En días recientes, el gobernador del Cauca, Elías Larrahondo, publicitó con bombos y platillos la firma del llamado Pacto caucano por la vida, los derechos humanos, el territorio y la paz, documento en el que, por enésima vez, se repite el compromiso de la institucionalidad de cumplir los principios básicos establecidos en la Constitución Política de Colombia y demás normas nacionales e internacionales, respecto al cuidado de la vida, honra y bienes de todos y todas.
Entendiendo la intencionalidad de llamar la atención de la opinión pública caucana, pero sobre todo la del gobierno nacional, sobre la, ya endémica, situación de crisis humanitaria que ha vivido y vive el departamento del Cauca, no se puede dejar de lado la poca eficiencia que respecto a esa misma crisis ha demostrado, al menos públicamente, la actual administración departamental del Cauca, en cabeza de Elías Larrahondo.
Llama mucho la atención que solo hasta estos días, cuando ríos de sangre han corrido por todo el territorio del Cauca y cuando los señores de la guerra nuevamente se pasean por caminos y veredas caucanas, al señor gobernador se le haya escuchado, de manera apenas audible, algún tipo de pronunciamiento dirigido hacia la institucionalidad nacional para reclamar su acción en este rico territorio, saqueado, excluido y olvidado por los políticos tradicionales del Cauca y de Colombia, finalmente emparentados en esa endogamia de la incompetencia y la corrupción.
Causa curiosidad que solo hasta después de completar la horrorosa cuota de víctimas del conflicto que registra el Cauca, en el que casi todas corresponden a firmantes del acuerdo de paz estable y duradero, pertenecientes a la desmovilizada guerrilla Farc-Ep, defensores de derechos humanos, ambientalistas, líderes de comunidades étnicas y campesinos, el flamante representante del norte del Cauca, territorio sobre el que confluyen todas las formas de exclusión y violencia sobre las comunidades étnicas y campesinas, se haya decidido, ahora sí, a llamar a esos mismos sectores, que él mismo desdeñó durante su campaña electoral, cuando decidió ir a engrosar las filas de los políticos de siempre, causantes muchos de ellos de esta situación, para hacerse elegir gobernador; a que acudan a su auxilio.
Claro que el acto político de la firma del Pacto caucano por la vida, los derechos humanos, el territorio y la paz debe ser ese primer paso para lograr movilizar a toda la sociedad caucana, en defensa de la vida y del territorio, pero, para que tal convocatoria pueda surtir el efecto deseado, se hace necesario que el accionar de Don Elías, sea más contundente. Se necesita, en primer lugar, que se decida, de una vez por todas, a sacudirse de la odiosa burocracia clientelista heredada de tiempos de sus antecesores en la gobernación, el uno, flamante senador de Cambio Radical y el otro, precandidato a lo que sea, para que pueda empezar a gobernar, como esperaban sus electores y el resto de la sociedad caucana.
También se espera que el llamado a los sectores sociales, que él abandonó en campaña para ir a engrosar las filas del senador Ortega; no solo corresponda a una acción publicitaria, en tiempos previos a elecciones de congreso, en las que su nueva casa política tiene intereses de renovar la curul de uno de sus antecesores y asegurar una nueva para el otro, sino que corresponda a un nuevo estilo de gobierno, en el que el mandatario departamental del Cauca, lidere con decisión, y sobre todo, con dignidad, el urgente y justo reclamo de real inversión social, así como de cumplimiento de los múltiples acuerdos firmados con esos sectores que está llamando a la unidad, por parte del gobierno central, hoy en manos de la extrema derecha colombiana.
Sí. Muy bueno el simbolismo político de la firma del Pacto caucano por la vida, los derechos humanos, el territorio y la paz, encabezado por el gobernador, Don Elías Larrahondo, pero lo que realmente esperan los sectores sociales ajenos a su nueva casa política y a la institucionalidad, son muestras reales de ese compromiso por la defensa de la vida y los derechos humanos. Las mayorías caucanas ya se están cansando de los discursos demagógicos de paz, acostumbrados por el titismo, las promesas de interlocución con el gobierno nacional del liberalismo oficial o del partido de la U. Este Cauca lo que necesita es que el primer gobernador negro que ha tenido el norte del Cauca se apropie de su papel de representante de los eternos excluidos y abusados del Cauca y que no solo se acuerde de ellos para frustradas coaliciones electorales o para reconocimientos fatuos, por una representatividad que al parecer solo es de papel, ya que en realidad muchos de ellos a esta hora parecieran estar viviendo el viacrucis eterno de los olvidados y reclamando del gobernador: ¡Elías, Elías, ¿por qué nos has abandonado?!
Posdata. Por si alguno de los escasos lectores de estas líneas tiene acceso al gobernador del Cauca: por favor, recomiéndele que hable con el Pollo López y le recuerde que es muy difícil publicitar un pacto por la vida y por los derechos humanos si se manda al odioso Esmad a golpear jóvenes caucanos frente a la gobernación y la alcaldía de Popayán, en el lustrosísimo Parque Caldas, de la Blanca y Señorial Popayán.