Vale la pena presentar un breve resumen de los resultados electorales del pasado 15 de junio antes de hacer un sintético análisis y pronosticar lo que puede suceder hacia el futuro.
Los resultados
Santos ganó, el pueblo derrotó a Zuluaga. No se venció totalmente a Uribe. En una reñida, competida y sucia campaña electoral, las fuerzas uribistas sufrieron una derrota relativa. Uribe sigue vivo y además, bastante fortalecido. Pasó de 2’045.064 votos obtenidos en marzo de 2014 por el Centro Democrático en las elecciones parlamentarias a 6’995.001 conseguidos en las presidenciales de junio 15, o sea, un incremento del 342 %. No contó con la totalidad del aparato burocrático del Estado aunque sí, con apoyos económicos y regionales importantes.
¿De dónde salió esa impresionante votación? Un buen porcentaje se alimenta de los que odian a las FARC. Hicieron su aporte las familias de los militares y de los que añoran la seguridad democrática de las acciones espectaculares “contra el terrorismo”. Otros, los más pobres e ignorantes identifican a Uribe con los subsidios de “familias en acción” y otros programas sociales. También, la población de departamentos petroleros castigó a Santos por su Ley de Regalías. La presión de las “Bacrim” no se destacó pero debe haber actuado.
En el caso del presidente Santos pasó de 3’301.815 de votos logrados el 25 de mayo a 7’816.986 votos obtenidos el 15 de junio, fue un crecimiento del 236%. La Costa Caribe, especialmente Atlántico y Córdoba, aportan el 42,4% de la ventaja obtenida. El Cauca, Valle y Nariño contribuyen con el 34% de esos nuevos votos y Bogotá un 11,8%. Lo demás se obtiene en los Santanderes, Putumayo, Chocó, Arauca, Guainía y Vaupés.
El aporte de la izquierda y el progresismo fue muy importante para el logro de esa votación. Sin embargo, no se puede ocultar que, especialmente en la Costa Atlántica, la compra de votos y el clientelismo en toda su expresión, jugaron un gran papel en el incremento de votos logrados por Santos. El aparato y poder burocrático se movió y logró importantes resultados en esa región.
El análisis
Esas cifras significan que el uribismo es un proyecto político que está nuevamente en expansión. Uribe tiene intactas sus fuerzas al interior del Estado, tanto a nivel nacional como regional y local. En especial, cuenta con una fuerte influencia en las fuerzas armadas, la Procuraduría e importantes instancias judiciales. Logró conectar con amplios sectores de la población identificando la política de “Paz” con la sumisión del gobierno a la guerrilla y a los supuestos intereses “castro-chavistas”. El miedo a la opresión de las FARC jugó un papel determinante en la estrategia de Zuluaga. La mentira funcionó en forma sistemática.
Por otro lado, es cierto que el aporte del progresismo, de la izquierda y de otras reservas democráticas independientes fue fundamental para el triunfo de Santos, pero no logró hacerse bien visible. Únicamente en el Cauca se logró conformar una Convergencia por la Paz y la Democracia que unificó a la mayoría de los sectores independientes, alternativos, progresistas y de izquierda para llamar a votar sin complejos por Santos. En todo el país y en Bogotá, cada sector se sumó o adhirió a la campaña de Santos sin construir convergencias que permitieran hacer valer su papel en bloque o en forma unificada.
Es evidente que entre los votos obtenidos por Santos en la segunda vuelta existe un gran porcentaje de “votos contra Uribe”. El miedo a un régimen totalitario, a su posición guerrerista, a las mafias que él representa y a la posibilidad de un conflicto con Venezuela, movieron a muchas personas para votar por Santos así no tuvieran grandes expectativas en su gobierno. Pero también, el anhelo de que durante su segundo gobierno se firmen los acuerdos de La Habana y Colombia entre finalmente en una fase de construcción de Paz estable y duradera, impulsó a amplios sectores de la población a depositar su voto por Santos. Es indudable.
Las FARC deberán cuidarse de hacer interpretaciones voluntaristas. La mayoría de votos son contra ellos. Los de Zuluaga son de rechazo directo. Los de Santos, en su gran mayoría, son “para salir más rápido y en forma incruenta de ellas”[1]. La derrota relativa de Uribe y el triunfo precario de Santos, son una derrota política para las FARC y un mensaje para que no se crean ni los intérpretes ni los representantes de las necesidades populares. Entre más poder pretendan negociar en La Habana más resistencia generarán entre la sociedad. Y claro, Uribe aprovechará esa situación.
