Según el calendario electoral actualmente vigente en Venezuela este año deben celebrarse elecciones parlamentarias. Ante las que los colombianos tenemos que decidirnos por una de estas posiciones políticas alternativas. La primera sería la de rechazar su convocatoria y realización con el argumento de que serían tan fraudulentas como todas las realizadas hasta la fecha en el hermano país. Y que por lo tanto habría que desconocer los resultados de las mismas. Una actitud que vendría ser la única posible para quienes piensan que el Nicolás Maduro es un dictador que jamás celebrará unas elecciones libres. Y que por lo tanto la única manera de deshacerse de él es derrocándolo.
La otra posición sería la que, concediendo en gracia de discusión Maduro es un dictador, apoya la celebración de dichas elecciones porque las mismas ofrecen la posibilidad que los partidos de oposición a su gobierno ganen la mayoría, limiten significativamente el poder de Maduro y mejoren sustancialmente la posibilidad de ganar las elecciones presidenciales previstas para el 2024.
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Una salida reformista aprovecha la legislación y las instituciones políticas generadas por el chavismo, para hacerse con el poder
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Esta última es desde luego una salida reformista, que aprovecha la legislación y las instituciones políticas generadas por el chavismo, para hacerse con el poder. Y como toda política reformista supone un compromiso político, un acuerdo entre el chavismo y la oposición, que al mismo tiempo que obliga al chavismo a ofrecer garantías efectivas a la oposición, compromete a la oposición a renunciar a la violencia y a desechar cualquier tentativa golpista. Y cualquier llamamiento a una intervención militar extranjera.
Colombia como país debería condicionar su apoyo a la celebración de las próximas elecciones parlamentarias venezolanas a una reforma del actual Consejo Nacional Electoral venezolano que permita la incorporación al mismo de representantes de los partidos de oposición. Y debería ganar legitimidad para hacer esta y otras exigencias tendientes a garantizar la limpieza de dichas elecciones, poniendo fin al reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino del hermano país. Al fin y al cabo, él no lo es ni de hecho ni de derecho. Es un líder de oposición que puede llegar a ser presidente de la república bolivariana si renuncia a imponerse por la fuerza.
Como decía mi abuelo: "Es mejor un mal arreglo que un buen pleito".