Hace un poco más de un año escribí esta reflexión sobre el COVID-19 y la forma en que consideraba debía ser afrontado tanto por ciudadanos como por autoridades. Sigo creyendo que debe ser con una estrategia conjunta, multisectorial y que implique el mayor desprendimiento de sesgos políticos e ideológicos que permitan la consecución y distribución pronta de las vacunas entre la población.
El virus se ha adaptado y hecho más resistente a los anticuerpos naturales y al parecer a las vacunas y tratamientos, así lo hemos conocido por numerosos casos de personas a las que se ha llevado en un santiamén.
Por desgracia, la pandemia no ha despertado los mejores y más altos sentimientos de los mandatarios, como es el caso del alcalde de la ciudad, Jaime Pumarejo, a quien no se le conoce la voz siquiera acerca de un plan para hacer frente a esta tercera ola, tampoco da la cara para preguntarle acerca de la falta de suficientes UCI a pesar de que ha transcurrido un año desde que comenzó la pandemia en nuestro país.
Da pesar también cómo cuando se supone que debemos procurar así sea con expresiones de apoyo y de buenos ánimos en momentos tan críticos como la tercera ola, pues, es poco lo que se puede hacer desde la voluntariedad, ver a personas deseando la muerte a otras, tal parece que esta pandemia antes que humanizarnos un poco lo que ha hecho es sacar las más bajas miserias humanas.
Sigo creyendo que en un tiempo —así sea lejano— podremos salir de las sombras, sobre todo de las que nublan nuestra capacidad por sentir el dolor del otro como si fuera el propio.