El panorama actual
Santos obtiene un triunfo relativo. Una parte de la votación es suya, otra de la burocracia corrupta, una más de la izquierda y una netamente anti-uribista. Uribe se mantiene y logra avanzar. Sabe que tiene una fuerza organizada y centralizada, demostró que se conecta con amplios sectores inconformes, canalizó gran parte del paro cafetero y agrario, y tiene en las familias de las fuerzas militares y de los sectores de población vulnerable una votación cautiva. La confrontación entre Santos y Uribe sigue vigente y la refrendación popular de los acuerdos de La Habana – una vez se firmen –, será la próxima prueba de fuego.
La izquierda y el progresismo, así fuera en medio de grandes debates, inocultables vacilaciones y una enorme dispersión, no sólo mostró la capacidad de algunos de sus líderes (Clara López y Gustavo Petro) para sintonizarse con amplias capas de la población en torno a la conquista de la Paz y la defensa de la Democracia, sino que al darle su apoyo a Santos quedaron en una posición inmejorable para avanzar y consolidar su unión de cara a las elecciones locales y regionales de 2015, así como de las presidenciales de 2018.
En términos políticos la contradicción entre Santos y Uribe sigue vigente. La discordia es entre el respeto de mínimas normas democráticas o su violación sistemática; entre el avance del proceso de Paz o su saboteo; entre un proyecto burgués de “apertura democrática” o la oposición latifundista-terrateniente a cualquier cambio; entre la concesión de algunas reivindicaciones a campesinos de zonas de colonización o su identificación como entrega del país a las guerrillas; entre la obtención de un nuevo clima para la legitimación de la protesta social o la instrumentalización de la guerra para evitar el avance de la organización popular; entre la “Paz limitada” y la guerra abierta; entre las buenas relaciones con los países vecinos o la desestabilización de la región al servicio de fuerzas neoconservadoras imperiales. La lucha es entre defender una democracia recortada o permitir el fortalecimiento de un régimen totalitario que proyecta una dictadura fascista.
En términos económicos y sociales la contradicción será entre un gobierno relativamente débil y los movimientos populares que ya se preparan para cobrar su contribución en la re-elección. Ellos no deberán estar interesados en componendas ni en burocracia. Tendrán que reorganizar sus fuerzas que quedaron lastimadas en los paros de 2013 y 2014, y se pondrán a la tarea de presionar la firma de los acuerdos de Paz y el rechazo a los planes neoliberales que el gobierno prepara y quiere presentar como grandes transformaciones cuando no son más que falsas reformas para engañar al pueblo.
El gobierno de Santos no va a renunciar a su modelo neoliberal. En la medida en que el movimiento popular apriete, va a buscar atenuar la presión del uribismo contemporizando con él. Santos ha sido vacilante y débil frente a Uribe. Él mismo lo hizo crecer con su indecisión e indeterminación. Ante el avance del movimiento popular va a hacer lo que siempre ha hecho la burguesía colombiana, va conciliar con el gran latifundismo y con la extrema derecha. Ya lo está haciendo en forma soterrada. En ello, las vacilaciones de la izquierda que no es capaz de ponerse completamente a la altura de los acontecimientos y no se atreve a cobrar con decisión su participación en el nuevo gobierno – con su propio programa y propuestas concretas –, le facilita el campo de acuerdos a Santos con los uribistas.
Santos se equivoca si cree que con una política de contemporización va a derrotar al uribismo. Darles participación en el gobierno lo único que hace es otorgarles más herramientas políticas y burocráticas. Además, reafirma aún más su imagen de indeciso y temeroso. Cooptar hacia el gobierno a representantes del Centro Democrático es un falso debilitamiento del uribismo porque como se ha visto, ese proyecto político depende exclusivamente del liderazgo de Uribe.
Así mismo, Santos va a utilizar a figuras neoliberales como Mockus para presentarlos ante el gran público como cuotas del progresismo y la izquierda. Seguramente alrededor de los proyectos de “post-conflicto” le dará participación en su gobierno – como ya sucede – a algunas figuras secundarias del Progresismo, la Alianza Verde y personas independientes con cercanías a la izquierda. Serán nuevos “Luchos” y “Angelinos”, esquiroles al servicio de la oligarquía que sólo sirven de distractores de oficio. Así, la izquierda perderá – por timidez y falta de decisión – la oportunidad de hacer visibles sus propuestas ante el conjunto de la población.
