En las últimas seis elecciones presidenciales el tema fundamental fue siempre cómo manejar la guerra. Ahora volvemos a la elección y el tema está refundido porque el acuerdo de paz de La Habana, así lo haya cumplido el gobierno con desgano y las Farc le hayan hecho el quite parcial con altivez provocadora, funcionó para que el país entendiera que es mejor la paz que la guerra, que es fundamental una justicia reparadora y no una vengativa.
El columnista Augusto León Restrepo hizo hace unos días en La Patria de Manizales una pregunta al garete a los candidatos presidenciales sobre cuál es el criterio que cada uno tiene frente a las seis guerras que hoy se están librando en territorio colombiano. Muy importante saberlo porque ante la fragmentación de los grupos alzados en armas después de la firma del acuerdo de paz en La Habana, a más del ELN y el Clan del Golfo, surgieron presuntas disidencias de las Farc agrupadas más por regiones y comandantes que regidos por la vieja pirámide estalinista que con tanto celo mantuvieron Tirofijo, Cano y Timochenko. Es de tal magnitud las divisiones y subdivisiones que bien pueden ser tantas guerras regionales cuantas agrupaciones disidentes se amparen todavía bajo las siglas de las Farc.
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Ni los de la Nueva Marquetalia ni los de la Adán Izquierdo, ni los del Frente 33 que acaba de poner las bombas de Bogotá, ni los del Catatumbo ni los de Arauca ni los dos o tres del Cauca tienen obediencia a un comando general
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Ni los de la Nueva Marquetalia ni los de la Adán Izquierdo, ni los del Frente 33 que acaba de poner las bombas de Bogotá, ni los del Catatumbo ni los de Arauca ni los dos o tres del Cauca ni los otros más que ejercen dominio armado sobre algunos territorios tienen obediencia a un comando general, convirtiéndose independientemente cada uno de esos grupos en los convocantes y hacedores de una serie de guerritas que no alcanzan los titulares de las noticias. El Estado, lo dice muy bien el columnista de La Patria, libra guerras reconocidas contra el ELN, las AGC del Golfo, los Pelusos en el Catatumbo y cada una de las agrupaciones disidentes de Farc que operan en al menos 12 departamentos. A su vez, el ELN libra sus guerritas contra sus congéneres de AGC y los de la Segunda Marquetalia. Y como si fuera poco, las disidencias de Farc que ni les tributan ni participan ni comparten patrimonios en enfrentan entre pares.
A todas esas guerritas nos hemos ido acostumbrando y disminuyendo noticiosamente su vigencia porque sus actuaciones quedan muy lejos de Bogotá. Pero ahora, cuando una de ellas traslada con bombas asesinas la batalla a la capital de la nación y las agrupaciones del Norte del Cauca y de la Costa Pacífica parecen estar esperando la ocasión para volverse a meter con Cali y Popayán, como cuando los días del Paro, el panorama exige de parte de los candidatos presidenciales un planteamiento claro y contundente frente a ellas. Las aguas tibias no dan votos.