Nunca he querido tanto estar equivocado como quiero estarlo ahora en mis conceptos sobre la política de alianzas del Pacto Histórico en el Tolima, la cual he rechazado por encontrarla reñida con principios éticos a los cuales deberíamos ceñirnos quienes nos hemos comprometido con formas éticas de hacer política, contrarias a las componendas, engaños y triquiñuelas que de tan reiterada usanza han sido en prácticamente todos los escenarios de la vida pública nacional.
Lamentablemente, las actuaciones que he criticado no han sido exclusivas del Tolima. También en otros departamentos el Pacto ha tenido que padecer de algunas de ellas, aunque no todas originadas en sus dirigentes, entre los cuales ha habido reacciones responsables al percatarse de su ocurrencia, sino, incluso, en instancias de superior jerarquía.
Los casos de Caldas y Quindío son dignos de mención, especialmente por la actitud digna que asumieron sus dirigentes.
Las direcciones del Pacto en estos departamentos remitieron al Colegio Electoral sus listas de candidatos a la Cámara en busca del aval respectivo, pero quienes tuvieron en sus manos tan importantes asuntos decidieron descabezar a algunos de sus integrantes y reemplazarlos, inconsultamente, por personas que no gozaban de ninguna complacencia en estas regiones.
En respuesta, los dirigentes de Caldas resolvieron en pleno desconocer lo acordado en Bogotá, mientras que, en el Quindío, los candidatos aceptados decidieron renunciar a sus renglones y buscar, con el descabezado, el respaldo del Partido Verde, el cual, ni corto ni perezoso, procedió a avalarlos.
En el Tolima fuimos menos dignos al aceptar unas listas envenenadas localmente; y, como al que no quiere caldo se le dan dos tazas, fuimos castigados, adicionalmente, con el otorgamiento de los dos primeros renglones a personas provenientes del liberalismo y Cambio Radical, mientras que la candidata con mayor acogida entre los verdaderamente alternativos quedó relegada al último lugar.
Podrán decir los culpables que el orden de la lista fue establecido aleatoriamente y que, además, tal orden no importa, pues la lista es abierta, pero ello no les merma responsabilidad en la burla a que finalmente fuimos sometidos.
Esta responsabilidad se agiganta ahora que Gustavo Petro le ha quitado su respaldo a las listas abiertas o que no sean cremallera, como ocurre con la nuestra, que peca en ambos aspectos.
Esto hace que ahora votar en blanco a la Cámara sea la mejor opción para capear aquellos problemas de ética que ningún resultado en las urnas, por satisfactorio que sea, puede corregir.
Es este un voto castigo a una dirigencia regional que ha hecho del cálculo electoral el único factor digno a tenerse en cuenta, a despecho del programa de transformaciones que el Pacto encarna.