Muchas personas se quejan del estilo de vida que llevan porque no los hace felices, sin embargo les resulta difícil abandonarlo. A medida que damos mayor relevancia a los logros materiales somos menos libres y por tanto menos felices. Dostoiesvski afirmó que sólo “el que ha sido feliz ha cumplido la ley divina en la tierra”, sin embargo somos la especie más evolucionada de la creación pero la menos feliz porque utilizamos nuestras virtudes no para nuestra liberación sino para controlar lo que nos rodea.
Las instituciones que creamos restringen dramáticamente nuestra libertad. Ahora no es necesaria la violencia para someter, solo basta con crear y fortalecer los miedos. Antes el alimento de los hombres lo ofrecía la tierra, ahora es necesario pasar por una oficina y tener un contrato de trabajo para obtener dinero y con ello comida. El miedo a perder el trabajo hace que muchos nos sometamos a las relaciones de dominio y explotación que implican las relaciones de trabajo. En las oficinas los tiempos están regulados y las ausencias deben estar autorizadas. Las actividades son repetitivas y están lejos de ser una fuente de satisfacción para quien las realiza. Existen jerarquías y las personas compiten entre sí por un mejor ingreso, una mejor posición y mayor dominio sobre otros.
Acumular riqueza tiene sentido si hay herederos, esto y el miedo a la soledad hace que se formen las familias. A su vez estas reproducen personas más vulnerables y manipulables debido a la ausencia de un amor verdadero y de unas relaciones libres. En las familias actuales antes que el amor hacia la pareja y los hijos prevalece el afán de adquirir bienes y conocimientos que den cuenta del progreso social. Los niños comparten poco tiempo con sus padres y, además, soportan grandes presiones en el colegio para ser competitivos. Por su parte, la invasión tecnológica agrega otra cuota de deterioro a las relaciones familiares y humanas en general.
Hoy el Estado no cumple su papel de garante del bienestar general, sino que más bien sirve a intereses privados, e impone tributos inequitativos a los que los ciudadanos no se pueden negar y tampoco pueden exigir contundentemente sus derechos sin el riesgo de ser severamente sancionados.
En la escuela se subvalora la creatividad y el desarrollo de una actitud crítica, que cuestione y proponga. Su principal función es la de crear individuos obedientes que se inserten productivamente en la sociedad sin prestar atención a la expresión de la sensibilidad mediante el arte, y del inconformismo mediante el pensamiento y la acción crítica. La principal fortaleza de la educación debe ser la de formar de personas fieles a sus códigos morales y capaces de ser felices y hacer felices a otros.
La vida social se inscribe en unas dinámicas de obediencia a las principales instituciones. Aun cuando tengamos profundos desacuerdos con ellas desacatarlas trae consigo la sanción social y la exclusión a la que la mayoría le teme profundamente. Pero también la aceptación masiva de regímenes inmorales supone nuestra pérdida de libertad y nuestra degradación como seres humanos.
Actualmente se valora más la riqueza financiera que la solución a los problemas sociales y ambientales. Los 8.15 trillones de dólares que ha gastado EEUU a partir de 2008 para recatar el sistema financiero hubiesen servido para eliminar la desnutrición en el mundo por 270 años. El FOSYGA (que es el fondo que administra los recursos de atención en salud en Colombia) tiene aproximadamente 26 billones de pesos, mientras que el FOGAFIN dispone de 340 billones de pesos para proteger el ahorro en el sistema financiero.
Resulta extraño que sean más las personas que se someten a principios que atentan contra altos valores espirituales, humanistas y democráticos. El caso más nefasto es el juicio a Adolf Eichman. No solo no admitió ninguna responsabilidad en el exterminio de millones de judíos sino que se justificó argumentando que hizo era correcto porque siguió a cabalidad las órdenes de la cúpula nazi.
Desobedecer cuando una ley es injusta, como lo promulgó Gandhi, tiene grandes poderes de transformación en las personas y en la sociedad. En 2010 el joven árabe Mohamed Bouazizi se inmoló después de que le confiscaran su puesto de ventas de frutas, este fue el inicio de profundas protestas del pueblo tunecino con las que se derrocó una terrible dictadura de 23 años. Hace poco la ex ministra francesa Christiane Taubira mantuvo firme su convicción moral de rechazar la política antiterrorista del presidente Hollande. “He optado por ser fiel a mí misma, a mis compromisos, a mis combates, a mi relación con los otros” –declaró a los medios.
El psicólogo social Stanley Milgram después de varios experimentos sociales validó la hipótesis de que “no se necesita una persona mala para servir en un mal sistema, la gente se integra fácilmente en sistemas malévolos”. Por tanto es importante educar a los ciudadanos en el conocimiento de sus derechos, alimentar su fortaleza moral, y construir instituciones que no debiliten la autoestima de las personas. Este es un trabajo difícil, sobre todo, en sociedades donde la ciudadanía y los Estados son débiles. Mientras las instituciones persigan objetivos inmorales y usen la autoridad para arrastrar consigo a personas que no los comparten, es preciso que cada persona entienda y practique las palabras de Erich Fromm: “el acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón”.