Elon Musk, pintando pajaritos en el aire

Elon Musk, pintando pajaritos en el aire

"Prepárense para los despidos generalizados", les dijo a sus trabajadores. Dos días más tarde, se enteró de lo costosas que podrían ser las posibles demandas

Por: Mauricio Javier Díaz Beltrán
noviembre 16, 2022
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Elon Musk, pintando pajaritos en el aire

El pasado 28 de octubre, horas después de completar su compra de Twitter por 44 mil millones de dólares, Elon Musk, el hombre que hizo un trío con Cara Delevingne y Amber Heard (un gran logro, hay que decirlo), reunió a varios ejecutivos de recursos humanos al interior de la sala de juntas de las oficinas de la empresa en San Francisco.

"Prepárense para los despidos generalizados", les dijo. La fuerza de trabajo de Twitter tenía que reducirse inmediatamente, y las personas que fueran despedidas no recibirían las bonificaciones que se iban a pagar para el mes de noviembre.

Los ejecutivos le advirtieron a su nuevo jefe, al dueño y señor, que su plan, si bien tenía esa actitud de corte trumpista que entre truhanes e inescrupulosos se ha hecho tan popular: "you're fired!",  podría violar los derechos laborales y contractuales de los trabajadores, lo que ocasionaría demandas de los despedidos. Pero el equipo de Musk, que llegó cortando rabo y oreja junto a él, dijo que estaban acostumbrado a ir a los tribunales y a pagar multas, de manera que los tenían sin cuidado esos riesgos. En las horas siguientes los departamentos de recursos humanos, contabilidad y legal de Twitter se apresuraron a averiguar cómo cumplir la orden.

Dos días más tarde, Musk se enteró exactamente de lo costosas que podrían ser esas posibles multas y demandas. Los retrasos se acumulaban mientras los gerentes discutían sobre cuáles eran los empleados que iban a despedir. Decidió esperar a recortar puestos de trabajo hasta después del 1 de noviembre.

La orden de despidos inmediatos, el pánico subsecuente y el cambio de rumbo reflejan el caos en el que se ha sumido Twitter desde que Musk se hizo cargo de la empresa hace dos semanas. El magnate sudafricano llegó con ideas sobre cómo debería funcionar el servicio de redes sociales, pero sin un plan integral para ejecutarlas. Luego se topó rápidamente con las complejidades empresariales, legales y financieras de la gestión de una plataforma digital de proporciones monstruosas que ha sido calificada como la plaza pública mundial.

Las consecuencias han sido atroces, según empleados actuales y antiguos de Twitter y personas cercanas a la empresa, así como documentos internos y registros de conversaciones en el trabajo. Algunos altos ejecutivos fueron despedidos únicamente mediante un escueto correo electrónico de tres o cuatro lineas. Se dice que un director de ingeniería, al recibir la orden de despedir a cientos de trabajadores a su cargo, vomitó en una papelera. Otros durmieron en la oficina mientras trabajaban en horarios extenuantes para cumplir las órdenes de Musk.

Twitter, que se encuentra bajo una presión financiera terrible producto de las deudas y la reciente crisis financiera hija del Covid-19, es ahora irreconocible en comparación con lo que era hace unos meses. La semana pasada, Musk recortó el 50% del personal de la empresa. A eso le siguieron una avalancha de renuncias de ejecutivos. La desinformación, mal desde el que hace tiempo viene luchando la plataforma, ha proliferado en los pasillos de las oficinas centrales del gran pájaro azul. Durante las elecciones de mitad de mandato del martes. Un proyecto clave para ampliar los ingresos procedentes de las suscripciones encontró obstáculos. Algunos anunciantes se han mostrado atónitos.

Musk, que no ha respondido a solicitudes de declaraciones por parte de la prensa gringa, dijo a los empleados sobrevivientes a la debacle que la situación de Twitter era sombría: “Hay un flujo de caja negativo masivo, y la bancarrota no está descartada”. Añadió que tendrían que trabajar arduamente para mantener la empresa a flote. “Para aquellos que son capaces de ir a fondo y jugar para ganar, Twitter es un buen lugar”, dijo. “Y los que no lo son, lo entiendo totalmente, pero entonces Twitter no es para ustedes”.

"¡New York, New York!", canta Sinatra

Mientras los directivos de Twitter redactaban las listas de despidos, Musk voló a Nueva York para reunirse con los anunciantes, quienes proporcionan la mayor parte de los ingresos de Twitter.

En algunas reuniones, Musk propuso un sistema para que los usuarios de Twitter eligieran el tipo de contenido al que los exponía el servicio, lo que implica que las marcas anunciantes podrían orientar mejor su publicidad en la plataforma. También se comprometió a introducir mejoras en el producto y a aumentar la personalización de los usuarios y los anuncios, según dos personas con conocimiento de las conversaciones.

Sin embargo, sus esfuerzos se vieron perjudicados por la renuncia de dos ejecutivos de Twitter radicados en Nueva York: Berland y JP Maheu, vicepresidente a cargo de la publicidad. Ambos eran muy conocidos en la comunidad publicitaria. Por otra parte, marcas como el Grupo Volkswagen, General Motors y United Airlines han dicho públicamente que pausarán la publicidad en Twitter, mientras evalúan la actuación del nuevo director general en la plataforma, el nuevo dueño del balón.

Así mismo, y es que los hilos del poder que se mueven detrás de toda esta jugada financiera, publicitaria y política  de repercusiones mundiales  resultan cada vez más largos y enredados, Musk ascendió a algunos directivos de Twitter. El alpiste del nuevo orden ya parecía dormir dentro del aviaría. Contrató a Esther Crawford, una directora de producto, para renovar un servicio de suscripción llamado Twitter Blue, que no ha estado exento de polémica. El patón quería una nueva versión del servicio, que costaría ocho dólares al mes e incluiría funciones premium y la marca de verificación que antes se asignaba gratuitamente a las cuentas de famosos, periodistas y políticos para confirmar su autenticidad. Para eso, fijó un plazo: el equipo debía terminar los cambios de Twitter Blue antes del 7 de noviembre o sus miembros serían despedidos.

La semana pasada, Crawford, en sus redes sociales, compartió una foto suya durmiendo en las oficinas de Twitter en San Francisco con un saco de dormir y un antifaz. En la publicación rezaba la etiqueta "#SleepWhereYouWork".

Su mensaje molestó a algunos colegas. Y con razón: ¿por qué debían comprometerse a redoblar sus esfuerzos, trabajando muchas más horas y durmiendo en las oficinas, en un empleo en que ahora la amenaza de despido es latente? En Twitter, Crawford respondió a quienes calificó de "alborotadores" diciendo que había recibido mensajes de apoyo de otros empresarios y "constructores de todo tipo".

A poco más de dos semanas del caótico cambio de orden, sigue siendo incierto el rumbo que tome Twitter, como también lo es exactamente qué motivó su compra por parte de Musk y, en consecuencia de esto, qué nuevos tipos de intereses políticos y económicos enjaulan al pájaro al que el sudafricano ha llamado "libre"; lo que sí es cierto es que sea cual sea el camino que se tome, de sobrevivir el ave al cambio abrupto de habitad, va este a ser determinante en la configuración de nuevas formas de poder y de mecanismos de interacción a niveles políticos, económicos y sociales a escala mundial.

 

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