Elogio del Corroncho

Elogio del Corroncho

"Los pocos corronchos originales que quedan, son cada vez más escasos, son mayores y sabios."

Por: Eva Durán
octubre 07, 2014
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Elogio del Corroncho
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Especie humana simpatiquísima y única, en penosa vía de extinción y exclusiva de la costa caribe colombiana, es el corroncho. Este es por lo general de origen campesino sabio, gracioso, filósofo nato, con una personalidad recia que le permite vivir sin importarle la opinión de nadie, con un léxico propio, que ahonda por igual en los misterios de las estrellas, las cosechas y las relaciones humanas, con frases y salidas de una ingenuidad y franqueza, que te marcan para siempre.

Caricaturizado, menospreciado y ninguneado por los andinos regionalistas, ser costeño y encima corroncho, fue motivo de vergüenza durante décadas en el centro del país. Como curubito, los canales Caracol y RCN les han irrespetado en los últimos años en novelas como Casa de Reinas o Bazurto, dando una versión ridícula, grotesca y sesgada de estos deliciosos personajes.

Hace 20 años, se paseaba por Barranquilla el ilustrísimo corroncho Puky Vega, oriundo de san Stalisnao de Koska – Arenal, ardiente y arruinada población ubicada al margen izquierdo del Canal del Dique. Puky era pequeño, pecosisimo, pelirrojo, y tenía una habilidad sobrenatural para colarse en sitios inaccesibles para el común de los mortales. Recuerdo habérmelo encontrado en 1994 en una convención liberal como precandidato a la gobernación del Atlántico. Me lo encontré años después como director, gerente, redactor, jefe comercial y editor del tabloide Macondo Today, que no salía diariamente, ni mensualmente, sino solo cuando se había vendido la pauta. Como redactor jefe de esa publicación, logró colarse en las visitas oficiales que hizo Hugo Chavez a Colombia, abrazarlo y hacerse su amigo, lo que le hizo una celebridad local. Me lo encontré después como parte del equipo radial de Atlántico en Noticias al lado de Jorge Cura, haciendo los comentarios de la sección “Las vainas de mi tierra”. Me lo encontré después en el noticiero Cv Noticias, donde fui periodista. Y un fin de semana me invitó a un evento cultural en el Palacio de la Aduana de Barranquilla, yo no podía porque me tocaba turno de cámaras ese domingo, así que me siguió todo el día convenciéndome, en un taxi por toda la ciudad, vestido con una pantaloneta corta, sus gafas de sol azules, su gorrita beisbolera, y tomando cerveza en un pitillo en un vaso doble fondo de plástico, con pecesitos dorados.

Tuve unos vecinos guajiros en Barranquilla, mafiosos y muy amables. Nuestra calle era peatonal, su ancho era de solo metro y medio, sin embargo, en la mañana, el vecino se colocaba las manos en la cintura y nos gritaba a todo pulmón los buenos días, como si estuviéramos en una finca vecina, a muchas leguas de distancia. En una oportunidad que me entrevistaron por Tv, sus hijos pequeños se asustaron de verme en la pantalla y fueron a decirle angustiados a su madre: “Mamá! Mama! Eva está en el televisión, como la sacaremos de allí?” Y se asomaban por detrás del aparato, mirando por las rendijas, a ver si me veían”. Y la mamá les respondió: “Mirá pelaito necio, dejá la brutalidad, que esa no es Eva, porque ella está allá enfrente, ¿No la ven?”

Es legendaria la anécdota que escuchó el periodista Juan Gossain de dos compadres de San Bernardo del Viento, que mirando la luna llena, uno le preguntó al otro: “Oígame compadre, si así de bonita es la luna de aquí, usted se imagina la de Nueva York?” .

O lo que presenció el también periodista Alberto Salcedo siendo niño, también en Arenal, un compadre estaba amansando una mula rebelde, le puso la silla de montar y la mula se paró en dos patas y le pegó en el pecho. El compadre le zampó un puño en el hocico que la tumbó y se le montó encima diciéndole: “Mirá, tu serás más inteligente que yo, pero en fuerza yo te gano”.

El amable y simpático corroncho ha desaparecido porque los pueblos campesinos originales perdieron su inocencia ante el embate de la guerra, el desgarramiento moral y cultural impuesto por los medios de comunicación, el desplazamiento forzado y la creciente urbanización del país.

Los pocos corronchos originales que quedan, son cada vez más escasos, son mayores y sabios, y desconocen la real extensión del mundo, no les cabe en la cabeza que haya algo más grande que su caserío, pero en compensación, poseen la habilidad de la supervivencia práctica en las condiciones más adversas imaginables. Saben descifrar el lenguaje de los animales, la sabiduría de las plantas y la canción de la noche. Entienden milimétricamente la magia de su pequeño universo, y desde su trapiche, nos observan fumando su tabaco hacia adentro, fabricando sus hamacas y sombreros con el mismo primor y picardía con el cual se asombran todavía, con el entusiasmo de niños chiquitos, ante los avances tecnológicos y los insondeables misterios de este asombroso universo. y mientras tanto: "Quitate de ahí, que me tapas el sol, gallina pará! ve a ver si la puerca puso o si hay que peiná la iguana!".

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