Hace más de un milenio, con estas palabras, el viajero Ibn Jubayr describió su paso por Damasco: “El paraíso de Oriente, punto desde el cual se eleva la luz más clara, joya de los países del islam, novia que hemos admirado tras levantar su velo”. Su semblanza evoca directamente a ese paraíso bíblico en medio del desierto regado por ríos y tierra fértil sobre la cual tuvo comienzo el origen de la vida.
En sus más de cuatro milenios de existencia, la Ciudad del Jazmín ha visto pasar los primeros avances en la aritmética, la escuela griega, la llegada de Cristo a la tierra, el auge y caída del Imperio romano, la edad media y las dos guerras mundiales que amenazaron con devastar la tierra.
Allí mismo, el soldado romano Saulo de Tarso, cabalgando por una de las calzadas romanas que entran a Damasco, cayó de su caballo mientras perseguía a los cristianos. Al ver a Dios y ser iluminado fue destinado a convertirse en el apóstol San Pablo.
Custodiada por el monte sagrado Quasiyun, la capital siria se ha erigido como uno de los puntos religiosos más importantes de la humanidad. Su centro histórico (declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1979) rodeado de murallas de la época romana, alberga los pilares fundamentales del islam, la religión cristiana y católica. En la sala de oración de la Gran Mezquita los Omeyas se encuentra la tumba de Juan Bautista, donde, según antiguas leyendas, va a comenzar el día del juicio final. En ese momento, Dios descenderá a la tierra por la cúpula de la Gran Mezquita para combatir al Anticristo.
Su importancia no solo está escrita en los libros sagrados. Desde los años anteriores a Cristo, Damasco se había consolidado como el centro de confluencia de las rutas comerciales, tanto de Europa como de Asia Menor y el Extremo Oriente. Pero, fue después de la incursión romana y griega donde vivió su mayor época de resplandor. Hacia el año 635 d. C, con la conquista de los árabes, el Clan Omeya en cabeza del gran califa Muayita convirtió a la ciudad siria en la capital del imperio árabe. Fue por esos años que lograron tener una expansión sin precedentes desde la Europa ibérica hasta el noroeste de la India.
Así como ha habido una confluencia de varios credos y razas, su historia ha estado permeada por la violencia y la guerra. Lo que hoy es conocido como el centro financiero y político de Siria fue un lugar estratégico de conquista para los romanos de Alejandro Magno, los griegos, mongoles, persas, bizantinos, turcos, franceses que, aparte de dejar algunas herencias culturales y arquitectónicas invaluables, acercaron innumerables veces a la ciudad hacia el mismo destino de Sodoma y Gomorra.
En la actualidad el país vive una guerra incesante. Después de siete años de conflicto, más de una cuarta parte de la población siria vive en el exilio mientras que la soledad de los que permanecieron en su patria flota como una neblina espesa sobre su capital. Los damascenos despertando en las madrugadas por el sonido de los misiles, viven una situación de zozobra, violencia y malestar social sin precedentes. El conflicto bélico además de ir destruyendo todo lo que ha sido la cuna de la humanidad nos está anunciando que el juicio final ha comenzado.
