La convocatoria por el Consejo Nacional Electoral de nuevas elecciones en Venezuela pone al presidente Iván Duque ante la disyuntiva de aceptarlas o de rechazarlas. Las ha convocado para el 6 diciembre de este año. Su amigo y conmilitón Juan Guaidó ya las rechazó, con el argumento que van a ser “una farsa”, como lo fueron para él las de 2018, que permitieron la reelección de Nicolás Maduro por 6, 2 millones de votos. Y el presidente Trump ni se ha molestado en referirse a ellas. Sigue creyendo que las drásticas sanciones económicas y financieras impuestas al hermano país, el cerco diplomático y los sabotajes y las operaciones encubiertas ejecutadas por mercenarios y paras terminaran por entregarle el poder en bandeja de plata a Guaidó, el “ presidente interino”.
Duque, como bien sabemos, ha apostado hasta ahora todas sus cartas al “plan Guaidó” pero creo que ha llegado la hora de que recapacite y piense si es del interés de Colombia seguir en ese juego. Y cuando digo “el interés de Colombia” me refiero, en primer lugar a sus intereses políticos, porque el apoyo irrestricto a Guaidó vulnera la Carta de las Naciones Unidas que consagra el principio de no injerencia en los asuntos internos de un país, incorporado a dicha carta como respuesta a la reiterada vulneración del mismo por las grandes potencias. A Colombia, que no es una gran potencia evidentemente, no le conviene seguir avalando, como lo ha hecho hasta ahora, un plan que supone la injerencia descarada del gobierno de Washington en los asuntos internos de Venezuela.
En un futuro los colombianos podríamos elegir un gobierno que tome medidas como las de subir significativamente los impuestos a las multinacionales, obligarlas a la transferencias de tecnología o sancionarlas por graves daños medioambientales que irriten al gobierno de Washington hasta el punto de querer sancionarnos. Entonces descubriríamos cuán importante son los derechos internacionales que consagran la soberanía de los países de la periferia del mundo y la defienden de las injerencias extranjeras. Y qué mal hicimos cuando colaboramos activamente en los planes de Trump para derrocar al gobierno de Maduro.
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A las razones políticas para abandonar el plan Guaidó, hay que añadir las de tipo económico
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A las razones políticas para abandonar el plan Guaidó, hay que añadir las de tipo económico. La pandemia ha puesto nuestra frágil economía de rodillas, por decir lo menos, y poco o nada hará por la recuperación de la misma perpetuar el bloqueo y la hostilidad hacia el gobierno que ejerce efectivamente el poder en Venezuela. Lo que nos conviene en realidad es normalizar a la mayor brevedad posible las relaciones con nuestro vecino, con el fin de que recobren su brío e intensidad los intercambios económicos y comerciales que en el pasado tantos beneficios nos trajeron, debido a la complementariedad de nuestras economías. No podemos seguir jugando, como bandidos, al contrabando de gasolina y al mercado negro de divisas.
Cierto, la opinión pública colombiana tiene serias dudas sobre el carácter democrático del gobierno venezolano. Pero intuyo que una parte significativa de la opinión pública ya no está tan convencida de que Juan Guaidó sea un demócrata intachable. Como tampoco que la mejor manera de restaurar la democracia en Venezuela pase por destruir al país, tal y como lo han hecho los Estados Unidos en Afganistán, Iraq o Libia, para citar los ejemplos más recientes. Por lo que el gobierno de Duque respondería mejor a estas preocupaciones de los demócratas colombianos abandonado su papel de agente de una solución violenta e impuesta desde fuera y adoptando, en cambio, el papel de un mediador entre las partes en conflicto, que busque decididamente una salida pacífica y democrática al mismo.
La convocatoria de las elecciones del 6 de diciembre ofrece la posibilidad de que nuestro presidente adopte ese nuevo papel. Para empezar puede reconocer su legitimidad a cambio de la aceptación por el gobierno de Maduro de una supervisión internacional de la misma y de un conjunto de medidas que garanticen la libre participación de la oposición y, desde luego, el compromiso firme de Maduro de respetar sus resultados cualquiera que ellos sean.