Tras el fin del conflicto con las Farc, un conflicto que había azotado por casi 60 años a Colombia, se ha deslumbrado en el panorama nacional una realidad, que para muchos es indignante e inconcebible en el ámbito político como lo es la presencia del clientelismo y la corrupción.
Es en torno a estos temas que parece, girará la campaña presidencial del 2018. Ya un buen número de precandidatos han propuesto como bandera de campaña la lucha contra la corrupción, incluso una de ellos ha propuesto una iniciativa ciudadana contra la corrupción que cuenta con siete puntos, algunos de los cuales contribuirán en gran manera a combatirla.
Este texto girará en torno al fenómeno clientelar y cómo este ha logrado sobrevivir a la modernización estatal e incluso se ha visto fortalecido con el paso del tiempo hasta convertirse en una política de estado sin la cual es casi imposible gobernar. Se entiende el clientelismo como una relación entre patrono (candidato político) y cliente (votante) en la cual el primero le da algún tipo de prebenda al segundo, bien sea de tipo material, acceso a algún bien o servicio público o en forma de puesto burocrático. Se ha podido evidenciar que el clientelismo es un fenómeno presente en la realidad colombiana desde los inicios mismos de su vida republicana, como lo ha podido establecer Fernán Gonzáles en Para leer la política: ensayos de historia política colombiana y cómo este surge ante la debilidad del gobierno central y su desconexión con las regiones, denotando así que la presencia estatal es casi nula en la periferia nacional. Por consiguiente, dicha presencia gubernamental se ve relegada a los caciques regionales, que establecen una relación clientelar con los campesinos y pobladores de su región y a la vez, servirá de conexión entre el ciudadano y el Estado, haciendo que el primero se sienta parte de aquella comunidad abstracta de la sociedad y representado en la toma de decisiones mediante su patrón clientelar.
A lo largo de la historia republicana de la nación, se han llevado a cabo intentos por debilitar dichas redes clientelares, ejemplo de ello es la Constitución de 1886, que con una esencia sumamente centralista trata de restarle poder a los caudillos regionales, intento que no surte el efecto deseado y muy por el contrario, lo que hace es fortalecer las relaciones patrón-cliente y generar alianzas entre algunos de estos caciques regionales, fortaleciendo aún más dichas redes clientelares.
A medida que el aparato estatal, burocrático y fiscal de la nación crece y se transforma, también lo hacen las redes clientelares y las formas en que interactúan, de allí que la erradicación de dicho fenómeno y la corrupción que surge con él, es en extremo complicada. Sin embargo, no se puede perder la esperanza, ya que existen dos condiciones que hacen que el fenómeno clientelar sea innecesario y por ende eliminado. La primera, es la modernización socioeconómica del país, y la segunda, es la movilización cognitiva.
La modernización socioeconómica del país es bastante precaria, y se evidencia en la brecha de desigualdad existente entre la población colombiana. Desigualdad que se ve acrecentada por limitaciones en el acceso a educación de calidad y a bienes y servicios esenciales como agua potable, energía eléctrica, obras de infraestructura, vías de acceso y comunicación, los grandes problemas con que se encuentran la pequeña y mediana empresa nacional que están en una clara desventaja frente a las multinacionales y empresas de grandes superficies, acompañada a su vez de poca inversión en ciencia y tecnología tanto en la industria como en el agro, que fomenten unas mejores condiciones de competencia en el mercado, entre muchos otros factores que no permiten que exista una modernización social, económica, cultural y política a nivel nacional.
Evidentemente, sin que exista cierta modernización socioeconómica, resulta casi imposible pensar en la movilización cognitiva, movilización que consiste en la preferencia por los intereses ideológicos sobre los intereses materiales e inmediatos. Como decía, es casi imposible hablar de movilización cognitiva cuando existen realidades humanas que deben ser atendidas de inmediato, como la falta de acceso a agua potable, el hambre, la carencia de vías de acceso que garanticen el transporte de mercancías y alimentos, vivienda digna, entre otros. Mientras existan causas que generen una población vulnerable y que demande de forma inmediata la satisfacción de determinados intereses y necesidades, seguirá existiendo la materia prima para el clientelismo y la venidera corrupción. Claro está, que dicha movilización cognitiva también depende de una adecuada educación política y conciencia social frente al voto y su responsabilidad con el futuro del país.
Al parecer, será en las elecciones del 2018 la prueba de fuego para las relaciones clientelares del país, muy seguramente todas las maquinarias políticas clientelistas se activarán y funcionarán en favor de determinados candidatos, algunos de tan buen corazón que llevan un buen tiempo haciendo política con unas casas que el gobierno da a las poblaciones vulnerables o a favor de otros que cuidan la moral y la ética de la sociedad colombiana desde las haciendas o las iglesias cristianas… todas estas maquinarias entrarán en lucha contra el voto de opinión, el voto sensato, aquél voto contra la corrupción y el clientelismo, el voto del cambio que se verá representado en candidatos alternativos como Jorge Robledo, quien cuenta con una hoja de vida intachable y que ha denunciado, estudiado y combatido la corrupción desde el Senado, Sergio Fajardo, quien desde la Gobernación de Antioquia realizó una labor encomiable por la transparencia en contratación pública y calidad de la educación o Claudia López, quien ya inició su lucha anticorrupción promoviendo una consulta ciudadana que contempla siete principios que dicen combatir este flagelo.
Sin duda alguna, la corrupción y el clientelismo estarán en el centro del debate político por la presidencia, un debate que irá dejando de lado la guerra para concentrarse en el futuro del país, en temas sociales, económicos, laborales y de transparencia. Es en estas elecciones donde se decidirá por una modernización socioeconómica que incentive la movilización cognitiva y desarticule el clientelismo como política de estado o por el contrario, se elegirá el continuismo tanto en materia económica como política.