Al escuchar todos los días: “Gracias a Dios”, “A Dios gracias”, me pregunto qué significa tal expresión. Dicha frase supone agradecimiento, es decir, el reconocimiento por algo que se ha recibido y que conlleva la gratitud. Además, plantea la relación con el Señor del otro mundo, a quien se considera ser poderoso y, unida la divinidad con el poder, esta tiene la potestad y el conceder, a cambio se le debe obediencia; es decir, acatamiento a su voluntad.
La divinidad tiene el poder, por lo cual se le considera autoridad y se le debe obediencia. En cierto modo se considera que Dios es el Señor y, por lo tanto, existe la dependencia. Mas la relación no se agota con el Señor del más allá, sino que en el áspero suelo están presentes las relaciones entre sujetos, las cuales, de algún modo, conforman una asociación o grupo que se puede caracterizar por la esclavitud, el vasallaje, la servidumbre o la ciudadanía.
Ahora bien, en cuanto al amo y al esclavo se tiende a considerar que es historia del pasado, pero miles de personas son forzadas a trabajar bajo la amenaza de muerte, la esclavitud sexual, la mendicidad forzada, la esclavitud doméstica. Otro caso es el vasallaje, tipo de dependencia que se caracteriza por la fidelidad y el servicio entre el señor feudal y el vasallo por medio de un contrato.
Mas hay otra relación: la servidumbre en la cual los sujetos son amo y siervo. La servidumbre consiste en la relación de servicio y obediencia del siervo hacia el amo. En general, el siervo es una persona pobre que le sirve al amo, quien no tiene ninguna obligación con el siervo que se encuentra sometido al temor, servicio y trabajo. Existe el ciudadano que es parte de una estructura social y política y sobre todo que tiene la capacidad de desarrollar tareas, de tomar decisiones y actuar en cuestiones relativas a sí mismo de una manera independiente por propia iniciativa, decisiones acerca de cómo vivir de acuerdo con sus convicciones.
Pero volviendo en la frase “Gracias a Dios”, “A Dios gracias”, tal enunciado tiene su origen en la tradición, es decir, en la costumbre, los hábitos, las ideas a través de la historia. En ella está presente la divinidad panóptica, es decir que Dios no hay secretos, pues lo sabe todo y todo lo puede.
Pero lo que más sorprende es que si la religión es la expresión simbólica de nuestros ideales supremos, ¿cómo es posible que la religión no sea expresión de libertad, sino que la sociedad humana se halle atada no a la independencia sino en el sometimiento? Así, el modo de vida que incumbe al hombre no es forjar su destino sino actuar de acuerdo con los preceptos, mandamientos, ritos y obligaciones trazados por la decisión divina, con lo cual la moralidad religiosa debe seguir los caminos determinados por el plan divino, independiente de los hombres.