El coronavirus es dos cosas: un virus y una campaña mediática. Del virus solo diré que, según los datos de ayer de la OMS, ha enfermado gravemente a 135.400 personas y causado 5.043 muertes, en una población mundial de 7.700 millones. Datos que por sí mismos ponen en evidencia la desmesura de la campaña que el periodismo mundial ha dedicado al virus, desplazado del primer plano de la actualidad informativa muchas otras noticias tanto o más importantes. En Colombia, por ejemplo, las noticias sobre el coronavirus han minimizado las noticias referidas a la epidemia de dengue que sin embargo ha afectado a miles de personas y causado decenas de muertes. Al igual que en el resto del continente. Así como las noticias referidas a la epidemia de gripa que ahora padece los Estados Unidos de América que, según datos de los CDC de dicho país, ha enfermado a casi 15 millones de personas y causado centenas de muertos.
Cuando se busca la explicación de una campaña tan anómala lo primero que salta a la vista es su vínculo indisoluble con China. Creo que si al coronavirus se le ha concedido tan desaforada importancia es porque apareció en China antes de extenderse por resto del mundo. Un origen que se apresuró a subrayar la prensa norteamericana y toda la que en resto del mundo replica fielmente sus campañas en contra del país que para ella es su principal enemigo. Dicha prensa lleva años obedeciendo la consigna de publicar toda mala noticia que venga de China y de omitir o relegar cualquiera que sea buena noticia. De allí que se regodeara desde el principio en dar crédito a todas las informaciones que señalaban los hábitos alimenticios, las condiciones sanitarias y las fallas escandalosas del sistema de salud publico chino como responsables de la irrupción del virus. A estas alturas del partido es sin embargo evidente que las noticias del coronavirus han rebasado el marco del rutinario goteo diario de malas noticias procedentes del gigante asiático para convertirse en un aluvión informativo que, entre otras cosas, ha impulsado a numerosos gobiernos a declarar el estado de emergencia sanitaria. Entre ellos el nuestro. No tanto o no solo para cuidar la salud pública como para aprovecharse de tamaña distorsión de la agenda informativa para satisfacer sus propios fines.
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La prensa norteamericana y la que la replica lleva años obedeciendo la consigna de publicar toda mala noticia que venga de China y de omitir o relegar cualquiera que sea buena
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Como lo está haciendo el gobierno de Washington, a quien le ha venido muy bien la hipertrofiada campaña mediática que señala a China como responsable de la aparición y la propagación del coronavirus. En primer lugar, porque le ha permitido minimizar el impacto político del acuerdo suscrito en febrero con los talibán para poner fin a la guerra en Afganistán, que en realidad es una derrota. Al cabo de la guerra más larga y costosa de su historia, los Estados Unidos pactan con los mismos a quienes hace 20 años declaró enemigos mortales.
En segundo lugar, está la guerra comercial con China, que estaba en una situación de empate técnico, hasta que el brote de virus en Wuhan le permitió al presidente Trump suspender el trafico aéreo con China, imponer controles policiales a sus ciudadanos y a quienes hayan estado recientemente en este país e interrumpir de hecho de las importaciones provenientes de allí. Las objeciones a la guerra de tarifas desencadenada por Trump, formuladas por los productores y los consumidores norteamericanos afectados por la misma, han quedado neutralizadas por un motivo de fuerza mayor: defender la salud de todos ellos. Y no solo del “contagio” chino sino también del europeo. Esos otros competidores. A partir del viernes pasado han quedado suspendidos, por 30 días prorrogables, los vuelos procedentes de Europa occidental, como excepción de los de Gran Bretaña e Irlanda.
Por último, está la crisis financiera internacional, anunciada por distintos analistas económicos. Y que, en caso de confirmarse en las próximas semanas, podría ser achacada por los voceros de Washington no al agotamiento del actual ciclo económico o al estallido de la burbuja especulativa inflada una vez más por la Fed y Wall Street sino al maligno virus chino, cuya difusión urbi et orbi habría provocado el hundimiento de las bolsas en todo el mundo.