Dichos cargos son de libre nombramiento y remoción por parte del canciller. Las vacantes eran el Viceministerio de Relaciones Exteriores, la Dirección de Asuntos Consulares, la Dirección de Cooperación Internacional y la Jefatura de Gabinete.
La carrera diplomática y consular está compuesta por funcionarios que tras concursos de méritos y tras exigentes pruebas se escalafonan, empezando desde el cargo primario equivalente a tercer secretario por tres años y uno más por periodo de prueba. Históricamente se ha cuestionado que los gobiernos dejan de lado estos perfiles para hacer nombramientos de tipo político. Sin embargo, este gobierno quiso cambiar esas antiguas prácticas.
Para destacar fueron designadas cuatro mujeres especializadas en los temas a dirigir, todas ellas con más de 15 años de experiencia profesional relacionada y con hasta dos o tres postgrados en el exterior.
Pero hay algo más, todas pertenecen a la planta de diplomáticos, es decir, en una decisión de alta política, Carlos Holmes Trujillo decidió apostarle al fortalecimiento de dicha entidad y pese a poder nombrar a cualquier otra persona, optó por escoger de la misma planta fija de personal para esos altos cargos.
El sueño de todo aquel que ingresa en la carrera es ver como por sus méritos y su desempeño llegan a ocupar altos cargos dentro del Ministerio en el que llevan toda su vida al servicio de la diplomacia colombiana.
Las funcionarias son Diana Patricia Mejía como jefe de Gabinete; Luz Stella Jara como viceministra de Relaciones Exteriores; Marcela Ordóñez Fernández como directora de Cooperación Internacional de la Cancillería, y Margarita Manjarrez como directora de Asuntos Migratorios, Consulares y Servicio al Ciudadano de la Cancillería.
