El próximo domingo se realizarán las elecciones legislativas en Colombia en medio del hastío ciudadanos por múltiples y gigantes escándalos de corrupción en todas las ramas del poder. Pero, si hay una rama del poder que parece simbolizar la corrupción, por encima de las demás, es el Congreso de la República.
Tristemente el ser político o congresista parece ser sinónimo de ladrón de cuello blanco. No solo por los abultados sueldos que reciben, sino por su inasistencia a los debates, los contratos que favorecen a sus allegados y la forma como anteponen los intereses personales a los del país.
Según una investigación hecha por Andrés Pignataro en el 2013 —Participación electoral comparada en América Latina: un modelo desde la teoría de elección racional—, Colombia presenta uno de los porcentajes de participación más bajos de la región, con 49,81% (2010), muy lejos del país con mayor participación, Uruguay, con 96,83% (2009).
Estos datos muestran que en Colombia son más los abstencionistas que los ciudadanos que ejercen su derecho al voto. Como se mencionó anteriormente, el desencanto con la política es un factor importante. Sin embargo, este desencanto y la consecuente abstención, tan solo perpetúan el problema de la corrupción en los órganos de elección popular.
Las maquinarias políticas, que hemos visto tan en acción por los grandes partidos, saben que no son muchos los votos que tienen que comprar para alcanzar una curul. Los barones electorales hablan de fortines políticos en los que los escándalos o incluso las destituciones les importan poco. En esta campaña se informaba como el voto se cotiza en el departamento de Córdoba en cien mil pesos.
Estas maquinarias son las que hacen que personajes como el senador Musa Besaile, actualmente capturado y señalado por desviar alrededor de $7.000 millones de obras del municipio de Sahagún, Córdoba, el caso Odebrecht y el cartel de la toga, pueda darse la licencia de poner a su hermano John Moisés Besaile Fayad como candidato al Senado. Ninguno de los votos de Jhon Moisés Besaile serán votos de opinión. De quedar Moisés la transparencia seguirá en entredicho, las maquinarias seguirán ganando y los ciudadanos perdiendo. Cabe preguntarse: ¿qué pasa con los cordobeses?
Otro ejemplo, este mucho más pequeño, viene de un joven venido de Barranquilla a Bogotá hace cuatro años que le extrañaba que yo fuera a votar sin que se me estuviera pagando por el voto. ¡Yo no voto por menos de 50 mil pesos! ¡Allá todos lo hacemos!, me dijo el amigo que venía de las tierras de los Char.
Algunos ciudadanos han presentado como opción el voto en blanco o anular el voto como mecanismo de protesta o de cambio. Pero en un país donde las mayorías se abstienen tales acciones no se traducen en transformación política.
Al hablar de voto en blanco se debe aclarar que es falso que los votos en blanco se sumen al candidato “que va ganando” como decían antes, ni a las Farc, como dicen ahora las espurias cadenas de WhatsApp.
La ley estipula que en caso de ganar el voto en blanco hay dos formas diferentes de proceder según sea el tipo de elección:
Si se está hablando de una elección unipersonal, como lo es la de gobernadores, alcaldes o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, estas elecciones deben repetirse por una sola vez.
Pero en el caso de ganar el voto en blanco en las elecciones a corporaciones públicas estas se repetirán, pero solo con las listas que hayan alcanzado el umbral mínimo de votación. Y he ahí el problema de porque el voto en blanco, en un país con una abstención mayoritaria no es útil para frenar a los congresistas corruptos. En el hipotético caso que ganase el voto en blanco, los partidos minoritarios, los que no tienen maquinaria política, serían los que saldrían en la segunda y definitiva elección.
Los pocos políticos que desean hacer una campaña honesta serían los primeros damnificados del sistema de umbral, ya que no tienen la red de compra de votos, contraprestación de favores con contratos y puestos, ni feligreses ciegos que voten por su inspirada orden. Lo paradójico en el caso de la victoria del voto en blanco en legislativas es que los partidos y movimientos que en la actualidad propugnan por transparencia y bajar el sueldo a los congresistas, están en riesgo de mantenerse y luchan por no perder la personería jurídica por no alcanzar el umbral electoral.
Anular el voto, es una solución peor, pues ni siquiera entran en el conteo de votos nulos. El acto puede servir de protesta, como si deseas escribirle a un político como Fernando Gómez Bacci el insulto que quieras. Pero esta indignación no pasará más allá de los jurados que estén contando los votos.
Aclarando de paso que Fernando Gómez Bacci es el enviado del destituido gobernador de la Guajira Kiko Gómez, de Cambio Radical, quien asesinó a la alcaldesa de Barrancas, Yandra Brito; su esposo, Henry Ustáriz y su conductor, Wilfredo Fonseca. El asesinato se cometió por no devolverle favores políticos. He ahí un ejemplo del uso de la política para delinquir.
Entonces, ¿hay alguna solución? Sí, sí la hay. Pero como las cosas que valen la pena requiere algo de esfuerzo. Se trata de estar informado, leer los diarios, las columnas de opinión. Ojalá desde orillas distintas, formarse una opinión argumentada, registrarse, no vender el voto, y votar. No hay de otra.
Existe un número reducido de candidatos que han apostado por el contacto con los ciudadanos, presentar rendición de cuentas, hacer control político y defender los derechos, que hacen pensar que no todo está aún perdido. La iniciativa de la consulta anticorrupción es un ejemplo que el voto de opinión es útil, pero aún se requiere más voto informado.
Para terminar, recordaré una frase de Platón sobre el tema que aquí se desarrolla: “Una de las sanciones por negarse a participar en la política es que termines siendo gobernado por tus inferiores.”