Ellos tienen el poder y algún día lo van a perder

Ellos tienen el poder y algún día lo van a perder

"Mientras están en campaña risas van, abrazos vienen, buen jabón antibacterial después de dar la mano a tanta gente"

Por: RICARDO VILLA SÁNCHEZ
enero 12, 2018
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Ellos tienen el poder y algún día lo van a perder

Este es un año particular. Por la vía de las urnas se escogerán respectivamente los integrantes del legislativo y quien detentará el ejecutivo para los próximos 4 años, en la coyuntura de la transición hacia la construcción de la paz completa, como proyecto colectivo. En ese lodazal, se define el poder político nacional y se pica adelante para establecer las claves de lo que se moverá en las locales y regionales. Es un momento de alternancia o de continuidad: en un día, en cada elección, se decide si hay posibilidades de cambio o de que todo siga igual, o peor.

Allí aparecen como hienas, los señores cobranza. Los que integran una minoritaria congregación pirata o se gradúan de una escuela controversial —¿o delincuencial?— en sus partidos o movimientos políticos tradicionales, que les enseña, después de hacer una larga o corta fila, dependiendo de sus apellidos o tesoros, a que en alguna ocasión, puede que se vistan de un solo color; otras, como lobos, se pongan pieles de ovejas multicolores, y unas veces, se olviden de los grises, de los matices. Algunos, en su megalomanía, se creen los ungidos del santo grial. Otros aprovechan para cepillar sus largas colas de lagartos o aceitar su maquinaría de cleptomanía. En últimas, así haya pocas excepciones, que confirmen la regla, prima en su interior, la ambición de lograr su cuarto de hora en la piñata de la corrupción o de preservar sus intereses particulares, sobre las necesidades de la gente. Y para esto hacen lo que sea, hasta lo inimaginable.

Hablan de millones, pero de dolares, y de miles de millones de pesos, quienes integran las calientes listas de candidatos que parecen listas de mercado, muchas veces sin importar la orilla en que se mire, con la misma receta de la ética pre moderna, del favor con favor se paga: Dinero a cambio de votos, contratos por sufragios, puestos por consciencias, símbolos y prácticas de las mafias, privilegios por influencias. Rentabilidad, acumulados, comercialización, gobernabilidad, indolencias, arribismo, en fin, egoísmo, más que servicio a la comunidad, fortalecimiento de lo público, que es de todos, pluralismo e instituciones incluyentes.

Mientras están en campaña risas van, abrazos vienen, buen jabón antibacterial después de dar la mano a tanta gente; cara de palo, para venderse como productos, con mercadeo de eslogan de detergente, o diseño de sonrisas, para el engaño y la mentira, en los momentos en que hasta te guiñan el ojo, con la versatilidad del mejor actor de teatro al tiempo que te afirman que conocen hasta el nombre del perro de tu casa, mientras reparten dádivas, tejas, tamales, bolsas de cemento, postes, leche, ron y miel, o hasta pagan recibos de la luz, el agua y recetas médicas, con sus tulas de billetes de dudosa procedencia, para después, si te vi no me acuerdo, ni te pasan al teléfono.

Quizás por ello se prestan las chequeras, los vehículos y hasta los lemas de campaña; dividen sus familias, separan cobijas: en público se retiran hasta la palabra y en privado se mueren de la risa de sus picardías. En esa confusión, nunca sabes qué proponen y muy pocas veces lo que transan a manteles o venden, con sus cartas marcadas, por debajo de la mesa. Tal vez por esto, muchos no recuerdan por quién votaron en la anterior elección o para qué era, pero si reciben, de sopetón, la bofetada de este sistema que nos agobia. Pero ya en ese punto, ¿para qué quejarse? Si por la poca participación, con los históricos niveles de abstención, o por la compra y venta de votos, se reeligen casi siempre, los mismos con las mismas.

En la región caribe, en los inhóspitos y calurosos parajes de la tierra del olvido en los que no se mueve ni una hoja, se vive entre presencias, mitos y leyendas, como en Cómala o en Macondo, parece que la hojarasca de la politiquería se convirtiera en un carnaval de realismo mágico —o, más bien, trágico— para los incautos, en el que los señores cobranza, que se postulan, se deleitan de sus blacamanerías, así después de que pase el vendaval, se siga en la pobreza, en la ignorancia, segregación, exclusión, desigualdad e injusticias, en sus carencias de oportunidades, en su estupor, conformismo y aburrimiento, como si el tiempo no transcurriera, como si la condena de la soledad durará más de un siglo.

Ojalá haya una ruptura en las elecciones de este año con el poder de la ciudadanía. La primavera está cerca y somos la gente decente quienes tenemos la posibilidad de transformar estas viejas formas de hacer política. Por esto le apostamos a la Lista de la decencia y a una gran coalición a la presidencia, con un programa común de acciones concretas y realizables por la paz, el desarrollo sostenible, la transparencia y la ampliación de la democracia. Hagámosle. Ellos tienen el poder y algún día lo van a perder.

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