¿Existe en Colombia polarización política o es un caso de crispación del mundo político, al borde de un ataque de nervios? Un ejemplo de polarización política es lo que sucede actualmente en el Reino Unido con el debate sobre el brexit. La salida del país de la Unión Europea fue aprobada en junio de 2016 en un referéndum donde ganó el sí por 3,8% de la votación (1,2 millones votos sobre 33,5 millones), y situación parecida pasa en el Parlamento donde el Gobierno no ha podido lograr la aprobación de los términos del acuerdo de salida. Es decir, en política polarización es cuando la opinión pública o los legisladores se dividen en partes más o menos iguales que dificultan cualquier acuerdo.
¿Es ese el caso de Colombia? Iván Duque como candidato del Centro Democrático se presentó a una consulta popular con Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, la cual ganó de lejos con el 67,7 % de la votación (4 millones de votos), frente al 25,8 % de la votación de Marta Lucía Ramírez (1,5 millones de votos).
En la primera vuelta electoral esa coalición obtuvo el 39 % de la votación (7,6 millones de votos), frente a Gustavo Petro con el 25 % (4,8 millones de votos) y Sergio Fajardo 23,7 % (4,6 millones de votos). En la segunda vuelta Duque ganó con el 54% de la votación frente al 41,7 % de Petro, una diferencia de 12,3 % sobre 19,5 millones de votos, (2,3 millones de votos). Por otra parte, en las elecciones al Congreso, el Centro Democrático, partido del presidente, obtuvo 2,5 millones de votos, sobre una votación total de 17,8 millones, lo cual le dio el 16,4 % de la representación parlamentaria, con 12,4% del Partido Liberal, 14 % de Cambio Radical, 12 % de la U y 8 % del Partido Verde.
¿Qué puede deducirse de ese mar de números y porcentajes, que son la realidad de la opinión política en Colombia? Para comenzar, lo que se desprende de esas cifras son otras cifras: los 4 millones de votos iniciales de Duque representaron el 20,4 % de la votación final en la elección presidencial, y los 2,5 millones de votos del Centro Democrático el 14 % de la votación total de la elección parlamentaria. O sea, la opción ganadora del mundo político colombiano está conformada por una minoría, que tuvo que participar en una coalición y supo aprovechar unas circunstancias electorales favorables para convertirse en triunfadora en la elección presidencial y sigue siendo una minoría en el Congreso.
De otro lado, el resto de la representación parlamentaria está bastante repartida en todo el espectro político de la derecha a la izquierda y no hay ningún grupo que tenga la capacidad para imponer una agenda, lo cual se refleja en el accidentado tránsito de las propuestas gubernamentales en el Congreso; y según las encuestas, la opinión pública no apoya la gestión presidencial con el mismo interés con que apoyó su elección.
Lo que hay es una indignación amplia,
justificada y sin límites,
una crispación nacional.
¿Entonces, dónde está la polarización? Porque polarización no es que los dirigentes políticos vivan agarrados de las mechas diciéndose cosas muy insultantes, o que haya acres ataques personales en los debates parlamentarios, o que se haya perdido toda sindéresis en el manejo de los medios de comunicación alternativos. Eso refleja más bien un estado de crispación, producto de que no hay ninguna fuerza política lo suficientemente grande como para salirse con la suya, lo cual crea toda suerte de frustraciones ciudadana. O a que suceden cosas que a nadie le gustan o que son francamente atroces.
Para poner un ejemplo amargo, el rechazo al atentado contra la Escuela de Policía General Santander, tan sangriento, tan infame, tan inútil, tan equivocado, tan contraproducente, generó con razón una oleada de indignación ciudadana que llevó a la suspensión de los diálogos con el ELN, su autor. Algunas voces autorizadas se han elevado para decir que en un proceso de paz se debe perseverar porque el bien que se busca es superior a toda contrariedad. Pero eso no quiere decir que el país este polarizado entre los amigos y los enemigos de ese proceso. Por el contrario, está unánimemente unido en la idea de que así no es, de que así no se puede continuar, que es justamente lo contrario de la polarización. Lo que hay es una indignación amplia, justificada y sin límites, una crispación nacional.
La crispación la define el diccionario como un estado de exasperación, de nerviosismo, de tensión, de irritación. En política es el estado contrario a la armonía y al consenso, resultado de que se cierran las alternativas, se cancelan las buenas ideas, se evita el debate creativo, se alimentan las divisiones. La exasperación considerable de ser colombiano: todo el tiempo con un pie en el paraíso y otro en el infierno, tratando de lograr un equilibrio imposible, como el violinista en el tejado.