Este domingo 2 de octubre 156,4 millones de personas aptas para votar en Brasil elegirán presidente, Senadores(as), Diputados(as), Gobernadores(as) y legisladores(as) provinciales.
Para ser presidente se necesita le 50% de los votos válidos (sin incluir votos en blanco y los nulos), más un voto. De no alcanzar esta cifra, se tendría una segunda vuelta el próximo 30 de octubre.
A la presidencia se presentaron 12 candidatos: Jair Bolsonaro (actual presidente y candidato de extrema derecha del Partido Liberal que busca su reelección), Luis Inácio Lula da Silva (presidente del 2003 al 2010 por el Partido de los Trabajadores), Ciro Gomes (Partido Democrático Laborista), Simone Tebet (Movimiento Democrático Brasileño), Vera Lúcia Salgado (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado), Felipe D’ Avila (Nuevo), Soraya Thronicke (Unión Brasil), José María Eymael (Democracia Cristiana), Léo Péricles (Unidad Popular), Sofia Manzano (Partido Comunista Brasileño), Roberto Jefferson (Partido Laborista Brasileño) y Pablo Marçal (Partido Republicano de Orden Social).
Como en Colombia, solo son invitados a los debates quienes puntean las encuestas, y el pasado 28 de agosto se realizó el primer debate presidencial, con la presencia de seis candidatos(a): Jair Bolsonaro, Luis Inácio Lula da Silva, Ciro Gomes, Simone Tebet, Felipe D’ Avila y Soraya Thronicke.
En Brasil el voto es obligatorio para las personas entre los 18 y 69 años, y opcional para los jóvenes de 16 a 17 años, y para los mayores de 70. Quienes viven fuera el país pueden votar solamente por las candidaturas presidenciales.
Quien no vote tiene una multa de 3,51 reales que equivalen a cerca de 3.000 pesos colombianos, por lo cual muchas personas de las periferias prefieren pagar la multa, antes que asumir el transporte de ida y vuelta hasta ciertos puntos de votación.
Según el sondeo de Datafolha, Lula resultaría elegido presidente con el 50 % de los votos en la primera vuelta, contra un 36 % de Bolsonaro, quien subió un punto con respecto al anterior sondeo.
Al preguntar por quién definitivamente no votaría de ninguna manera, el 52% dice que no lo haría por Bolsonaro, contra un 39 % por Lula.
Estos resultados adversos, han llevado a Bolsonaro a afirmar que si pierde, sería el resultado de un fraude, pero cabe señalar que el sistema electoral Brasilero es uno de los más confiables de América latina, tiene 25 años de existencia y nunca antes ha sido cuestionado por ninguna campaña.
Esta situación implica un riesgo de posibles acciones violentas por simpatizantes de Bolsonaro y se habla incluso de un posible intento de golpe de Estado, en la eventualidad de no resultar elegido el actual presidente que goza un mayoritario apoyo entre las fuerzas militares.
El contexto electoral Brasilero
Al llegar a Río de Janeiro es evidente la ausencia de un sistema de tratamiento de aguas servidas que van por canales directamente al mar, según expertos, menos del 30 % del agua es tratada luego de ser usada y el impacto ambiental en una ciudad de 6.7 millones de habitantes sobre la vida marina es contundente, hoy es imposible encontrar peces en los canales que recorren la ciudad, y es una presión permanente por el aumento de la población.
La contaminación y deforestación que tiene Brasil es una preocupación global pues es uno de los países con el mayor ritmo de pérdida de bosques desde el 2007, debido justamente a la presión de una frontera agrícola que lo sitúa como el mayor exportador de carne vacuna del mundo, así como otros problemas como el narcotráfico, y la explotación ilícita de maderas y minerales.
La paradoja es que en un país con cerca del 29,6 % de personas por debajo de la línea de pobreza, buena parte de las zonas cultivables se destinen para la producción de soya para alimentar el ganado vacuno.
Mientras Bolsonaro ha sido un abierto negacionista del cambio climático y defiende la ganadería extensiva, culpando a los indígenas, periodistas y ambientalistas de ser parte de una estructura criminal en su contra, en 2003 Lula estableció en su anterior Gobierno la bandera de la “Fome Zero” (hambre cero), un programa público que justamente buscaba atender la inminente hambruna de la población. Hoy en Brasil tres de cada 10 personas, no tiene alimentos garantizados para su diario vivir.
Una campaña sucia
Bolsonaro ha dicho que el gobierno de Lula fue el más corrupto de la historia del Brasil, por el sonado caso de “Lava Jato”, que lo llevó a prisión por 580 días en 2018 y fue condenado por el Juez de Curitiva Sergio Moro por corrupción y lavado de dinero, acusado de recibir sobornos de contratistas de Petrobras.
Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia desestimó el caso porque el Juez Moro no tenía competencia sobre los hechos juzgados, y determinó que no actuó con imparcialidad en el proceso contra da Silva. Moro por su parte luego fue ministro de Justicia de Bolsonaro y precandidato presidencial.
Lula por su parte ha cuestionado a Bolsonaro por el manejo de la crisis del Covid-19 que fue una verdadera debacle para el país con más de 686 mil muertes, así como conocidos casos de corrupción en sectores neurálgicos como la educación y salud, así como la investigación del portal OUL que analizó 107 transacciones de su familia y la compra de 51 inmuebles con 26 millones de reales en efectivo (casi 5 millones de dólares).
La corrupción es un tema sensible en un país con un salario mínimo cercano a los $1212 reales (223 dólares), del cual depende más de 75 millones de personas.
El fantasma de la violencia y autoritarismo
Estuvimos en la favela de Jacarezhino (“caimancito”) en Río de Janeiro, donde el pasado mes de mayo de 2021 fueron asesinadas 28 personas en medio de una operación de la policía que buscaba desmantelar el poder de las mafias que controlan la venta de drogas.
Según testimonios de las personas entrevistadas y de los abogados que llevan los casos, al ingreso de la policía ese día, resultó muerto un policía y de manera indiscriminada la fuerza policial disparó a las personas que corrían o buscaba esconderse con este saldo trágico, hubo muertos en las azoteas, estrechas calles y un niño resultó asesinado.
A hoy, según datos del Instituto de defensa Popular Negra, que lleva los casos, solo cuatro policías están siendo procesados por los hechos.
Cinco días después de la masacre, la comunidad levantó un memorial con placas alusivas a las víctimas, pero la policía lo derrumbo argumentando que se trataba de una apología al delito, según una interpretación del código penal federal.
Brasil tiene uno de los casos más complejos de violencia policial en América Latina, con una fuerza policial militarizada y muy poco seguimiento y sanción afectiva a los casos de violaciones a los derechos humanos.
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Durante nuestra visita a Jacarezhino pudimos presenciar la venta de drogas al interior del barrio en mesas dispuestas para tales fines y la presencia en cada puesto de al menos 5 jóvenes, con la mayor naturalidad.
Es un mercado tan “legal” al interior de la favela como la venta de legumbres o mercadería de contrabando, pese a tener una prohibición expresa en el país.
Pese a ello, el ambiente no es tenso, los niveles de homicidio no son elevados y los pobladores señalan que la presencia de la policía es la causa de las confrontaciones violentas.
La violencia en Brasil especialmente contra activistas, indígenas y defensores(as) del medios ambiente es parte de los desafíos de una campaña que será histórica para el país, y que determinará la balanza en las relaciones internacionales en temas cruciales para el continente como las políticas de drogas, la lucha contra la delincuencia, la corrupción y los necesarios cambios en las políticas de inclusión y lucha contra la pobreza.