Hay furor general. Hoy empezó con toda el famoso festival. Felicito aquellos que gozan del festival. Eso es trago por aquí, trago por allá, cerveza que viene y cerveza que va. La plata fluye a borbotones, los cajeros electrónicos escasos de dinero. Se gasta hasta el peso ajeno, no importa que cuando pase la euforia de los cuatro días venga la resaca del bolsillo vacío.
Las compraventas y los prestamistas hacen su agosto en abril. Empeñan hasta la olla de presión. Qué carnaval ni qué carnaval. Las prepagos, nacionales o extranjeras (venezolanas) llegan en carros lujosos, en avión y las más humildes, en bus. La economía se mueve y se multiplican los ingresos de todos los comerciantes, formales e informales.
Algunos hogares se desintegrarán terminado el festival. Muchos de los hasta ayer cabezas de familia se emanciparon de sus obligaciones conyugales y familiares para dedicarse al placer propio de estas festividades. Las excusas médicas en las empresas se incrementan. La ausencia laboral en Drummond y Cerrejón es evidente.
Los moteles copados casi al hacinamiento. En enero, me imagino yo, se multiplicarán también los nacimientos. Los índices de natalidad en Valledupar deben incrementarse a principios de año. Todo es euforia. Políticos y lagartos hacen fila para entrar a las parrandas. Algunos son atendidos, son los homenajeados, otros tantos, la gran mayoría, se cuelan a gorrear de la comida, la bebida y las atenciones.
El Old Parr corre como el diluvio universal. Ya no es Valledupar, ahora es Valledeolparr, ya no es Valle del Cacique Upar, ya es Valle del Cacique Old Parr. La cerveza es consumida más que el agua; así como es bebida, es expulsada como agüita amarilla plasmando árboles, calles y paredes del característico olor a meao que se intensifica a horas de mediodía.
Todo el mundo se saluda, todos se conocen. Todos son primos.
Las personas del interior del país, con sus características bermudas, tenis o sandalias con medias blancas, ponchos en el cuello, el inefable sombrero volteao y los cachetes rojos como tomates se ven por todas partes. Admirados porque aquí todos son primos. "Primo, ¿cómo está?", "primo, ¿qué más?". Cachacolandia en acción.
Uno que otro gringo(a). No importa que no sean de Estados Unidos, para nosotros cualquier extranjero que no hable español es simplemente un gringo. Unos hediondos a cebollín, otros a marihuana y otros que huelen a eso, a gringo.
En el festival se ve de todo. Que el vendedor de sombrero, que el vendedor de ponchos, de artesanías, de dulces, de cerveza, de whisky, de marihuana, de perico, de bazuco, de mujeres, de hombres, de todo. El conjunto vallenato improvisado en pro del rebusque. Las principales calles inundadas de policía o de delincuentes disfrazados de policía. La delincuencia común metiendo la mano a cuanto bolsillo vean distraído. Los celulares de alta gama que son escamoteados por la habilidad de los delincuentes. La burundanga que se la espolvorean a quienes se las tiran de vivos y que terminan como Simón el bobito, revolcados en una pila de arena o en una clínica por semejante intoxicación.
Las clínicas repletos de heridos, intoxicados y accidentados.
Que la estrenada de ropa, que la muda del día. Que si vamos a este o que si vamos al otro evento.
Los Poncho Zuleta, los Peter y cualquier miembro del mundillo vallenato con los bolsillos a reventar, extasiados de las manifestaciones de afecto, lamboneria y admiración de los comunes y corrientes.
La farsándula criolla ávida de firmar autógrafos, tomarse selfies, rebuscarse y recibir atenciones.
Los Samperes, Roys, Santos,embelesados ante tantas atenciones.
Los lagartos ocupando dos sillas, una para ellos y otra para su enorme rabo de caimán.
Hoteles a reventar. Casas particulares que en cuatro o cinco días de arriendo se ganan más de lo que se gana otra cualquiera en cinco meses.
Las iglesias vacías. Los curas desesperados por las almas que se perderán en el fragor del jolgorio.
Los músicos practicando en esquinas, debajo de los populares árboles de mango.
Las redes sociales atestadas de fotos, de selfies, porque la humanidad tiene que saber que estamos en el festival.
Las apuestas por el nuevo rey de reyes. El nuevo.
Rey de la piqueria. Los artistas internacionales que aterrizarán a cantar a un público hambriento de nuevos espectáculos. Todo gira en torno a la fiesta. Qué viva el festival y todos aquellos que tienen la dicha de disfrutar del festival. Yo no voy porque ando limpio y a mí no me gusta estar donde estén presentes más de veinte personas. Y en el festival no estarán veinte sino veinte mil.