Todos tenemos miedo a la muerte y la enfermedad nos recuerda que estamos cerca de ella, por eso esta pandemia ha hecho que los que se consideraban valientes se escondan. Ahora la situación nos está mostrando que nos equivocamos, que nos dejamos llevar del susto y que la cosa no era como decían los medios de comunicación ni las películas de terror (que confundimos con nuestra realidad).
Los científicos y epidemiólogos son los primeros que deberían pedir perdón y reconocer su equivocación, generaron pánico y profetizaron el fin de la humanidad. Se equivocaron todos.
Los políticos aprovecharon el momento como siempre, en nombre de la libertad nos encerraron y para proteger la vida condenaron a morir de hambre a millones de colombianos. Qué paradoja. El aislamiento domiciliario era incumplible desde su decreto, solo en las mentes psicóticas existe la creencia que cincuenta millones de personas podían quedarse en sus casas tranquilamente durante varios meses sin mercado. Aun la alcaldesa de Bogotá no se cura de esa creencia. Todos se equivocaron.
Lo ciudadanos, presos del miedo, hemos permitido que nos encierren mansamente y censuramos a quienes salen a buscar comida o simplemente ejercen su derecho a la libertad. Qué lavado de cerebro. Nos automutilamos la capacidad de cuestionar por el miedo.
Lo más probable es que ninguno reconozca su error, todos piensan que están salvando vidas. La arrogancia no se esconde. Ahora la nueva normalidad viene con más restricciones a la libertad y a los derechos civiles, sin contar con la pobreza que se aumentó con las medidas adoptadas y los recortes a los derechos laborales (que son necesarios, dicen). Ya nos están inoculando lentamente el somnífero del fútbol, el circo que entretiene, para que el pueblo aguante hambre contento.
Invito a todos a que despertemos: no aceptemos más, sin dudar, la percepción que nos quieren imponer los sangrientos medios de comunicación, los políticos comprados, los incrédulos científicos, los falsos profetas y los desalmados economistas.
Llegó el momento de una nueva normalidad que incluya a todos, pero solo será posible si cuestionamos nuestra forma de llevar la vida. Es momento de cambiar la forma de pensar, de hablar, de elegir, de divertirnos, de relacionarnos con la naturaleza y también de perdonar.
Esta pandemia de miedo nos sirve para despertar y para empezar a darle valor a lo que verdaderamente lo tiene.
Ni el fútbol, ni los políticos, ni los científicos, ni los economistas ni los falsos profetas salvarán el mundo. A este lo salva usted, hermano, cuando se hace más consciente y cuando se da cuenta que cada acción nos afecta a todos, que cada pensamiento y palabra crea, que es mejor vivir con amor, que todos vamos a morir, que el perdón es libertad, que aún tenemos la oportunidad de decidir vivir sin miedo y crear un mundo que funcione para todos.
