En pocos meses el país nuevamente ejercerá soberanía. Los ciudadanos acudiremos, como debe ser, a las urnas para elegir nuestros representantes al Parlamento y, posteriormente el ejecutivo.
Pero estas elecciones, por sus características especiales, serán llamadas: "elecciones del posconflicto", donde los grupos alzados en armas, que ahora pasaron a ser organizaciones políticas participarán abiertamente de éstas.
Sin embargo, vale la pena que nos planteemos algunas cuestiones entorno a esta convocatoria:
En primer lugar, ¿para qué vamos a acudir esta vez a las urnas? Pues bien, para elegir un grupo de representantes que han negociado con los recursos públicos, vulgares, corruptos, abusivos, despóticos, faranduleros, con investigaciones penales en curso; que poco o nada han promovido el desarrollo en las regiones, que han sido incapaces de reformar la justicia, la salud, la educación, el trabajo; es decir, que están alejados de la realidad del país.
En segundo lugar, los colombianos ratificaremos el plebiscito. Afirmaremos con nuestro voto si los grupos desmovilizados tienen autoridad moral para encaminar al país y dar una solución eficaz a lo que los "legales" no han podido lograr, por lo menos desde que tengo vida.
Pero, ¿quiénes acuden a las urnas? En las últimas elecciones aproximadamente un poco más de 12 millones de colombianos. Los que siempre deciden. O tal vez, los casi más de 3 millones que acudieron al plebiscito. Entonces, ¿qué pasa con los demás?
Pues bien, de acuerdo al artículo 258 de la constitución el voto en blanco es una opción para aquellas personas que, por causas personales, consideran que los candidatos no cumplen con las expectativas para gobernar. Si en número de votos en blanco es superior a los candidatos, ello implica repetir las elecciones con una lista de personas que sí cumplan con los requisitos y programas que convengan a la ciudadanía.
Por ello es importante que para este proceso electoral que se avecina quienes se abstienen de votar consideren la posibilidad de votar en blanco. Ello implica que quienes hoy ostentan el poder, especialmente en el legislativo, no puedan volverse a presentar, teniendo presente que el congreso es una entidad éticamente deslegitimizada por los escándalos de corrupción y relaciones con grupos al margen de la ley que es necesario "extirpar". Solo si nos damos a la tarea empezar a sacar lo que la justicia no ha podido en tantos años de corrupción que han beneficiado a unos pocos, dejando al país al borde del colapso social.
Ojalá líderes sociales, sindicatos, empresarios, estudiantes, indígenas, abstencionistas, hombres y mujeres escépticos o temorosos tomaran el liderazgo y castigáramos con voto en blanco a los corruptos. Siendo esta una oportunidad para que ciudadanos que aman de verdad el país se presenten con hojas de vida intachable que puedan emprender normas que de verdad permitan superar la violencia y la pobreza; mejorar la educación, la salud; las condiciones laborales y todo aquello que el país necesita para de verdad la justicia y la paz sean los baluartes de la democracia.