Las Convergencias por la Paz y la Democracia, y el Frente Amplio por la Paz
La burguesía va a querer que las Convergencias por la Paz y la Democracia y/o el Frente Amplio por la Paz, sean exclusivamente anti-uribistas. Allí ellos podrían participar y liderar iniciativas tibias y moderadas para implementar falsas reformas democráticas y cooptar a las organizaciones populares, políticas y sociales. Ellos pretenderán demostrar que el uribismo es un fenómeno sólo político y que no tiene fuertes raíces en el latifundismo legal e ilegal. Intentarán ocultar sus nexos mafiosos que también los comprometen y pretenderán reducir el uribismo a un fenómeno nacional y no internacional.
Las organizaciones políticas y sociales de carácter popular deben impulsar procesos autónomos e independientes sin renunciar al Frente Amplio. Hoy existen condiciones inmejorables para consolidar un verdadero Movimiento Democrático que se ponga como principal objetivo el de ser gobierno, a nivel nacional, regional y local. Se requiere la elaboración y aprobación de programas nítidamente anti-neoliberales que contemplen el rescate de los recursos naturales, la lucha contra la locomotora minero-energética, por la renegociación de los TLCs., en defensa del medio ambiente, la reforma agraria democrática, contra la tercerización laboral, por salud y educación públicas, por la desprivatización de las empresas de servicios públicos, por la industrialización de nuestras materias primas, y otros puntos de ese tenor.
Hay que tener mente abierta para enfrentar la situación. Se puede y debe actuar en un frente amplio pero, debe ser en forma unificada y con gran sentido de independencia política. El santismo va a diferenciarse en esa dinámica, se va a romper en mil pedazos. Los sectores más corruptos y clientelistas de la “Unidad Nacional” van a buscar reconectarse con el uribismo. Los clientelistas tradicionales van a apretar más a Santos. Algunos mínimos sectores de la burguesía y pequeña-burguesía representados por “liberales demócratas”, van a mantenerse aliados al movimiento popular y democrático siempre con la intención de moderar sus pretensiones para “no debilitar a Santos” y “no hacerle el favor a Uribe”.[2]
Clara López ha quedado posicionada para liderar una gran convergencia en Bogotá para disputarle la Alcaldía al uribismo. Petro deberá respaldarla y así posicionarse de cara al 2018. En las regiones y municipios deberán surgir coaliciones que tendrán la tarea, por un lado, de detener el uribismo, y por el otro, de derrotar las fuerzas clientelistas y corruptas. Allí se requerirá gran visión estratégica, mucha flexibilidad y capacidad de unión.
Mientras tanto el movimiento popular debe aprovechar la situación para impulsar, fortalecer y consolidar nuevas formas de poder popular o Democracia Directa, “constituyentes populares” de carácter amplio e incluyente, consultas populares, veedurías ciudadanas, y múltiples formas de organización que sirvan de apoyo y sustento a un verdadero “Proceso Constituyente Desde Abajo”, que sea el soporte político-reivindicativo de las grandes transformaciones que requiere el país. Ya deberíamos impulsar una gran movilización para el 20 de julio para presionar la firma de los acuerdos de Paz y salirle al paso a la agenda neoliberal de Santos.
Así mismo, los trabajadores, los campesinos pobres y la pequeña-burguesía en proceso de proletarización, deben hacer todos los esfuerzos por construir su propia expresión política. Ese instrumento político es fundamental en el desarrollo del Movimiento Democrático, deberá ser garantía de que el “proceso de cambio” no se quede a mitad de camino y que la lucha contra el modelo neoliberal se transforme en una verdadera lucha contra el capitalismo.
Las experiencias de Venezuela, Ecuador y Bolivia demuestran que las direcciones pequeño-burguesas y burguesas son incapaces de ir más allá cuando están al frente de esos movimientos democráticos. Sólo los sectores populares – si se preparan férreamente y con independencia – podrán jugar un papel dirigente en las etapas posteriores de esos procesos. La lucha contra Uribe debe transformarse en el inmediato futuro en una lucha contra el modelo neoliberal. Ellas están íntimamente ligadas. Santos mostrará su inconsecuencia y las fuerzas verdaderamente democráticas pasarán por encima de él.
Todo está servido para avanzar. No se puede votar por Santos y ahora arrepentirse de ello. El momento exige audacia y ganas de ser gobierno. Hay que ir por el poder político. ¡No más timidez!
[1] Frase de Claudia López, analista y senadora electa de Alianza Verde.[2] Intervención de Guillermo Alfonso Jaramillo en Popayán en el evento de conformación de la “Convergencia por la Paz y la Democracia” realizado el pasado 11 de junio de 2014.