El escenario religioso siempre toma relevancia en las votaciones del país, y como no, en esta Colombia laica en el papel, pero religiosa y camandulera en el corazón.
El caudal votante que se encuentra en las iglesias ha sido clave en mantener a políticos con ideologías de derecha en el poder, aunque la palabra más sincera de estos en un púlpito, sea confesar sus ganas de no hacer tesoros en el cielo.
Quizás fue esa una de las razones por las que se fundó Colombia Justa Libres, un movimiento político cristiano que pretendía capturar el voto de los feligreses para “salvar a Colombia de las garras del comunismo y de todo pecado que se identifica por un fétido olor a izquierda”.
Los creyentes se unieron para ver la luz en la política y detener el apocalipsis que está escrito en mil profecías, pero aun con su propio partido político, el voto creyente en Colombia sigue siendo más manoseado que los instrumentos de alabanza en el culto de un domingo cualquiera.
Las principales razones de este suceso, triste, pero cada vez más evidente son tres: la primera es que al examinar las curules cristianas que hacen política, va a encontrar en muchas de ellas a pastores que dejan por cuatro años “los negocios de su padre” aunque en la gran mayoría de los casos no se hayan preparado para gobernar, lo que indudablemente empobrece su gestión mientras se crea un matrimonio entre política y religión que ha salido mal desde el medioevo.
La segunda razón es la puja interna de poder entre los creadores de Colombia Justa Libres que tiene en vilo cientos de avales de hombres y mujeres que reparten publicidad en la calle, en las puertas de las iglesias y cuanto evento góspel existe en el país, buscando el voto de miles de creyentes para acceder a unas curules que pueden quedar en nada porque los avales que tienen no fueron dados por Ricardo Arias, el presidente del partido y quien acabó firmando una resolución que declara la nulidad de todos candidatos que no cuentan con su venia.
Lo de Colombia Justa Libres es una vergüenza no solo por la disputa que va a terminar mandando a la basura el voto cristiano, sino porque este rifirrafe incluye denuncias por la presunta desviación de 500 millones de pesos y saca a la luz la terquedad de los siervos del señor que siguen haciendo campaña, aunque el CNE que dirime en lo humano, puede mandar toda la inversión de recursos de estas campañas al cadalso, ratificando así la decisión de Arias.
La tercera razón son unos profundos juicios de valor sobre candidatos que, aunque son creyentes, decidieron apartarse de la visión de Colombia Justa Libres y buscar avales en partidos que, por no ser Colombia Justa Libres, podrían ser tildados como non sanctus por la comunidad cristiana, sin importar que estos sean afines o no a sus ideales.
Entre las candidaturas más sonadas podemos encontrar las de Daniel Briceño (Centro Democrático) y Danilo Sonza (Nuevo Liberalismo En Marcha) a quienes se les ha cuestionado no estar avalados por la colectividad del león y quienes, aunque desde distintas orillas, podrían ser una opción junto con candidatos menos conocidos, para estos votantes que pueden sepultar sus votos solo por obedecer a la coalición fallida de un rugido que se apaga poco a poco.
Las preguntas que nos quedan y sobre las que podrían reflexionar los votantes con una corriente ideológica teocéntrica son ¿cómo puede ser justo y libre un voto condicionado por el ruido mental que puede generar en un creyente sentirse rebelde en el momento en el que intenta pensar más allá de las órdenes de sus ministros? Y sobre todo: ¿vale la pena perder millones de pesos y de votos, con la realidad actual de nuestro país, en unas campañas que pueden caerse como un castillo de naipes? Las respuestas son las que determinarán si un día los creyentes en política serán más que un objeto