Elepé (Largaduración)
Opinión

Elepé (Largaduración)

Bendigo el avance de las cosas y al mismo tiempo abrazo el pasado y sus formas de escucha

Por:
noviembre 01, 2015
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Hace poco llegó a mi casa otra máquina del tiempo, y ahora anda reinando entre todos. Por el momento ha desplazado al álbum de fotos, al cajón de recuerdos y hasta al computador. Yo abro su tapa, y da vueltas, y los amigos y yo nos quedamos como ante un fuego sagrado viendo sus discos de vinilo dar vueltas en frente de nosotros. Unos recuerdan la vida de los bailes y otros, yo, hablo de la infancia, del tilín de los cuentos infantiles a la hora de dar la vuelta a la página, del escándalo nervioso cuando decía que quería manipular el aparato, del temor de rayar el disco, de la canción que sonaba una y otra vez, y sobre todo, del silencio de muerte cuando la aguja se dañaba y la gran Nivico quedaba apenas de mesa para apoyar la taza de café.

Lo que es la añoranza, lo que es el recuerdo, lo que significa la memorabilia. Mi nuevo tornamesa me ha hecho pensar en el regreso feliz a la dificultad. Ya no hay playlist, tampoco suena automática la banda, ya no puedo repetir y repetir la misma canción en forma obsesiva. Y estoy , ahí, otra vez, absorta viendo dar vueltas a mi música y sobre todo a mi nostalgia. Bendigo el avance de las cosas y al mismo tiempo abrazo el pasado y su formas de escucha.

Pensado en todas las puertas que le hemos hecho al tiempo para llevarnos por viajes largos y profundos he estado leyendo La máquina del tiempo de H.G. Wells y leo que al final, como todo, y como siempre, el único tiempo es el presente. Cualquier desplazamiento en él es pura ilusión.

Una silla portentosa es el escenario de la novela. Con palancas y extraños minerales logra lo que el pensamiento, ir y volver, en tiempo presente, hacia el futuro o al pasado y otras alucinaciones. Cuando logra su cometido va un lejano mañana en donde se ha avanzado tanto que todo parece haber retrocedido. La pregunta por el progreso en ese lejano ya 1895 daba su curva ascendente para luego replegarse al abismo de la humanidad perdida, al temor de no encontrar aquello que tal vez nos hace más interesantes y que es la paradoja misma del aquí y el ahora, de existir con la seguridad de un final.. feliz?

Hace poco celebramos el cumpleaños de la película Back to the future, aquella en la que Marty llegaba al mes de octubre de 2015. Para ese momento era posible soñar con que volaríamos en patinetas fluorescentes, la ropa se secaría de inmediato y la talla de la chaqueta se ajustaría con un botón, habría un jardín para alimentarse orgánicamente en medio del comedor. Pero, y aquí la paradoja implícita, tanto ir en la técnica  los hace —¿nos hace? — lucir un poco tontos.

Sobre la pregunta inicial que hizo que Robert Zemeckis escribiera el guión de Volver al futuro dijo que todo empezó viendo el álbum de fotos de su padre al graduarse del colegio, era el presidente de la clase y para el escritor se veía como aquellos que no soportaba mientras estaba estudiando… ¿podría el Robert del presente ser amigo de su padre en el pasado? ¿Podríamos sin la distancia del tiempo, devolvernos en los calendarios y ver la vida sin un poco de desilusión, sin la distancia benevolente de la nostalgia, sin la somnolencia de la memoria, sin el temor de un futuro que nos defraude?

En Medellín también tenemos nuestra cápsula del tiempo divertida e ingenua a la vez. Al celebrar el tricentenario de la fundación de la ciudad un libro, como una máquina, se editó para levantar el orgullo regional por las razones míticas de Medellín y se dejó un capítulo final para dejarle un mensaje a los que ahora estamos en presente y que fuimos anhelados como un sueño de lo que se alcanzaría al inicio del próximo milenio. Cuánta fe en la humanidad sin pensar que lo que se venían eran dos décadas de descenso y horror. Soñaron con que seríamos limpios y ordenados, en armonía y sin consumo. Qué dirían… ¿tal vez no verían un poco insufribles, también?

En nuestros sueños la vida futura rinde montones, el tiempo que pasa perezoso ahora no nos parece que acumula ya polvo, será por eso que la nostalgia brilla cuando prende el interruptor que mira hacia el pasado, es un poco miope, como yo.

Tenemos por fortuna la posibilidad de sentir, de preguntarnos, de viajar por las múltiples máquinas del tiempo que nos hemos hecho a la mano, de reírnos de nosotros y sentir toda la ternura de la que somos capaces por el bendito hecho de recordar desde lo más profundo que una moneda de doscientos pesos hace sonar mejor la aguja contra el vinilo.

Somos en el tiempo y el espacio, en el viaje que hacemos en ambas dimensiones. Creemos ascender, progresar, descender, envejecer, recordar y rejuvenecer. Adoro todas las máquinas del tiempo de las que dispongo y seguro con el paso de los años tendré otras y me serán queridas. Espero que la nostalgia, que cada vez se me hace más grata, esté en ese futuro que miro con mis ojos miopes, bien domesticada como buena mascota, y viva feliz, pero en el patio de atrás, como un producto más de mis viajes por el pasado.

El tiempo es una especie de Espacio.

@MRosarioEP

 

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