Donald Trump jugó duro. Tres días después de reconocer a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela hizo una apuesta desafiante. Nombró a un halcón de amplia recordación en Centroamérica como responsable de los asuntos en ese país. Su misión es cerrar el cerco a Nicolás Maduro, empezando por un bloqueo financiero que congela las cuentas del petróleo y envía los recursos a Guaidó.
Ese es Elliott Abrams, 71 años, un diplomático de larga carrera que inició bajo el ala de Ronald Regan como subsecretario para Asuntos Interamericanos, después sería asesor especial de George W. Bush para la guerra de Irak.
Fue demócrata, nació demócrata, en una familia judía de Nueva York, sus compañeros de estudio en Red School House provenían de familias activistas de la izquierda neoyorquina. Después, en la más conservadora Harvard recibió un Bachelor of Arts y una maestría en Relaciones Internacionales en London School of Economics para culminar con un D.J. de la Escuela de Leyes de Harvard. Su giro a los republicanos se dio cuando decepcionado de Jimmy Carter hizo campaña por Reagan, y se afianzó al casarse con Rachel Decter –fallecida hace cinco años– la hijastra del editor neoconservador Norman Podhoretz, en 1980, con quien tuvo tres hijos. Por aquella época colgaba con orgullo una página de Gramma, el diario del Partido Comunista de Cuba, en cuyo titular de grandes letras se leía “Abrams es una bestia”.
Lo que sí, es una figura muy controvertida que se asocia con la operación que derrocó a Noriega en Panamá en 1989, con el escándalo Irán-Contra —uno de los principales de la historia reciente de Estados Unidos— por el que fue condenado en 1991 al ocultar información del tenebroso tinglado que destapó Oliver North consistente en la venta de armas a Irán para con esos dineros financiar a la guerrilla Contra, que luchaba contra el gobierno sandinista de Nicaragua. Bush padre lo perdonó y Bush hijo lo hizo su asesor especial para la política de Oriente Medio, que determinaría la invasión a Irak. Se asocia también a los excesos de los militares en El Salvador y tan pronto fue nombrado por Trump, la Agencia Venezolana de Noticias tituló “EE. UU. nombró como 'emisario en Venezuela' al mismo personaje que ejecutó el golpe de 2002”.
Abrams habla un español fluido, conoce muy bien este hemisferio, al decir del senador Marco Rubio, y al decir de Ronald Ratcliff en su libro Panama–The Enduring Crisis 1985-1989, tiene fama de pragmático, insistente y arrogante. También de duro “anticomunista”. Ha escrito cinco libros, entre ellos estos dos: "Undue Process, Security and Sacrifice" ("Proceso indebido, seguridad y sacrificio"), y "Realism and Democracy: American Foreign Policy After the Arab Spring" ("Realismo y democracia: la política exterior estadounidense después de la Primavera Árabe").
Iba a ser subsecretario de Estado bajo el liderazgo de Rex Tillerson pero Trump se opuso radicalmente y no le perdonó su dura oposición en la campaña presidencial. Sin embargo, el viernes pasado no tuvo la menor duda de que sería su mejor hombre para liderar las acciones en Venezuela.
Dos primeras declaraciones. Después de que el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunciara su nombramiento aseguró pragmáticamente “es una situación profunda, difícil y peligrosa”. Unas horas más tarde en su intervención del sábado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, fue más allá e indicó que "hoy existe un satélite presente aquí y es Venezuela, que desafortunadamente se convirtió en satélite de Cuba y Rusia”.
A las primeras palabras, siguieron las primeras acciones: el bloqueo financiero. Una medida que flotaba en el ambiente desde hace algún tiempo. Venezuela sigue siendo el tercer proveedor de crudo de Estados Unidos (9 %) y la paradoja es que presione con una mano y reciba con la otra 500 000 barriles diarios del petróleo de Maduro, que van primordialmente a Citgo Petrolum, que es la unidad de refinación de Pdvsa, Valero Energy, y Chevron.
Ahora, el dinero de esas ventas que al parecer irán hasta marzo, y es el único en efectivo que recibe Venezuela porque ni China, ni Rusia, ni Cuba entregan un dólar debido a que cambian deudas o servicios por petróleo, no se depositarán en las cuentas que han sido congeladas, y por el contrario irán a las de Guaidó.
La situación puede ser dramática porque el petróleo representa el 96 % de los ingresos de Venezuela y casi la mitad de sus exportaciones van a Estados Unidos. El gobierno de Trump estima que Maduro dejaría de percibir USD 11.000 millones el año entrante. Lo que sí se percibe ahora es la ola de rumores in crescendo de una intervención militar, aupados por la hojita de la libreta del asesor de Seguridad Nacional John Bolton, donde se leía “5.000 soldados a Colombia”. Washington no ha descartado la opción bélica, desde hace varias semanas. De esas sabe bastante el emisario de Trump.