Los seres humanos somos criaturas racionales. Sin embargo, esta racionalidad no la empleamos para percatarnos de la irracionalidad campante de nuestros comportamientos y afirmaciones. Lo que llamamos racionalidad muchas veces se convierte en defecto humano cuando nos creemos depositarios de la verdad; algunos no soportan que se cuestionen sus afirmaciones y, cuando algún osado lo hace, se expone a ser tildado de ignorante, resentido social y desadaptado.
La ignorancia es la madre engendradora del saber, no en vano afirmó Sócrates que la única certeza que tenía era la certeza de no saber nada. ¿Cuál es el paso primigenio para descubrir la ignorancia y llegar a una verdad a medias o relativa? Pues bien, esa es una respuesta ignorantemente sencillísima: la pregunta. ¿Cuál es el mecanismo más común que emplean los niños para aprender?, ¿acaso no es la pregunta? Ahora recuerdo una anécdota: una tarde mi hijo preguntó qué eran esos colores que aparecían en el cielo. Yo, como “hombre sabio que soy”, le dije que ese era un arcoíris. No contento con mi respuesta, volvió a preguntar: ¿cómo se forma un arcoíris en el cielo? Fácil, las partículas de agua son atravesadas por la luz solar y esta se descompone en los distintos colores. Debo confesar que ya con esta segunda pregunta el chico me había puesto en aprietos. La tercera pregunta del niño fue contundente: Si, pero ¿cómo la luz del sol se descompone con el agua? Me quedé mirándolo sin respuesta, avergonzado de que un niño de seis años hubiera puesto en evidencia mi ignorancia. Los niños no sienten vergüenza de preguntar, es más, se declaran ignorantes, porque cuando no saben algo, sencillamente lo admiten.
Los hombres hemos olvidado ser niños, nos auto incapacitamos. Sentimos temor de preguntar y de desnudar nuestras dudas. Creemos que el otro no debe enterarse de nuestros desconocimientos. Lo peor de todo es que muchas veces queremos imponer nuestras ideas y anestesiar las de los demás. Aquí cometemos un craso error, porque debemos estar dispuestos a comunicarlas, pero también debemos tener el coraje de aceptar los cuestionamientos que de éstas se hagan. Las preguntas representan búsquedas, aspiraciones, enfoques distintos. Algunos no preguntan por miedo, vanidad, ignorancia de su ignorancia, timidez, desdén, o, simplemente porque creen tener el vaso lleno.