La película Cuando Harry conoció a Sally en 1989, inolvidable porque les enseñó a muchas mujeres a mejorar el fingimiento del orgasmo para poder salir rápido de la tarea y dejar a su pareja exultante de felicidad, convencido de ser un amante maravilloso que la deja satisfecha. Esa miniobra de teatro, qué pesar, se repite al parecer con mucha frecuencia en muchas relaciones heterosexuales en el mundo, en todas las latitudes y en todas las generaciones.
¿Qué porcentaje de mujeres tienen orgasmos de manera habitual con sus hombres? Resultados diversos arrojan los estudios de los últimos 20 años y no se ha podido concluir todavía, con un rango tan amplio que cabe cualquier duda. Se encuentran datos que muestran que desde una tercera parte a dos terceras partes de las mujeres no tienen orgasmos, eso quiere decir entre tres y seis mujeres de cada diez no tienen orgasmos en las relaciones coitales con sus parejos.
No es infrecuente que en las conversaciones con pacientes, amigas, familiares y colegas cuenten cómo tienen multiorgasmos con los juguetes sexuales, que además ya encuentran en cualquier farmacia, al lado de los teteros, chupos y curitas. Todo apunta a que falta estímulo en buena cantidad y calidad, en un enorme descuido y desentendimiento de las necesidades y atributos de la sexualidad femenina. En una función que más que un dúo para el canto y el baile se parece más bien a un atril para la partitura del flautista, para él solo, una melodía cuyo principio y fin ya viene determinada: el canto del gallo. Finito y único. Totalmente diferente a la melodía sexual femenina: infinita y múltiple si se canta bien.
Mientras entre dos de cada tres mujeres no tienen orgasmos con sus parejas masculinas, hasta nueve de cada 10 los tienen cuando se masturban. Dato interesante que desde hace veinte años se conoce y ha servido para entender mejor y solucionar lo que se conoce como la brecha orgásmica. Pero no es fácil, sigue siendo un tema proscrito en la agenda pública.
Para hablar del asunto por ejemplo y contribuir a la reducción de dicha brecha se celebra el 8 de cada agosto el día mundial del orgasmo femenino. Una anécdota que habla del tabú que rodea este tema. Hace unos veinte años por esa misma fecha en la Gobernación de Antioquía de esa época funcionaba una plataforma digital llamada Mujeres Digitales, dedicada a la educación y el debate sobre asuntos que tenían que ver con el desarrollo y el bienestar de las mujeres del departamento en todos sus territorios. Pues bien, ese día montamos un artículo bellísimo sobre el orgasmo femenino. Su publicación fue censurada por el mismísimo gobernador y una vez más, el silencio rodeó un tema de mucha importancia en la vida de las mujeres.
Es por el miedo a hablar de deseo femenino, en este caso del sexual (sí, hay muchos deseos femeninos); la mamasantería en nuestra región con el terror a levantar velos y sotanas; y, sobre todo, el control, que pretenden evitar a toda costa que la multiorgasmia, nuestro supremo poder, vuele liberado y nos haga promiscuas. Gran decepción personal y vergüenza con mi equipo, conformado por mujeres jóvenes, llenas de vida y deseo, con el corazón y el cerebro dispuestos a trabajar duro para que las mujeres antioqueñas tuvieran a la mano información científica, es decir rigurosa, veraz, clara y oportuna que ayudara a vivir una vida plena de derechos y no atiborradas de deberes y vergüenzas.
Bueno, pasó el tiempo y sin dejar de lado mi preocupación profesional con el tema, hace unas cuantas semanas una amiga me recomendó una película: Buena suerte, Leo Grande, británica, del 2022, con la actuación genial de Emma Thompson, dirigida por Sophie Hyde y coprotagonizada por Daryl McCormack. Peliculaza. Una viuda sin historia orgásmica y un prostituto, en una habitación de hotel. Objetivo para ella: tener un orgasmo, conocer el placer sexual al que nunca había tenido acceso. Objetivo para él: dinero, aunque deriva en un objetivo bien interesante, con el que empezamos esta columna: lograr que ella tuviera un orgasmo, ese fue en el fondo su reto oculto, aunque la palabra y la belleza se fueran tomando el set de manera brillante. En la historia de cada uno la negación de su poder sexual, en ella vía el marido, en él, vía la madre.
Su orgasmo, discreto, tan íntimo, nacido de esos ojos que ahora sí son capaces de ver lo bello para sí misma es una oda a la autenticidad, el desmonte del tinglado, la actriz que ya no es más actriz de sus fingidos orgasmos
Esta película pone sobre la mesa de nuevo el tema del deseo y el placer sexual femenino – y el orgasmo como su epítome-, en una mujer sesentona, inteligente, inquisitiva y temerosa de su cuerpo al que va reconociendo como propio por primera vez en su vida. In-corpora su deseo y su cuerpo por fin, es ella misma consigo misma. Su orgasmo, discreto, tan íntimo, nacido de esos ojos que ahora sí son capaces de ver lo bello para sí misma es una oda a la autenticidad, el desmonte del tinglado, la actriz que ya no es más actriz de sus fingidos orgasmos. Es ella para sí. La escena final es inolvidable. Una vieja desnuda frente al espejo, en exquisita atención sobre sus partes, un rostro en paz, las tetas péndulas, el abdomen prominente, su pubis ya ralo y sus ojos benevolentes que la envuelven para recordarle siempre lo que ella vale.
En el festival de cine de Berlín dijo: "a las mujeres nos han lavado el cerebro para que odiemos nuestros cuerpos". Agregó: "Es un hecho. Todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos: todo está mal con nosotras. Todo está mal y tienes que mostrarte de una forma concreta. Intenta ponerte delante de un espejo, quítate la ropa, mírate y no te muevas. No hagas nada, simplemente no te muevas. Acéptalo y no te juzgues. Hice algo que nunca había hecho como actriz". Es el turno de las mujeres, ahora les toca a ellas dejar de ser actrices. No más fingimientos, no más teatro. A lo Emma Grande.