Elliott Abrams: el Fouché gringo entra en acción contra Venezuela

Elliott Abrams: el Fouché gringo entra en acción contra Venezuela

El analista cubano Tony López escribe sobre el controversial político estadounidense, que es ahora el enviado especial de EE. UU. para "restaurar plenamente la democracia"

Por: Tony López R.
febrero 25, 2019
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Elliott Abrams: el Fouché gringo entra en acción contra Venezuela
Foto: Gage Skidmore - CC BY-SA 3.0

Ha entrado en acción el señor Elliott Abrams, digno émulo de Joseph Fouché, el tenebroso exministro de Policía en la Francia de 1792 . Abrams luego de vivir en el más absoluto ostracismo, lo sacaron de la madriguera donde se refugiaba y lo han designado como director-encargado del golpe de Estado contra Nicolás Maduro.

Durante su gestión como subsecretario de Estado fue un importante apoyo a las dictaduras militares de la época (Honduras, Guatemala, Chile, Argentina, Paraguay, entre otras), donde se conoce que se cometieron los más atroces crímenes en nuestra región, todas con el amparo de Estados Unidos, donde Abrams era su principal escudero.

En el gobierno de George W Bush fue asesor de seguridad durante las guerras desarrolladas por Estados Unidos en Afganistán e Irak, intervención militar que causó miles de muertos en ambos países y que aún padecen del horror de estas ilegales acciones militares del imperialismo yanqui, cuyo objetivo, como en el caso ahora de Venezuela, fue apoderarse del petróleo y de las riquezas de ambos países.

Experto en operaciones encubiertas y alto funcionario del ultraderechista gobierno de Ronald Reagan, fue uno de los ideólogos del Documento de Santa Fe I y II y participó con el coronel Oliver North, Roger Noriega, John Negroponte y John Bolton en acciones directas y encubiertas con la CIA y la DEA en la operación Irán-Contra, operación dirigida para derrocar al gobierno revolucionario sandinista en los primeros años de la década del 80.

Este equipo, al frente del cual tuvo al coronel North, negoció con el Jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, la compra de varias toneladas de cocaína, que sirvió para financiar la contrarrevolución nicaragüense y reclutar y formar un verdadero ejército de mercenarios que operaban desde Honduras y Costa Rica, entrenados en territorio hondureño por el grupo 60, del Batallón 601 de inteligencia argentino, comandado por el coronel Santiago Villegas, cuyo verdadero nombre era José Hoyas y el Teniente Coronel Oswaldo Ribeiro (alias Balita), todos ellos represores durante la dictadura militar argentina.

Mientras que la droga era trasladada desde Colombia a la finca de un ciudadano estadounidense en Guanacaste, Costa Rica, por pilotos mercenarios, incluyendo algunos de origen cubano radicados en Miami, que, a su vez, la transportaban a la base de Ilopango en El Salvador recibida por los agentes CIA de origen cubano Félix Rodríguez Mendigutia en El Salvador y Luis Posada Carriles en la base de Palmerola, Honduras.

La droga, luego de llegar a ese destino, era reembarcada desde ambas bases centroamericanas en aviones C-130 de la Fuerza Aérea gringa a sus instalaciones en California, información recogida y manejada por la Comisión Kerry, del Congreso de los Estados Unidos, que interrogó a Elliott Abrams, cargos de los cuales se declaró culpable, pero ningún castigo recibió.

En esa época John Negroponte era embajador en Honduras, North era asesor de Seguridad Nacional del presidente Reagan y Abrams subsecretario de Estado. El manejo político diplomático y operativo de la conspiración contra sectores democráticos, revolucionarios y progresistas centroamericanos, fue brutal, pero especialmente contra Nicaragua, en esa época esa tarea estaba a cargo de Elliott Abrams, el mismo que hoy junto a John Bolton se encuentran dirigiendo la operación política, diplomática y militar contra Venezuela.

A esta demencial política agresiva de Estados Unidos contra Venezuela se le han sumado los 11 países latinoamericanos que forman el ilegítimo Grupo de Lima y la Unión Europea, en total 51 gobiernos los que, sin justificación alguna, se aprestan a provocar el derrocamiento, mediante una intervención militar al gobierno de Venezuela, mientras que el resto de los 142 países de los 193 reconocidos en ONU, se oponen a una acción militar y reconocen al gobierno legítimamente elegido de Nicolás Maduro Moro.

