Vuelo 011 de Avianca, con escala en Madrid y dirección a Bogotá. Destino: el Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana. 26 de noviembre de 1983. El vuelo no llegó a aterrizar en el aeropuerto de Barajas, pues terminó estrellándose en la localidad madrileña de Mejorada del Campo. 181 muertos y 11 supervivientes. Entre los fallecidos, varios escritores latinoamericanos de gran prestigio y reconocimiento unánime entre la crítica, incluyendo una escritora y crítica de arte muy querida en Colombia.
En efecto, en la fatídica nómina de aquella tragedia incluyeron a la argentina Marta Traba, su esposo Ángel Rama, el mexicano Jorge Ibargüengoitia, el escritor peruano Manuel Scorza e inclusive la pianista catalana Rosa Sabater.
Cada nombre de los reseñados daría para varios siglos de tristeza, pero conviene detenerse en el perfil de Marta Traba, toda vez que hoy en día ha caído de forma desmerecida en el olvido y buena parte de su producción narrativa se quedó en las ediciones de los años 70 y principios de los 80, claro está, del siglo pasado.
Marta Traba. De padres inmigrantes gallegos. Nacida en Buenos Aires. Formada en múltiples universidades hasta recalar en la Cátedra de Arte en la Universidad Nacional de Colombia, donde estaría al frente de una cátedra. Además, fundadora del Museo de Arte Moderno de Bogotá, conductora de un célebre programa de televisión en el que hizo accesible el arte contemporáneo al público en general —algo inédito en el Olimpo de los artistas—. En suma: una figura fundamental y carismática, en la difusión del arte latinoamericano del siglo XX.
Por otro lado, el perfil de Marta Traba no estaría completo sin la militancia y compromiso social que ejercería a rajatabla, costándole un periplo en condición de exiliada por Estados Unidos, Sudamérica y Europa. A su actividad como crítica de arte, debe sumarse su excelente calidad narrativa, de la que dejó numerosas páginas en forma de ensayos, novelas, cuentos e incluso un poemario en sus años de juventud.
En lo que se refiere a sus novelas, Marta Traba posee un estilo sobrio, descarnado, a ratos melancólico y trágico, como correspondía a la representación literaria que hizo en tales páginas, sobre el exilio, la represión, la censura o la lenta agonía de mujeres que vestidas de personajes, intentaban salir adelante con la mayor dignidad posible.
A Marta, como al resto de escritores mencionados, no solo conviene descubrir o rescatarla de un injusto olvido, sino que lo más paradójico del asunto es que sean los extraños, entusiastas, lectores o espíritus libres, quienes ejerzan semejante tarea, en un mundo demasiado proclive al ego y al "tuya, mía" en que suelen moverse los senderos literarios.
Una nota, un fragmento desgarrador, del que ya se hicieron eco en algún momento, y que aparece en una nota de 2018, escrita por Arturo Lezcano para El País:
A Marta Traba sí le dio tiempo a entregar su última novela, En cualquier Lugar. El libro termina con el protagonista, exiliado como ella, subiéndose a un avión para regresar a Latinoamérica. El párrafo final eriza los pelos: 'El avión se movía y doblaba. Comenzaba un gran ruido atronador (…). Luis echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y dejó que corrieran las lágrimas, hasta que el dolor fue pasando y se adormeció”.
El vuelo de la muerte, según contaron los medios, debido al sobresalto que provocó entre los intelectuales de la época. El vuelo que nunca llegó.