Este domingo de abril, cuando los franceses apuraban el paso para ir a depositar su voto en las elecciones presidenciales, posiblemente llevaban en mente ese otro abril de 2017 en que eligieron un joven político de 39 años capaz de romper los moldes sociales, que dijo no estar políticamente ni a la derecha ni a la izquierda y que transformaría Francia. Hoy le dieron un segundo mandato a Emmanuel Macron.
Ya no es el enfant terrible que llegó al Palacio del Elíseo movido por la esperanza de cambiar a Francia y Europa liderando un movimiento político de escasos doce meses, En Marche! Ahora es el presidente curtido por la protesta social de los “chalecos amarillos”, la pandemia del covid-19 y la guerra de Ucrania.
Antisistema, liberal, europeísta, camaleónico, novedoso, seductor, oportunista, son algunos de los adjetivos que han usado los medios para el mandatario más joven de la República Francesa. Proviene de una familia prestante de Amiens, su padre Jean-Michel Macron, médico neurólogo, su madre, Françoise Macron-Noguès, doctora y consejera. En el colegio de los jesuitas La Providence fue el nerd que consultaba a los profesores fuera de clase mientras salía para el Conservatorio a recibir clases de piano durante seis años y el sitio donde encontró el amor a los 15 años con su profesora de lenguaje 25 años mayor que él, Brigitte Trogneux, con quien se casó pasando sobre el escándalo, en 2007.
En la Universidad de París-Nanterre, donde estudió Filosofía reposa su tesis sobre Hegel. Marc Ferracci, su amigo, recuerda los años de estudiantes en la prestigiosa Sciences Po, donde solían alternar el estudio con largas conversaciones sobre política y literatura intercambiando la poesía de René Char. En tanto, se alistaba para ingresar en la Escuela Nacional de Administración (ENA), el templo donde se preparan la crema y nata de la dirigencia francesa, con un proceso de admisión tan riguroso que personalidades como Christine Lagarde, hoy presidenta del Banco Central Europeo, no pudieron sortearlo con éxito.
Años más tarde entraría la prestigiosa Banca Rothschild donde se encargó de la OPA de Nestlé a una filial de Pfizer por USD 9.000 millones, negocio le produjo 2,9 millones de euros, la amistad con el patrón de Nestlé, Peter Brabeck y la apertura de las puertas de la política a través de Jean Pierre Jouvet, amigo de Francois Hollande, secretario general en el Elíseo. Macron tenía 29 años.
Fancois Hollande lo llevó a la política en el 2012 como su secretario general adjunto
Llegó a la política en el 2012 de la mano de Hollande tras colaborar en su campaña con los discursos y el programa. El presidente lo nombró secretario general adjunto de la presidencia y desde allí solo fue dar un pequeño salto hasta el Ministerio de Economía, Recuperación Productiva y Asuntos Digitales. Macron dejó definitivamente la Banca por el Palacio del Elíseo.
La popularidad estaba tocando a la puerta cuando promovía una reforma laboral bastante liberal, el poder coqueteaba con las mieles que otorga la política. Quizá por eso dejó a Hollande, entre rumores de traición cuando este decidió no postularse y buscó paralelamente la creación de un nuevo movimiento político. En abril de 2016 nació En Marche!, con un nombre sugerido por Brigitte que lleva sus iniciales, y con él pasó por la calle del medio, la del centrismo tras confesar” no soy socialista”. Le llamaron entonces, el candidato ni-ni (ni de izquierda ni “de derecha, ni partido ni primarias). Le apostó explícitamente a una Europa supranacional, tal como hoy. Lejos de los populismos, los nacionalismos y la xenofobia, defendiendo una Francia moderna, reformista, abierta, multilateral. Pulverizó el bipartidismo y ganó abrumadoramente 66 % a la ultraderechista Marine Le Pen en la segunda vuelta.
Con Brigitte Trogneux ha protagonizado una singular historia de amor que empezó a los 15 años
Hoy regresa al Elíseo con otra barrida sobre Le Pen ( 58,2 %) y un equipaje de cinco años. Algunos sostienen que en ese lustro el mandatario Macron ha sido “progresista” en lo social y “liberal” en lo económico, con desregulación, menos impuestos al capital y más salario mínimo. Otros dicen que giró a la derecha con un ministro del Interior, el conservador Gerald Darmanin que nombró en el 2020, simpatizante de movimiento de extremas derecha, y si faltara otra prueba, la Ley de Seguridad Global.
"Para emocionarse con el discurso de François Mitterrand sobre Europa, unas semanas antes de su muerte, ¿era necesario ser de izquierda? Para sentir orgullo durante el discurso de Jacques Chirac en la Vel d'Hiv, ¿necesitaba ser de la derecha? No, tenía que ser francés", ha dicho Macron en uno de sus discursos.
Afirma que es de centro, con políticas “para todos”, pero en el ambiente sigue pesando la que es una de sus grandes críticas: que gobierna para los ricos. El surgimiento de los “chalecos amarillos” o el fracaso de la reforma de las pensiones, han ahondado la distancia con el francés del común. Pero la gestión en la pandemia y la guerra de Ucrania le han ayudado a equilibrar. Porque esta ha reforzado su estatura de jefe de estado que tiene línea directa con los otros mandatarios con el telón de fondo de la supremacía europea que ha ganado Francia desde el retiro de Ángela Merkel. “Coge un teléfono y habla con Putin y Zalenski”, es vox populi.
La posesión como presidente de la UE coincidió con su campaña reeleccioista: espaldarazo a la UE
Emmanuel Macron ha permanecido y permanecerá incólume en su posición proeuropea. Sus esfuerzos por fortalecer a la Unión Europea, han sido más que evidentes. Proeuropeo fue en su quinquenio y en la campaña reeleccionista, que coincidió con la presidencia de la UE desde el 1 d enero. La integración del club es uno de sus más grandes propósitos. “Debemos construir una Europa más fuerte” ha repetido en varios escenarios enfatizando que se trata de una idea en la que cree "profundamente". Otra idea para estos cinco años es la que fue su mantra de campaña, inventar “un método nuevo” de gobernar, más deliberativo, al estilo de los grandes y largos debates que realizó para atajar la revuelta de los chalecos amarillos.
Macron es un cultor de la imagen. Cuida desde el más mínimo detalle de su corbata, hasta las luces que lo iluminen en escenarios como el emblemático Museo del Louvre para dirigirse a los franceses o celebrar du triunfo con una puesta en escena en el Campo de Marte, a quienes ha prometido una Francia con nuevo brillo. Adora parecer el presidente-filósofo, el intelectual romántico que toca el piano y no se va a la cama sin haber leído algunos poemas de Char que suele recitar con dicción impecable y los recursos teatrales que aprendió de Bigitte cuando era un adolescente.
Odiado por unos y admirado por otros, capaz de ser el joven informal y a la vez el arrogante del último debate con La Pen al estilo del mandatario que diseñó De Gaulle para Francia, ha entrado desde hoy al exclusivo club de los repitentes de la V República al lado del propio Charles De Gaulle, Francois Miterrand y Jacques Chirac. Nada puede haber más fulgurante en la carrera audaz de Emmanuel Macron.