Unos días antes de morir Alejandro, permitió que le grabaran este video (inédito): invitaba ver la que sería su primera exposición y recordaba "que lo único que no se puede aplazar en la vida es la búsqueda de los sueños". Él mismo lo edito... pero las fuerzas lo abandonaron antes de inaugurar la muestra El asombro de la mirada que está disponible en la Sala de Arte Sura y con el apoyo de Argos.
Este es el video:
Alejandro murió el pasado 30 de abril, a los 40 años, después de luchar contra un agresivo cáncer. Con esta exposición se cumple un sueño para el que estuvo trabajando en sus últimos meses de vida. Quería inaugurarla personalmente, pero las fuerzas lo abandonaron antes de tiempo. Unos días antes de partir y mientras seleccionaba las series que quería presentar se reconoció como un “convencido de que el mundo es un lugar lleno de historias para vivir y contar, un lugar donde las experiencias de otros pueden ayudarnos a entendernos a nosotros mismos”.
Con su cámara Alejandro recorrió lugares cotidianos y exóticos y su única brújula fue la curiosidad por aprender de la gente, por descubrir nuevas realidades, por sumergirse en la magia de la naturaleza. Su trabajo es un homenaje a la fascinación y al asombro, al detalle invisible que esconden las expresiones y miradas, a los cambios de la luz y al misterio que encierra el movimiento.
Esta muestra, que estará desde mañana y durante todo el mes de marzo en la sala de Suramericana y que se hace posible con el apoyo de Grupo Argos, recopila series documentales realizadas en sus últimos años, recorriendo comunidades negras, indígenas y campesinas en Colombia, Ecuador y Bolivia.
Con una mirada muy propia, Alejandro inmortaliza prácticas culturales de comunidades diversas o de habitantes del abandonado universo rural. Con sus fotos y videos logra transmitir la fuerza de instantes auténticos y profundamente humanos. Y con sus imágenes rinde un homenaje a hombres y mujeres que siempre admiró: los trabajadores del campo, los obreros y, sobretodo, a los esfuerzos que ellas y ellos realizan por alimentar a sus familias.
Alejandro fue un caminante enamorado de su país y de un territorio andino rico y diverso, pluriétnico y multicultural. No fue sólo un fotógrafo defensor de la vida y la naturaleza, fue un docente que deja un legado vivo en sus imágenes y en sus estudiantes, un esposo, un hijo, un padre y amigo convencido de su misión de transmitir lo aprendido y de formar.