Si bien no ha sido fácil para nadie comprender y asimilar el uso de plataformas digitales para adelantar estudios, es inadmisible que un ministerio pretenda reactivar escuelas, colegios y universidades basado en protocolos que lo único que han hecho, en lugar de frenar los contagios, es proliferar el virus, ese que evidentemente tiene en jaque a todos los sectores sociales y económicos del país. De verdad, el retorno a clases, de darse, se trataría de un acto de torpeza, meramente arrebatado.
De hecho, otros países han demostrado que reactivar los sectores educativos se puede convertir en un arma de doble filo, como ya ha ocurrido. Además, en el caso de escuelas y colegios, esta medida posiblemente no solo causaría la contaminación de los menores (de quienes el Ministerio de Educación pareciera no hacerse responsable, debido a que ligeramente anuncia que se preparan estrategias para que vuelvan a sus lugares de estudio) y de los profesores, sino de muchas más personas.
Piénsenlo, no solo se pondría en juego la salud de los anteriores, sino también la de los adultos mayores que residen en el mismo lugar (las personas que superan los sesenta años son las más vulnerables, según la OMS y el Ministerio de Salud de Colombia) y los demás familiares. Lo más caótico de todo es que en muchos casos son estas mismas personas, especialmente abuelos o abuelas, quienes llevan a los niños a sus colegios.
Por otro lado, son aproximadamente treinta o cuarenta estudiantes por aula escolar, lo cual es difícil de solucionar. Vale decir que me centro en los niños porque, por más control que haya, no están listos para llevar un tapabocas puesto todo el día y menos para no jugar con sus compañeros, no tirarse al piso, no compartir útiles escolares o elementos de juego, no tocar todo, ni hacer todas aquellas actividades que van ligadas a la naturaleza de su edad.
De adoptarse la medida se vería la preocupante ingenuidad del gobierno y aún más de los padres de familia que lleguen a acceder a estas pretensiones. El Ministerio de Educación debe velar por la seguridad de todos y cada uno de los estudiantes de estas instituciones y no permitir que los directivos de estas amedranten a los padres en dado caso de que se lleguen a reactivar los colegios (que si no envían a los niños, su cupo se perderá, etcétera).
Se trata de una emergencia sanitaria que poco tiene que ver con lo que se quiere hacer sino con lo que se debe hacer para garantizar la seguridad y salud no solo de niños y jóvenes sino de todos los colombianos.
