"Aparece así otro temple de política en el que juega la moral práctica, la sociedad civil, la cultura popular, los movimientos sociales, el respeto por los derechos humanos, y la defensa de la paz y el medio ambiente como elementos de una nueva razón utópica para nuestro tiempo". Orlando Fals Borda.
Se avecinan las primeras elecciones regionales y locales en tiempos de posconflicto, en las que en virtud de la implementación de los acuerdos y las normas que la regulan debutará la Circunscripción Especial de Paz, se avanzará en el esquema gobierno-oposición y se podrá cambiar el ecosistema político regional a través del florecimiento de nuevos liderazgos o mantenerse igual con el resurgir de los viejos esquemas tradicionales que se niegan a ceder su porción de poder. Es un tremendo volado.
En ese caso, lo que sí es necesario analizar es que hay una experiencia coyuntural del impacto de la solución política dialogada al conflicto armado en el régimen político colombiano, que se ha experimentado por ejemplo con la distribución del actual Congreso de la República y el comportamiento del tríptico de las bancadas de oposición, de los independientes y del gobierno, que podría irradiarse a otros escenarios políticos del país, que posicionaría la cuestión de que las mayorías aún no están claras, sino que emergería otro ejercicio del sistema democrático.
Entre los sectores políticos alternativos todavía se denotan matices de dispersión. La fundación de un nuevo partido alrededor de la Coalición Colombia Humana está en la cuerda floja y la conformación del nuevo Consejo Nacional Electoral no sería prenda de garantía para que sea aprobado su reconocimiento como organización política con personería jurídica. La declaratoria de algunos partidos de la otrora Unidad Nacional como independientes; de los Verdes y el Polo, de los integrantes de la Lista de la Decencia en oposición, exceptuando a la ASI que bajó los brazos como partido de Gobierno, apartándose de la decisión de MAIS, UP, Progresistas, Fuerza Ciudadana y Nuestro Partido es Colombia, después de participar en alianza al Congreso de la República y lograr la personería jurídica, deja una lección que no solo reflejó la debilidad de la duración de una alianza de este tipo, sino que puso en el ojo del huracán el impacto de las listas unitarias y la trascendencia de la Coalición, que obtuvo más de 8 millones de votos, alrededor de la candidatura de Gustavo Petro.
Se han movido los cimientos del establecimiento, con una oposición reflexiva en ciernes, que estuvo a punto de ganar la presidencia, que ahora enfoca la esperanza en las elecciones regionales y locales, no solo en las ciudades capitales y de la periferia en las que superó las expectativas en la segunda vuelta como Cartagena, Barranquilla, Cali y Santa Marta, sino volver a ganar para recuperar para la gente a Bogotá. Es allí en la capital en donde el experimento debe concretarse en un acuerdo político entre las fuerzas alternativas, dirigido a pactar los puntos básicos del programa común y el procedimiento adecuado para escoger una candidatura unitaria vía consultas internas de partidos y movimientos y una consulta inter y transpartidista, entre las precandidaturas escogidas, que deberá ser antes de la inscripción de listas al concejo, para que quienes se postulen a la mencionada consulta y sean derrotados, participen de la elección de los miembros de esta corporación pública. Lo que es posible también se replique en otros lugares donde haya opción de poder regional o local o sirva para consolidar un bloque alternativo, que se una en torno a una política de alianzas electorales, con otros sectores democráticos.
Ojala se pensará en fortalecer los partidos y movimientos políticos existentes en su democracia interna, su formación de líderes y cuadros, su participación electoral y su función de control político, como enlace entre la sociedad civil y el Estado, en vez de conformar nuevas organizaciones. En ese escenario, la gran Coalición por la Paz, la Democracia y la Vida, que se consolidó con Colombia Humana, avanzará hacia una liga de partidos y movimientos de vanguardia, en sede de la convergencia. Una especie de concertación política de segundo piso, o una confederación de partidos y movimientos políticos que concrete la unidad de acción política, en medio de la diversidad del pluralismo, construya el discurso, centre el debate público, fluya en red la información y las causas que se reivindiquen, desde diversos espacios, y, ante todo, dialogue y logre los pactos políticos entre las fuerzas alternativas, para el subrayado programa común de concertación, las candidaturas unitarias a alcaldías y gobernaciones o la estrategia de alianzas y listas de coalición a las corporaciones públicas de elección popular, para que desde la base territorial y el empoderamiento ciudadano, se edifique la opción real de poder en 2022.
Si vamos dispersos nos derrotan. Ya está bueno de votaciones decentes para dejar constancias históricas. Hay que reconstruir la gobernabilidad local y regional con propuestas alternativas de cambio frente a los vacíos de poder que fueron en muchos aspectos las raíces del conflicto social, armado y político. Las condiciones están dadas para lograrlo. Como diría el difunto mártir de las causas populares Salvador Allende, a 45 años de su inexplicable muerte: “La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Es el momento. Hay que ganar.