Desde hace varios años, el embarazo adolescente ha venido siendo una problemática difícil de calmar en Colombia. Aunque se han implementado estrategias para disminuir las tasas, los casos siguen aumentando. Por más medidas preventivas que se han tomado (campañas en colegios y universidades) y aún con la disminución de precios de varios anticonceptivos que tenían costos bastante elevados, la situación parece resistirse a cambiar.
Ahora bien, como han señalado en reiteradas ocasiones, el embarazo a temprana edad constituye un riesgo para la protección de la vida y la salud de los niños, las niñas y sus madres, antes, durante y después del nacimiento. Dado que el cuerpo de la mujer pasa por importantes transformaciones funcionales durante la adolescencia, la gestación en esta etapa puede ocasionar varias complicaciones de salud para la madre y el bebé, debido al pronunciado esfuerzo fisiológico que exige sostener ambos procesos.
Es así como se incrementa la probabilidad de dificultades como hipertensión, placenta previa, anemia materna, bajo peso al nacer, prematuridad, síndrome de dificultad respiratoria, malformaciones congénitas y otras circunstancias durante el embarazo y el nacimiento que representan un riesgo tanto para la vida y el desarrollo del bebé como para la salud y bienestar de la madre. Por lo que la preocupación no es solo por la sobrepoblación y el futuro de las jóvenes embarazadas sino también por un tema del cuidado de la salud y preservación de la vida.
Ahora, más allá del ámbito de la salud, el embarazo en las adolescentes también implica desequilibrios en su bienestar y desajustes en sus expectativas de vida, por lo que es la causa de la mitad de los casos de abandono escolar según la Encuesta Nacional de Deserción Escolar. Por otro lado, esta condición implica una mayor probabilidad de asumir situaciones de subempleo, inestabilidad laboral, informalidad y otras formas de inserción productiva que dificultan la situación económica de los y las adolescentes para afrontar el sostenimiento de un bebé.
El tema aquí es que gran parte de la información expuesta ya se conoce y este no es un problema que se pueda solucionar únicamente brindándole información a los adolescentes, porque seguramente muchos de ellos ya la saben así en sus casas no hablen del tema. Hoy con el internet, las redes sociales y las conversaciones que también se dan en espacios académicos se podría decir que esta área de educación sexual está medianamente cubierta, por lo menos en las ciudades.
Sin embargo, el embarazo adolescente es un problema cultural y social que se ha construido cíclicamente y que curiosamente es más repetido en familias entre estratos uno y dos, donde los jóvenes nacieron sin muchas opciones y las expectativas de vida no tienen muchas alternativas. Por lo que repetir el ciclo familiar de embarazarse y tener hijos, porque es el reflejo de la sociedad, parece no estar tan mal para aquellos que no tienen más proyecciones a futuro y, claro, cuando el hecho ya está, hay que tomar responsabilidad de las acciones.
Pero el punto es que no hay que esperar a que esto ocurra, no hay que esperar a que las jóvenes se vean en la decisión de abortar o no, y digo las jóvenes porque otro punto importante en esta problemática es que los jóvenes hombres no se incluyen en la conversación en muchos casos, pareciera que solo se tratara de un problema femenino cuando la decisión es de los dos.
La solución está en acabar con esas cadenas culturales y sociales en donde no se habla de educación sexual en la casa, porque sigue siendo considerado un tabú. Se debe empezar por pensar que más allá de enseñar y dar información sobre las relaciones sexuales y métodos de prevención, hay que entender la situación económica de muchos para acceder a los anticonceptivos, por lo que una solución que ya está pero quizás debería promocionarse más es la obtención de anticonceptivos de manera gratuita. Así mismo, es importante garantizar que mediante la educación existan mejores oportunidades, para que de esta forma los jóvenes vean otros caminos de vida, lo cual es un reto importante para el gobierno y sobre todo para la sociedad.
Hay que cambiar el chip, porque en pleno siglo XXI no nos pueden seguir retrasando las mismas problemáticas sociales. Hay que hablar abiertamente del tema no solo con las niñas sino también con los niños desde pequeños, sobre su responsabilidad, el control del cuerpo y sobre todo la importancia de planear una vida no de acuerdo con los estándares y expectativas de la sociedad, sino de acuerdo con la realidad que cada uno quiere vivir y construir. Hasta que no se deje de pensar que “estoy así porque es lo que me tocó” el problema no acabará. Hay que ser conscientes de que como jóvenes entendemos ya la complejidad que implica ser madre o padre adolescente en un país donde las desigualdades son latentes. La única opción es educarse, cuidar el cuerpo, la vida y pensar en un mejor futuro.