Así empieza un bolero clásico de la Sonora Matancera, que, como tantas canciones desempolvadas para la época, a los que promediamos el sexto piso nos sumergen más en nostalgias y descreimientos que en sueños de futuros mejores.
Y también en la costumbre de evaluar, así sea a vuelo de halcón peregrino cayendo en pos de la presa, los sucesos que nos marcaron al país y al mundo; pero como son tantos me obligan a concentrarme en unos cuantos.
Enero fue decisivo para apuntalar a la tambaleante democracia burguesa más antigua del mundo, que resistió el fallido golpe de Estado disimulado de Trump, instigando a los gobernadores republicanos a conseguirle votos fraudulentos, al ordenarle al vicepresidente Pence desconocer el triunfo electoral de Biden y al azuzar hordas de fanáticos contra el Capitolio, tal como lo registraron las cámaras.
Para el gobierno de Duque y su jefe Uribe (con detención domiciliaria, renunciando al Senado para refugiarse en el burladero de la Fiscalía de bolsillo) fue un garrotazo la salida de Trump, pues con Bolsonaro trabajaban por consolidar una “Internacional de ultraderecha” para perpetuarse y adueñarse de todos los poderes públicos de los Estados, tal como lo logró Duque en Colombia, dominando con políticas retardatarias al Congreso, la Contraloría, Procuraduría, Defensoría del Pueblo, Registraduría, Policía y Ejército, puestos al servicio del caudillo y sus socios.
El ser tratado por Biden como perro regañado, con el rabo entre las piernas, al que el amo se niega a acariciarlo y posar para la foto fue consecuencia del culiprontismo triunfalista del furibismo, que con el embajador Pachito Santos y en Miami se atrevieron a hacerle campaña a Trump.
El paro detonado el 28 de abril se había incubado desde 2018 y 2019, que amarró la cuarentena obligatoria, cuando la mayoría de la población se sintió asfixiada por la política económica de Duque, rebajando impuestos a ricos empresarios para llenar el hueco presupuestal con el IVA, aumentado y generalizado a la mayoría de artículos de primera necesidad, que obligatoriamente paga la población empobrecida, y con el agravante de miles de empleos perdidos después del encierro obligado por el coronavirus y al negar ayudas financieras a pequeñas y medianas empresas para concentrarlas en las grandes.
Con la desmovilización de las Farc, el uribismo se quedó sin tener a quién echarle la culpa de todos los males que afectan al país y del fallido gobierno de Duque, desconocedor de puntos medulares del acuerdo de paz como la reforma agraria integral, la reforma política y electoral, etcétera, y más concentrado en aceptar a regañadientes a la JEP, en aplicar paños de agua tibia en los 170 municipios incluidos en el PDET, cumplirle con proyectos productivos a los desmovilizados y, fundamentalmente, en defender los intereses de la alianza entre narco-hacendados, (algunos vinculados a ganadería, palmi y cañicultura, explotación maderera) y gran capital industrial, minero, de la construcción y financiero que lo sustentan, y que por las cañerías podridas de la economía se conectan con el lavado de dineros del narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando y otros delitos.
Cerramos el año con la campaña electoral en ebullición, con Petro en cabeza del Pacto Histórico canalizando el creciente descontento de la mayoría de población, punteando en las encuestas y arriesgándose en acercamientos con cuestionados dirigentes como Luis Pérez; con la Coalición Centro Esperanza intentando superar los egos de sus dirigentes, con un Fajardo asediado por la Contraloría manipulada por el gobierno y sus aliados, reestrenando partidos como el Nuevo Liberalismo, Oxígeno, Dignidad; con una derecha ligada al gobierno, moviendo sus millones y clientelas para llevar como vagón de cola al uribismo que, obedeciendo a su jefe, prefirió alejarse del radicalismo neonazi de la Cabal para apoyar a Zuluaga, a quien es más fácil que lo acepten en el Equipo Colombia.
La participación del 10 % de más de 10.000.000 de jóvenes en la reciente elección de los Consejos Municipales de la Juventud, con el triunfo de la mayoría inscrita por partidos ligados al gobierno, nos recuerda lo que sucedió en el plebiscito, cuando los ‘rebeldes’ prefirieron quedarse en casa.
El que a la Presidencia y el Congreso lleguen quienes no representen al gobierno y sus intereses depende de lo atractivo de las listas que conforme la oposición y que rompan la apatía de la mayoría de jóvenes y adultos abstencionistas.
Amanecerá y veremos.