La idea del “golpe de estado” como recurso estratégico de la ultraderecha gravita en el repertorio de herramientas para destruir el gobierno de izquierda del presidente Gustavo Petro y anular su ruta programática de reformas orientadas a garantizar los derechos fundamentales de millones de colombianos.
En un evento rural en el corregimiento del Salado, en el municipio de Carmen de Bolívar (Bolívar), que en años anteriores fue golpeado por espantosas masacres de los paramilitares y el despojo de tierras a campesinos pobres, y en la entrega de tierras a los campesinos en el marco de la reforma agraria en curso liderada por la Ministra de Agricultura, el presidente Gustavo Petro ha denunciado que poderosas empresas españolas están reuniendo en Madrid (España) grandes sumas de dinero para proseguir en los planes golpistas que en esta semana sumaron unas protestas amañadas con el tema de los precios de la gasolina sostenidos de manera artificial con un fondo que apalanco el expresidente Iván Duque, afectando las políticas sociales del actual gobierno.
Los precios subsidiados de la gasolina a los únicos que terminan favoreciendo es a los dueños de carros y camionetas lujosas de la burguesía mafiosa y corrupta; obviamente perjudicando el gasto social del estado.
Lo cierto es que los precios del diésel para el transporte de carga no se han modificado, pero la ultraderecha y sus redes mediáticas han orquestado un plan de protestas con un filo político golpista y desestabilizador, como ocurrió con las protestas de los camioneros promovidos por la CIA para asesinar a Salvador Allende.
El movimiento popular, los campesinos, jóvenes, mujeres y trabajadores deben estar alertas con las alarmas lanzadas por Petro en el Carmen de Bolívar.
El golpe de estado –blando o duro- es un hecho que se debe enfrentar activamente para evitar tragedias como la del Perú con la defenestración de Pedro Castillo y las masacres contra los manifestantes que exigen la salida de la señora Boluarte.
Bien hace el presidente Petro en profundizar sus reformas y en proyectar nuevas alianzas políticas más amplias para consolidar el proyecto popular transformador.
Hay que poner en la picota publica los empresarios españoles –seguro, de ultraderecha franquista- comprometidos en estas nefastas acciones políticas, regresivas y fascistas.