Se acabó esto. No sé si al momento de ser publicado este artículo ya se haya terminado esta campaña tan pobre en ideas y con candidatos cero carisma. Observo cuando voy por la calle cientos de posters, afiches y vallas sin contenido alguno, sujetas a palabras tan mentirosas que todo el abanico ideológico las utiliza para captar incautos. La democracia simplificada en lemas, palabras e imágenes, una democracia sin discursos serios, densos y programáticos, tan simplificada y pobre que la palabra misma se termina desfigurando.
La Colombia del siglo XXI carece de líderes que muevan a esta nación desde las ideas; carece de una ciudadanía activa y políticamente madura; además de un sistema político que promueva equidad social, justicia laboral y democracia participativa; en cambio le sobra ciudadanía masa, abyecta, postrada y desmoralizada. En manos de la ciudadanía masa colombiana esta nación está perdida.
El aporte de nuestros líderes sociales, de los estudiantes, de buena parte del gremio docente y de una porción muy pequeña de la sociedad colombiana es muy importante porque ello nos muestra que no toda la población es sumisa y apática, de mentalidad corrupta y acomodada.
Los colombianos no podemos restringir la política y la democracia a unas elecciones; estas últimas son solo un mecanismo para elegir, sin embargo, la verdadera política es la que se hace en el día a día conversando con nuestros cercanos sean amigos o familiares, denunciando los atropellos de quienes detentan el poder, haciendo el papel del virus en el cuerpo del sistema corrupto, utilizando la palabra como arma contundente que desnude todas sus miserias, poniendo en evidencia ante la masa la represión y opresión de gobiernos entreguistas y demagogos como los que nos ha tocado y toca, en la actualidad, sufrir.
Hacemos verdadera política educando sin ningún temor a las nuevas generaciones para que sean ellas las que rescaten a esta nave del seguro naufragio, o en caso extremo, para que logren sacar del mar oscuro y profundo sus restos y reconstruyan con ellos la nueva nación, una nación que en vez de reposar en las tinieblas de las profundas fosas pueda ver la luz del inmenso y abierto cielo azul.
Las nuevas generaciones deberán echarse a sus espaldas el país, y tendrán como tarea recrear nuevos valores, tener voluntad de poder para sincronizar a Colombia, para rearmarla, para entregarle una democracia en la que el ciudadano del común tenga todas las herramientas para participar; una democracia participativa en la realidad, no representativa como hasta ahora se nos impone. Una democracia donde nos gobiernen hombres moralmente aptos y no las perversas mafias mimetizadas en el actual sistema político.
En la Colombia de las nuevas generaciones, los individuos debemos ser vistos como ciudadanos no como objetos de uso y consumo, como seres virtuales y no reales, como sujetos código y sin nombre, como seres con fecha de vencimiento después de haber sido usados, explotados y desechados a cambio de nada. Una Colombia donde todos quepamos a pesar de las múltiples diferencias. Una Colombia donde la política del amor sea el sustrato, la base, el principio o arjé.
Cuando el carácter derrochador y la iniquidad moral en la que el sistema tiene postrado a Colombia y al mundo se logre morigerar, y en ello se debe incluir a la política, cuando la mentalidad de los seres humanos comience a dar un giro sobre el quehacer de la especie en esta nación y planeta, y cuando la conciencia política se ligue a todo lo anterior, la nación también comenzará a dar un giro.
Nuestros candidatos son el reflejo de la sociedad mezquina. Las elecciones colombianas no pasan de ser una monumental farsa; el desánimo es una letal consecuencia de la pobreza intelectual de quienes nos representan -La calidad moral e intelectual del gobernante es directamente proporcional a la calidad moral e intelectual de quien le elige-, por eso, aplaudo que, por fin, el 27 de octubre se finiquite este proceso que, como siempre, será un nuevo intento fallido para recuperar la dignidad y moral de esta nación; aunque cabe hacer una advertencia: No nos hagamos muchas ilusiones porque ya un egocéntrico y soberbio contemplador de cetáceos ha comenzado su ascenso a la Casa de Nariño. Si un cerdo nos gobierna hoy ¿por qué no mañana una ballena?
Las cartas están marcadas. La farsa está consumada. Nuestros próximos gobernantes y concejales ya están escogidos. Ahora solo falta que los ciudadanos salgamos a votar.