Tuve la oportunidad de participar el pasado 2 de agosto en la XIII Cumbre de Comunicación Política llevada a cabo en Lima-Perú. Hoy, en el primer día de gobierno de Iván Duque vale la pena compartirla con los lectores.
Después de la jornada electoral de segunda vuelta presidencial en Colombia y una vez conocidos los resultados, la reacción de algunos que votaron por Gustavo Petro fue expresar en las redes sociales y en la calle “la gente es muy ignorante votar por Duque, por Uribe otra vez”, “país de mierda”, entre otras expresiones propias de la tristeza de la derrota. Este hecho me generó un complejo interrogante: ¿qué y cómo comunicaron los dos candidatos enfrentados en la segunda vuelta? Pensar en este interrogante es considerar los aspectos más relevantes de la comunicación, sin embargo, quisiera empezar por los receptores del mensaje, es decir por los votantes, centro y eje de cualquier campaña política y los encargados de llevar a la victoria a los candidatos.
Hablar de los votantes es reflexionar sobre sus visiones del mundo y de la necesidad de conocerlas a fondo para construir el mensaje, que más allá de verse reflejado en propuestas de gobierno movilice al electorado a las urnas. Esto lo hizo perfectamente la campaña de Iván Duque y tiene como antesala la estrategia utilizada por Álvaro Uribe Vélez en sus campañas políticas para Senado (desde el 2013) y que siguió desarrollando una vez electo y se consolidó en el marco de la negociación de paz en La Habana, el mensaje desde entonces se ha convertido en un mito, una mentira repetidas miles de veces, una rareza llamada “castrochavismo”, esta palabra se instaló en el imaginario colectivo y aunque muchos no sepan que signifique les da terror, mueve emociones, es una placa tectónica en los cerebros de mucha gente.
Todas las palabras se definen en relación con marcos conceptuales, se oye una palabra y de inmediato se activan en el cerebro unos circuitos neuronales que ejecutan el pensamiento, el cual como ya lo había afirmado Freud y otro centenar de psicólogos, lingüistas cognitivos, etc., es inconsciente. Esto lo podemos palpar al escuchar a la gente hablando de “castrochavismo” sin saber qué significa esto (bueno nadie lo sabe), pero al mismo tiempo asociándolo a una serie de ideas relacionadas con: izquierda, Chávez, Castro, comunismo, Farc, expropiación, Venezuela, amenaza interna, amenaza a la propiedad privada, etc. Esta palabra no solo se incrustó en las personas adeptas al partido de Uribe y de Duque, sino que se trasladó a mucha gente de ideología de izquierda, intelectuales, periodistas, “apolíticos”. Este epíteto se coló en todos los medios masivos de comunicación, en las redes sociales, a través de memes, videos, hashtags.
De este mito se fueron generando otros, el dispositivo del “castrochavismo” se fue convirtiendo en el marco conceptual de una clase política en cabeza del partido Centro Democrático que contó con la matriz mediática de los medios masivos de comunicación y se instaló, no solo en la campaña del No en el plebiscito de la paz, sino que también permeó la campaña electoral presidencial de este año; lograron imponer tanto este marco, que la campaña adversaria de Gustavo Petro emitía mensajes relacionadas con este mito y tratando de negarlo lo evocaba aún más, de esta manera en varias entrevistas, videos, publicaciones en redes sociales emitió palabras pertenecientes y relacionadas al castrochavismo.
El dispositivo “castrochavismo” es tan fuerte, que aun después de las elecciones se sigue activando de lado y lado, es tanto su poder que al planteárseme el tema de este debate: los mitos y leyendas en las elecciones presidenciales en Colombia, pensé que más que enumerarlos era necesario hablar de los efectos de un marco conceptual que deviene en discursos míticos y porque no distópicos, que definen la agenda política del país, las elecciones, no solo las que ya pasaron presidenciales y de congreso, sino también las locales que se desarrollarán en el 2019, pues la crisis en el vecino país se ha puesto por encima de los graves acontecimientos diarios de Colombia y esto gracias a un miedo colectivo de perder lo que nunca se ha tenido o de equiparar las reformas más mínimas con expropiación de la propiedad privada, ejemplos estos que representan la manera inconsciente y emocional con que los electores van a las urnas, pero dejemos que los ejemplos tomados de las redes sociales de los candidatos representen mejor todo este entramado.
