Son muchas las agendas que se comienzan a posicionar de cara al debate electoral para el cambio de gobiernos locales y departamentales a realizarse el 29 de octubre del presente año y una vez se formalicen en la Registraduría las candidaturas que van a competir, el asunto pasará de los eslóganes y las consignas generales a un conjunto de propuestas que buscarán corresponder a la demanda ciudadana de respuestas institucionales que estén debidamente informadas de la situación de los respectivos territorios y de sus relaciones de posibilidad concreta en el marco de gestión pública actual.
En el caso de las grandes ciudades, las encuestas que son solo una forma de consultar y a veces direccionar la opinión pública van marcando prioridades sociales representadas en asuntos como la seguridad, el empleo y la movilidad; de esa forma se expresan los niveles de incertidumbre y angustia social que vivencian los pobladores urbanos a estas altura del siglo XXI. Sin embargo, parece prudente recordar que una propuesta de gobierno y una estrategia de gestión no se agota en un plan de demandas ciudadanas, que las encuestas son solo una mirada parcial de las realidades complejas que nos arropan y que por lo tanto se necesitan diagnósticos más integrales y debates informados entre los aspirantes a gobernar y los electores, sobre las ideas de ciudad que podríamos transar, mediados por las elecciones.
Antes de ir a las propuestas de las respectivas candidaturas, las ciudadanías deberíamos requerir suficiente información sobre el estado de las finanzas y las políticas públicas en curso, a nivel de los departamentos y municipios; un poco para reconocer las posibilidades reales de gestión y no dejar que nos estén proponiendo hacer puentes donde no hay ríos; es decir, para que las demandas se trasladen a propuestas de respuesta, pero con posibilidades ciertas y garantías concretas.
Igualmente es necesario que tengamos en cuenta la relación entre asuntos locales, en el orden poblacional, territorial y sectorial; aspectos que indican necesidades cotidianas, inmediatas, sentidas, por ejemplo en aspectos como la sostenibilidad ambiental, la reactivación económica, el problema de inseguridad y convivencia, en relación con enfoques y estrategias más generales desde los cuales se están explorando alternativas nacionales y globales, como son la adaptación al cambio climático, la transición energética y la emergencia de nuevas economías del cuidado. No se trata de que las campañas de marketing nos cojan cansados, irreflexivos, y nos despachen las elecciones, recurriendo al uso invasivo de las tecnologías digitales y con discursos de propagandas personalistas, pero sin ningún compromiso razonablemente sostenible.
Sabemos que el asunto grave de la corrupción tiene su fuente inicial siempre, antes de las elecciones, en las reconocidas alianzas espurias que después significan desfalco al erario
En ese mismo orden de ideas es fundamental que los y las aspirantes, así como los partidos, movimientos y personas que les avalan para lanzarse a la competencia, evidencien claramente el entramado social, financiero, político que les sustenta, comenzando por examinar muy bien la situación jurídica y el perfil profesional y ético de las respectivas candidaturas, pues desde el comienzo se requiere que brinden las garantías de transparencia y probidad que la sacralidad de lo público requiere en su representación y administración. Sabemos que el asunto grave de la corrupción tiene su fuente inicial siempre, antes de las elecciones, en las reconocidas alianzas espurias que después significan desfalco al erario.
Todas y todos tenemos la responsabilidad de elegir bien. Para que no nos agobien los estilos en boga de asimilar la elección de gobernantes a las ferias de banalidades y escándalos, tenemos la oportunidad de actuar suficientemente informados y con un discernimiento ético reposado, para votar asertivamente a las y los gobernantes que tendrán la tarea de liderar procesos como la actualización de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), la reactivación económica, la superación de la fractura social, entre muchos otros asuntos necesarios para conquistar los bienes comunes que nos permitan avanzar en la concreción del derecho a la ciudad y la reconciliación urbana. En otras palabras, si la tarea es relanzar una sociedad y un Estado con más compromisos concretos con el cuidado de la vida, el esfuerzo es de todos y todas, no lo podemos delegar; nuestro voto vale y hay que dignificarlo con procesos de reflexión y espiritualidad democrática.