“La democracia no es el silencio, es la claridad con que se exponen los problemas y la existencia de medios para resolverlos “. Enrique Múgica Herzog.
De este tema están repletos los discursos políticos, así que intentaré, basado en la definición simple que dice que la democracia es la capacidad de los pueblos a decidir el mejor camino, invitar a todos aquellos que la ven lejana y aquellos que la ven imperfecta, a que miremos la democracia como la mejor oportunidad de ser artesanos de nuestro propio futuro. Un deber indelegable para todos aquellos que tenemos hijos y queremos verlos felices y para los jóvenes desinteresados, para que participen de manera activa en la construcción de su país.
Alguna vez escuché decir que a las elecciones les llamaban fiesta democrática, celebración donde se agendaba la elección de algún representante para ocupar el lugar honroso de la dirigencia de un territorio, una decisión inequívoca de la voluntad de los ciudadanos y una gran oportunidad de liderar con la visión necesaria de la prosperidad. Esos tiempos donde la vocación natural de la sociedad a provocar su propia evolución congregaba a todos alrededor de una metodología transparente de elección.
Para los que empiezan a vivir, esto pareciera escapado de una novela macondiana de realismo mágico. Cómo explicar a los jóvenes que existió una fiesta de este tipo, donde la discusión moderada y el entusiasmo de las ideas, danzaban en las plazas públicas, como alegoría al desarrollo común. Como explicarle a los que recién reciben esa invitación inaplazable de participación ciudadana, que la democracia es un valor que está en las entrañas de cada ciudadano y que periódicamente debe aflorar con intenciones nobles de cambios y mejoras para la vida misma.
Nuestra realidad actual dista de esas características, instituciones debilitadas por errores humanos, una justicia convaleciente que se debate entre la vida y la muerte y de manera desgarradora se sujeta a una constitución que pareciera indiferente a su agonía, el mal que yace en el alma de los hombres y que estaba dormido por los principios y valores, ha despertado y despiadado intenta acabar con la esperanza de un hoy mejor y un mañana extraordinario. No es una situación reciente, los monstruos que combatimos hoy y que intentan oscurecer el panorama, han caminado premeditadamente entre nosotros alimentándose de nuestros errores, de nuestro silencio y de nuestra indiferencia.
Entonces, la invitación labrada con orgullo por los queremos un país mejor, de un momento a otro empieza a brillar de manera única e histórica. El momento es ahora para avivar la democracia y todos los colombianos habilitados para asistir a esta fiesta, no podemos negarnos a esta especial y única invitación, nuestro país engalanado por ríos y océanos, por montañas y valles decoran el camino a la fiesta más importante de la década, es por esta patria hermosa que debemos ponernos el mejor de nuestros trajes y salir a cantar nuestro himno con orgullo, para que el coro armónico de nuestra esperanza, derribe a los monstruos que intentan evitar que la historia sea la de un país repleto de oportunidades y progreso.
No le podemos fallar a Colombia en esta oportunidad. Nunca nuestro país había anhelado tanto sentir a sus ciudadanos expresar su voluntad, nunca en nuestra historia republicana, se había presentado la necesidad de llenar las calles de colombianos decididos a construir un país en paz y con todas las garantías para su desarrollo.
Es una fiesta donde no está invitada la violencia en ninguna de sus expresiones, es un evento donde no caben las manipulaciones que disfrazan de ovejas a los lobos hambrientos, no asistirán las mentiras ni las falsas promesas, asistirán engalanados los colombianos de bien, que sin ningún interés diferente al de participar decididamente en su futuro, entregarán en su voto su sello para la historia. Al terminar la fiesta, no habrá derrotados ni vencedores, porque la consigna no es desaparecer al que no piensa como uno, quedará como en las mejores fiestas, la satisfacción de haberle cumplido a Colombia.