Vemos como del miedo de perder lo que nunca se ha tenido se construyó una noticia falsa, una supuesta propuesta de la campaña de Petro de quitar unas casas para entregárselas a otros. Faltando pocos días para la segunda vuelta en ciertas manifestaciones de apoyo a Petro en las calles de Bogotá se ve en un video que me llegó y lastimosamente no lo pude encontrar a un señor muy bravo gritando “brutos chavistas les van a quitar las casas”. Personas que viven de lo que hacen día a día, después de las elecciones de la segunda vuelta decían “menos mal no ganó Petro yo estaba ya pensando que me iban a quitar la casa para dársela a otros”.
El mito del “castrochavismo” que un comienzo parecía un significante vacío,
se revistió de los miedos, rabia y otros sentires
de muchos colombianos
El mito del “castrochavismo” que un comienzo parecía un significante vacío, se revistió de los miedos, rabia y otros sentires de muchos colombianos y fue construido con base en lo que pasa en Venezuela y la instalación del proceso de paz entre Farc y gobierno colombiano y le antecede un marco conceptual impuesto hace años y que se consolidó durante los gobiernos de Uribe al tildar toda oposición de insurgente, después con ayuda de los medios de comunicación logró instalarse en el imaginario colectivo, incrustarse en la identidad de muchos al punto de dividir la opinión pública. El marco evolucionó en lo que ahora conocemos, vemos en las redes y se activa en nuestras mentes con la palabra “castrochavismo” y más allá de si existe o no; si es verdad o mentira, lo que sí es verosímil e inteligible es que lograron encajarla en una matriz moral que determinó la victoria de un candidato en Colombia.
El antecedente de ese marco conceptual llamado “castrochavismo” empieza con un storytelling implantado desde el año 2002 por el señor Álvaro Uribe Vélez con su campaña electoral a la presidencia de la república y tiene como punto de partida el final no feliz de la negociación de Andrés Pastrana con la insurgencia es ahí donde él surgió como el único y capaz de resolver la situación que ese proceso de paz fallido había ocasionado, Uribe enmarca esa situación en la seguridad, lo que le valió su reelección en 2006, seguido de la continuidad de la historia que creó y que el candidato próximo debió seguir contando para ganar y fue así que bajo los marcos conceptuales de “Para seguir avanzando” y “Porque retroceder no es una opción” del candidato Juan Manuel Santos adoptaron la misma lógica, suscitando esencialmente el miedo.
Lo anterior, lo referencio para hablar de un segundo mito en estas elecciones y tiene que ver con el carácter que Iván Duque le impregnó a su campaña; cambio no continuidad. Si como candidato a la presidencia del año 2010 Santos era el que dijo Uribe, ¿qué pasó con su storytelling? ¿Cuál fue el hecho que perturbó la línea de la historia para que Duque enmarcara su campaña en un cambio?
Una vez es elegido presidente de la república, Santos empezó a buscar maneras de que las Farc negociaran su accionar armado en un proceso de paz, al lograrlo en el 2012, Uribe retoma su historia y pone de villano a Santos, siendo la única diferencia entre ellos la negociación con Farc y las ayudas que ofrecieron Venezuela y Cuba para lograr un acuerdo de paz. Porque si vamos a un análisis de los resultados de gobierno de Santos y los comparamos con las propuestas de Duque vamos a notar estrechos márgenes de diferencia programática y de gobernanza y con hechos podemos demostrar que de cambio muy poco, pero mi idea no es centrarme ahí sino en el marco conceptual impuesto por Uribe y su partido al declararse fuerza opositora de un gobierno castrochavista y pro Farc, idea esta que reforzó la campaña de Óscar Zuluaga, el que dijo Uribe en 2014, y sobre todo animó y construyó una campaña de desprestigio al proceso de paz que dio como ganador el No en el plebiscito que refrendaría los acuerdos de La Habana, demostrando con esto una vez más que la única diferencia entre Uribe y Santos se llama proceso de paz, por lo cual no es verosímil hablar de una campaña de cambio, pero como entramado mitológico y movilizador de miedo y esperanza, funcionó.
El tema de este panel ha sido exigente y al mismo tiempo formativo para mí como política y ser humano porque me ha permitido ir a las entrañas, no de los votantes sino de los seres humanos, de mis compatriotas y sus conexiones neuronales para comprender el fenómeno de un storytelling, de unos marcos conceptuales tan anclados en nuestra cultura política y difíciles de reemplazar por sentires y acciones que nos lleven a suscitar cambios como sociedad para lograr al menos un poquito menos de violencia e indiferencia. Sin embargo, también sé que desde las campañas de sectores diferentes a los que ganan en Colombia, algo nos ha faltado, aún nos persiguen viejos paradigmas.