionalizada en las elecciones locales (aunque en Medellín la lista sacó 172.717 votos). A pesar de estos resultados, a todas luces favorables, el uribismo se quedó corto para ganar en los principales cargos uninominales del departamento. La Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia se le escaparon de las manos con la contradicción de ser mayoría en las corporaciones que en la práctica ayudan a "cogobernar" y realizan el control político. Para Uribe, la segunda no fue la vencida.
