Elecciones en Brasil y advertencias para el movimiento popular

Elecciones en Brasil y advertencias para el movimiento popular

La revolución democrática contra el imperialismo, el colonialismo y el patriarcado solo comienza con la toma del poder, pero no se puede consumir únicamente en este objetivo

Por: Tiberio Gutiérrez
octubre 31, 2018
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Elecciones en Brasil y advertencias para el movimiento popular
Foto: Instagram @jairmessiasbolsonaro

Los resultados de las elecciones presidenciales en Brasil no dejan ninguna sorpresa. Es más, me parece que la diferencia entre Bolsonaro, el candidato de la ultraderecha, y Fernando Adad, el candidato de Lula y el PT, 55% - 45% respectivamente, no es tan abismal como lo pronosticaban las encuestas. De cualquier manera es inobjetable el triunfo de Bolsonaro, que en últimas no es más que la victoria de los grupos de fanáticos cristianos y de las grandes multinacionales del gran capital con el establecimiento mediático a la cabeza.

Obviamente, este triunfo electoral hace parte del resurgimiento de la ola conservadora y fascistoide a nivel mundial que continúa arrasando con las propuestas de los gobiernos progresistas en América Latina y en el mundo entero. Si queremos estar preparados teórica, política y programáticamente para asumir la lucha por la democracia en esta etapa de la correlación de fuerzas a nivel mundial y latinoamericano, averiguar las causas de semejante retroceso es una obligación moral y política de los movimientos progresistas y democráticos del continente.

Ante los retrocesos de los procesos políticos progresistas en Argentina, Ecuador, Perú, Paraguay, Nicaragua, Honduras y de cierta manera en Colombia, y ante la profunda crisis de Venezuela, fundamentalmente por el bloqueo económico del imperialismo y por la corrupción interna, y ahora en la cresta de la ola reaccionaria con la victoria en el Brasil, a la corriente democrática de América Latina no le queda sino la victoria de López Obrador en el México de Juan Rulfo, de Octavio Paz y de Carlos Fuentes, con la tremenda expectativa de que este proceso no se vaya a estrellar contra los designios del imperio que ahora quiere levantar el muro de la ignominia y de la indignidad en sus fronteras, y sabotear los procesos económicos integracionistas para enfilar a las multinacionales contra un programa democrático de avanzada.

Por eso es importante y decisivo para el movimiento popular tomar atenta nota de las posibles causas que llevaron a la derrota electoral en el Brasil y en todos los escenarios políticos antes mencionados. No se explica uno cómo el Partido del Trabajo (PT), con un líder tan carismático como Lula da Silva, nacido de las entrañas del proletariado industrial, que estuvo con su partido en el gobierno durante casi 20 años, esté ahora en la cárcel purgando presuntos delitos relacionados con el ejercicio del poder. Además, cómo explicar después de semejante periplo progresista y popular, la separación del gobierno de Dilma Rousseff, también acusada por el presunto manejo inadecuado de los fondos del presupuesto nacional, y la andanada de la corrupción en los altos funcionarios ejecutivos del gobierno.

No se sabe qué es más difícil para las fuerzas democráticas, si tomar el poder o administrar el gobierno. Llegaron al poder y se durmieron en los laureles, convencidos de que habían coronado la tarea democrática, y para poder tener una gobernabilidad manejable negociaron las alianzas políticas sin tener en cuenta los principios, dejando a un lado la formación ideológica y política de las mayorías populares que, resueltos en gran parte sus problemas económicos más acuciantes, olvidaron la situación de miseria en que se encontraban y le dieron la espalda al movimiento precisamente por la falta de una orientación ideológica y política correcta.

Entraron triunfantes a construir la democracia representativa y olvidaron la democracia participativa de las mayorías populares. Del mismo modo, se engolosinaron con el ejercicio autocrático del poder y olvidaron la organización de las masas populares, haciéndole más caso al modelo de desarrollo económico neoliberal dictado por los organismos multilaterales mundiales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y demás entidades de las multinacionales que dominan el mundo con el capital financiero internacional.

La crisis del sujeto histórico revolucionario es uno de los problemas más complejos de resolver en esta encrucijada paradójica en que se debate la humanidad. El cambio climático pone en peligro la existencia misma del planeta y de la humanidad sin que los gobiernos de las multinacionales se decidan a enfrentar el problema para no malograr el modelo de la acumulación capitalista por encima de la supervivencia del planeta.

Ante estas circunstancias las mayorías de los pueblos andan desorientados por las multinacionales del espectáculo, por el establecimiento mediático, acudiendo a cuanta superchería de brujería religiosa se le presenta como un lenitivo para sus grandes males; con el individualismo corrosivo haciendo su agosto en los círculos corruptos del poder y expandiendo su ejemplo como verdolaga en playa en las mayorías que se debaten en la miseria y en la desesperanza, sin encontrar la organización política que les transmita la confianza y la fe en la unidad de la lucha popular.

Por eso no es gratuito que se presenten fenómenos como el de Álvaro Uribe en Colombia, el de Trump en EE. UU. y ahora el de Bolsonaro en Brasil. Una gran crisis de valores carcome como un comején los principios más sagrados de la democracia, blandiendo como “los heraldos negros” de César Vallejo las banderas sangrientas del modelo de acumulación capitalista neoliberal.

Las lecciones están a la vista, solo falta el sujeto político organizado que asuma el poder con un programa democrático viable desde la participación electoral, la lucha parlamentaria y la movilización de masas, para enfrentar la corrupción de este modelo económico neoliberal que está destruyendo la nacionalidad colombiana y latinoamericana.

Con la experiencia del Brasil no podemos olvidar que la revolución democrática contra el imperialismo, el colonialismo y el patriarcado solo comienza con la toma del poder, pero no se puede consumir en este objetivo so pena de terminar con una gran frustración en las garras del imperio financiero internacional.

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