Las persecuciones en Europa les cerraron todas las puertas a los menonitas quienes terminaron asentados, a comienzos del siglo XX este continente. La onda expansiva arrancó en el sur hasta llegar a Colombia. Lo que les permitió sobrevivir a sus enemigos fue la agricultura. A donde fueron llegando, con extraordinaria disciplina se fueron acomodando a los ambientes donde vivían. En Colombia arribaron a los Llanos Orientales.
Los cultivos en donde tradicionalmente se han destacado son el maíz y la soya, un producto que ya dominan en el mercado por su calidad como agricultores, capaces de producir siete toneladas al año. Colombia tradicionalmente ha importado la soya desde Argentina, pero este podría ser un buen momento para cambiar esa dinámica.
Desde hace unos años se ha venido denunciando una marcada actividad de desforestación en el Meta, producto de la actividad agrícola de ellos quienes empezaron a comprar tierra en el país desde el año 2017. Los acuerdos de paz con las FARC los alentaron. El territorio estaba despejado y ellos aprovecharon ese territorio y su ausencia de guerra para establecerse allí, en Puerto Gaitán donde compraron tres haciendas, Liviney, La Florida y Australia.
Habían venido desde México, Bolivia y Paraguay, países en donde su estadía no les impidió mantener su idioma, el alemán. Llegaron con plata, comprando el terreno en dos millones de dólares y usando maquinaria de última tecnología.
Así como han dado trabajo también los han criticado. Son vastas las extensiones de tierra en donde se han convertido en una amenaza para la fauna y la flora. Primero fueron las denuncias de los indígenas de Puerto Gaitán que empezaban a sentirse desplazados. Luego se habló de que habían comprado predios de manera ilegal. El argumento que dieron es que ellos no conocían las normas del país.
En el 2021 la Corporación Cormacarena tomó cartas en el asunto. Incluso llegaron a Liviney. En ese momento los comprometieron con un acta de compromiso para evitar el ecocidio. Los compromisos eran parar todo tipo de actividad, las quemas, deforestación, además de estar en control permanente en conjunto con la policía. Las hectáreas afectadas podrían ser más de 400, casi todos bosques de galería, llenos de árboles como Alcoronocos, que son árboles más bien pequeños.
Siete años después de estar asentados ahí ya aprendieron de sus vientos, sus aguas y sus lluvias. La comunidad tiene un líder, se llama Nicolas Wall y ya a la solla, en unos cuantos años, le han sacado siete toneladas por hectárea. Empezaron con arroz, pero pudieron dar el volantazo a tiempo. Y además las quejas sobre el uso que hacían del suelo, han mermado. Además, lo difícil que era sacarles frutos a estas tierras. Eran suelos ácidos y sólo la tecnología que trajeron les permitió estar con holgura en este lugar.
¿De dónde vienen los Menonitas?
El 23 de abril de 1529 fue promulgada en todos los territorios del Sacro Imperio Romano una ley que aprobaba el exterminio de los anabaptistas quienes, impulsados por Ulrico Zuingilo, se rebelaron ante una Iglesia de Estado, capaz de cobrar en metálico por el perdón de los pecados. A pesar de la carta blanca que tenía el imperio para aplastarlos, los anabaptistas de Munster, hoy una ciudad alemana, se levantaron según sus creencias y fueron masacrados sin piedad.
La cifra, afirman, supera los doscientos muertos. Horrorizado el sacerdote católico de Frisia, hoy Países Bajos, Menno Simons, se aferró a la creencia de que sólo en la biblia estaba la verdad. Guio a los anabaptistas sobrevivientes primero a Europa Oriental y luego en su empeño de cruzar el Atlántico y asentarse, en 1683, en Pensilvania, territorio de los que serían llamados un siglo después los Estados Unidos de América.
Desde entonces no sólo se han caracterizado por vivir en paz sino por llevar los mismos atuendos que lucían los anabaptistas a finales del siglo XVII. Se estima que hoy hay unos 2.100.000 de estos descendientes desperdigados por el mundo. Están distribuidos de la siguiente forma: 735 000 en África, 672 000 en América del Norte, 420 000 Asia y Pacífico, 270 000 Hispanoamérica y el Caribe, 63 000 en Europa. En Colombia, hasta el 2018, no se conocía presencia de ellos.
Como los Amish, los Menonitas se enorgullecen de no haber cedido ante las tentaciones de la modernidad. Las mujeres visten como si estuvieran en el siglo XIX y evitan el contacto con aparatos tecnológicos. Eso sí, todo lo referente a autos, camiones y tecnología para el agro, es de punta. Incluso Wall, el jefe máximo, se ha abierto de manera inusitada en el país.
Abiertos a la modernidad
Gastaron miles de dólares en una red eléctrica que ya abarca 50 kilómetros. Ante las críticas por sus prácticas medioambientales, decidió montar un hotel y además piensan montar varios restaurantes, porque, según el Diario la República, a este lugar llegan al año 10 mil tractomulas así que están seguros de que será un éxito.
Ellos son los encargados de mantener las vías internas en perfecto estado, las casas las hicieron con el mismo estilo que han tenido desde hace muchos años, pero lo hicieron con mano de obra local. Son democráticos, hacen constantemente asambleas para reafirmar el apoyo de la comunidad a sus líderes.
Los resquemores de los lugareños poco a poco van quedando atrás gracias a que los Menonitas entendieron que el mundo cambia y si ellos quieren llegar a un lugar lo primero que deben hacer es aportar. La soya, por ahora, es el camino.