Se aproximan las elecciones territoriales, votaciones de vital importancia donde los colombianos elegiremos los mandatarios locales que regirán los destinos de nuestros departamentos y municipios. Es por ello que no podemos ser inferiores a la trascendental responsabilidad que nos asignan de tomar una decisión ponderada y acertada de acuerdo a propuestas, mas no a sentimientos y prebendas.
Como es costumbre, en este ejercicio democrático comienza la ponderación de argumentos para decidirnos por quién votar: si votamos por amistad, prebendas, agradecimiento, compromiso o por ideas, propuestas y una visión del ente territorial que nos permita encaminar una hoja de ruta que nos garantice el progreso, desarrollo y bienestar de todos.
Hace carrera tomar la decisión acorde a las prebendas, provecho personal o favores que podamos obtener del candidato, olvidándonos del bien común, de la gestión, obras y trabajo que adelante en beneficio de nuestra comunidad, lo que al fenecer el beneficio nos encontramos con la cruda y dura realidad un mandatario sin compromiso, un desgobierno, abandono y atraso que va en contravía de los pilares del estado social de derecho.
En otras ocasiones votamos por familiaridad, amistad o agradecimiento sin valorar las capacidades y propuestas acordes a la realidad de nuestra comunidad, condenando a nuestro ente al desasosiego, inoperancia administrativa y deriva en la gestión, lo que redunda en necesidades insatisfechas y desmejoramiento de nuestro bienestar y condiciones de vida.
Algunos se disponen a depositar su apoyo bajo la presión impuesta por líderes que coartan nuestra decisión y derecho sagrado al voto, por una oportunidad laboral brindada o peor aún por obras e inversiones que se realizan con el erario, dinero que es de todos y en ejercicio de su mandato y obligación constitucional, desconociendo que para eso fueron elegidos y se le remunera.
De la misma forma elegimos asaltados en nuestra buena fe o inocencia, puesto que nos convencen con propuestas irrealizables, alejadas a la realidad política, administrativa y financiera del municipio, engañándonos para que apoyemos sus mentiras, después se excusan adoptando la mirada al espejo retrovisor, culpando a los anteriores administradores de sus negligencias, errores e ineptitud.
Amigo lector, recordemos que vamos a elegir al jefe de la administración de nuestros entes territoriales, a sus representantes legales, las personas responsables de regir sus destinos y construir una hoja de ruta que nos permita alcanzar el progreso y desarrollo que requieren nuestras comunidades, permitiéndoles satisfacer sus necesidades insatisfechas y el bienestar que todos anhelamos.
Por eso es necesario elegir bien, a conciencia, basado en un análisis profundo del conocimiento que tenga de nuestro territorio, de su programa de gobierno y propuestas planteadas, así mismo de su capacidad, vocación de servicio y liderazgo administrativo y comunitario que le permita realizar una buena gestión como gerente de nuestro municipio o departamento, labor que debe asumir con justicia, transparencia, honestidad, conocimiento, amor, dedicación, ahínco y eficiencia.
De nuestra decisión depende el futuro de nuestras comunidades, el progreso, desarrollo y bienestar de nuestra gente. Si elegimos mal, estaremos condenando a nuestra comunidad a la desidia, abandono y subdesarrollo. No podemos seguir equivocándonos. Despertemos ya del letargo que nos han sumido.