El habilidoso manejo de Abrams, incluyendo las dos reuniones con el canciller venezolano Jorge Arreaza, que descaradamente desmintió hasta que Arreaza demostró que él mentía, es la forma sombría, tenebrosa y traidora en la que este personaje actúa.

La política de aislar a Venezuela y sembrar la matriz de opinión de que Maduro es un dictador y que el pueblo venezolano está inmerso en una crisis humanitaria es falsa, aunque es cierto que escasean productos alimenticios y de medicamentos. Sin embargo, la responsabilidad de eso es del gobierno gringo, que ha provocado artificialmente tal situación al bloquear las cuentas del Estado venezolano, el comercio de alimentos y medicinas... todo para crear la crisis interna y llamar al pueblo a rebelarse.

Donald Trump y su gobierno se han apropiado impunemente, según cifras oficiales venezolanas, de 35.000 mil millones de dólares. Además, han aprobado sanciones de todo tipo para provocar la caída del gobierno revolucionario y bolivariano de Venezuela y lo real es que no han podido, han fracasado. Su lacayo, Guaidó, no hace más que fijar fechas para la caída, pero no lo logra y entonces acudió a pedir la intervención militar de Estados Unidos. ¿Qué clase de gobernante pide que una potencia extranjera intervenga en su país, a sabiendas de que lo que quiere es apropiarse de sus riquezas minero-energéticas? Esa solicitud del payaso Guaidó es grave y puede ser calificada como traición a la patria.

Lo que aparece en el tablero hoy es que ante el fracaso del golpe, se aprestan a presionar con la guerra sicológica de invadir militarmente al país, por eso están desembarcando tropas especiales en territorio colombiano, gracias al gobierno títere de Iván Duque y a un Estado Fallido, cuyos graves problemas internos, ha sido incapaz de resolver.

La pregunta obligada es: ¿Está el gobierno colombiano dispuesto a pagar el costo político, militar y económico de prestar su territorio para un ataque a Venezuela con tropas estadounidense? ¿Conoce el pueblo colombiano que un ataque militar a Venezuela puede provocar que legítimamente le respondan de manera contundente con un contra ataque y conlleve a graves pérdidas en vidas y destrucciones serias a su infraestructuras vial y a su economía?

Por último, los congresistas colombianos deben exigir al gobierno del aventurero Duque que Colombia no debe prestarse a ninguna acción contra países vecinos y convocar a sus seguidores a tomar las calles y exigir la paz, que basta ya de acciones guerreristas tanto dentro de su país, como fuera de sus fronteras.

La Constitución de 1991, de acuerdo al artículo 189 numeral 6 establece, que es el Senado, el que puede autorizar el uso militar contra otro Estado solo si es agredido, pero no para que su territorio sea utilizado para agredir a otro país.

Por lo tanto el Presidente Duque no tiene facultades para que el territorio colombiano sea usado para agredir o ingresar a la fuerza en territorio de otro país y por lo tanto está violando la Constitución.

La paz debe ser la bandera de lucha de nuestros pueblos, por eso se debe exigir a los gobiernos de los países que se están prestando a la demencial aventura de Donald Trump y su gobierno, abandonar ese apoyo a Washington, su política guerrerista y toda acción que viole el derecho internacional.

Lo que suceda en Venezuela en las próximas horas, días o semanas, que se ha enmascarado con el calificativo de ayuda humanitaria para encubrir una provocación que dé pie a la agresión militar, objetivo que ha quedado al desnudo por el traslado de fuerzas militares de EE. UU. a la frontera colombo-venezolanas, será responsabilidad de quienes de cualquier modo apoyaron. Por algo, la Cruz Roja Internacional y la Cruz Roja de Colombia declararon que no participarán en esa tarea, porque afirmaron que no se trata de una “ayuda humanitaria”.

De usar la fuerza y se produzca un solo muerto en Venezuela será responsabilidad de Juan Guaidó y de todos los gobiernos y personas, incluyendo los famosos cantantes, que actuaron en el concierto de la guerra en Cúcuta, por haberse prestado a provocar la violencia. La paz y la no injerencia en asuntos internos de cada país debe ser la consigna de los pueblos de nuestro continente.

 

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