En mayo de 2023, tras varios años pujando contra las agencias regulatorias de Estados Unidos, particularmente la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA), la persona más rica del mundo, Elon Musk, por fin consiguió el permiso que tanto anhelaba. Ya estaba autorizado para hacer pruebas de sus chips cerebrales con humanos.
Esto lo haría a través de una de sus más recientes empresas, Neuralink, la cual fundó recién en 2016 como su bastión para entrar de lleno en el mercado de la salud, uno de los más rentables en el mundo. Desde que se constituyó la empresa se sabía que la idea del surafricano era tratar condiciones neurológicas, pero, no fue sino hasta 2019 que se supo que su idea era hacerlo a través de la implantación de chips en el cerebro, los cuales irían conectados a computadoras para enviar estímulos desde allí.
El camino no fue fácil. Cuando comenzó la fase de realizar pruebas con animales su despacho se llenó de denuncias por violar la ley de bienestar animal, las cuales alegaban que se les estaba causando sufrimiento e incluso muertes innecesarias a las criaturas. Posteriormente, cuando quiso pasar a los humanos, la FDA lo frenó en seco al no contar con suficiente evidencia de que el dispositivo fuera seguro y de que no iba a causar daños por malos movimientos de cables o descargas eléctricas.
Cuando finalmente recibió la aprobación, Musk se puso manos a la obra para poner en marcha Telepathy, el primer dispositivo de Neuralink y ocho meses después ya logró ponerlo en marcha.
Sin embargo, todavía le falta mucho para sacarla al mercado de forma oficial y llegar al que, según él, será su gran público objetivo, las personas que hayan perdido la funcionalidad de sus extremidades. Además, no será el único jugador del mercado porque algunas otras empresas, como es el caso de las estadounidenses Blackrock Neurotech Precision Neuroscience, ya han incursionado en proyectos similares.
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