Hoy se ha levantado como de costumbre, Alfredo Molano a redactar su crónica taurina. Él, por ejercicio literario, sabe que la muerte del toro es la misma todos los días. Su función no es más que recrearla; por eso va amontonando palabras para sustentar sus tesis. En esto el hombre es un erudito; pero como diría Sartre: "Me admira cómo se puede mentir poniendo a la razón de parte de uno". Y sí que lo logra, pues donde se oyen los quejidos del toro, nuestro muy ilustre escritor ve poesía.
Es un poco extraño escribir este artículo, sobre un hombre que se ha dedicado a narrar la historia reciente de esta Colombia tan sufrida, y tener que hablar de cómo vuelve metáfora la barbarie del sacrificio público de los toros (pero aquí no queremos hacer una parodia del señor Molano; ni más faltaba). A él le gusta en este ámbito aplicar conceptos como el de: “tradiciones existenciales”. ¡Qué bien suena esa palabra, qué mezcla de antropología y filosofía!, para sacar al toro del corral y llevarlo legítimamente al ruedo, dizque para volverlo arte e historia, como si la sangre del animal fuera de mentiras.
Alfredo Molano ya lleva ocho líneas de su artículo, lo ha ido rumeando el fin de semana. Para él claro está, que los animales no se victimizan. Pues literalmente hablando, no se ha recibido la primera queja todavía. Es muy sencillo ponerla. Si algún toro me está leyendo, que venga y la radique, mire que no es necesaria la autenticación en notaria.
Sigamos hablando, del toro que nos ocupa, de don Alfredo Molano y su cariño septuagenario por esa hispánica herencia de las corridas. En este momento a tremendo intelectual le da risa, a escrito unas líneas tan interesantes sobre la vida de los toros en el criadero. ¡Qué ternura de existencia! Es tan bonito lo que dice, que si el toro lo supiera, besitos le daría.
Don Alfredo, mis respetos para usted que se ocupa y preocupa por lo que somos como sociedad, o mejor dicho como sociedades tan diferentes y desabridas Gracias señor de palabras sabías, por ayudarnos a decirle “adiós a las armas”. Ojalá, un día no muy lejano, le podamos decir un adiós definitivo a la muerte de los toros en la plaza pública. Todo lo anterior, si se quiere, puede verse como una inocente ironía; es una especie de olé, olé, sin capote y sin banderillas.
A terminado de escribir su artículo, Alfredo Molano ¡Bravo!; apellido no heredado de los toros de lidia.
