Sin tanto ruido, pocos afiches y volantes, además de opacadas por las elecciones presidenciales, se llevarán a cabo el próximo 11 de marzo las elecciones legislativas que conformarán al próximo Congreso de la República.
Si bien se respira el ambiente electoral, los colombianos no entendemos la magnitud del evento próximo. Por eso, toda nuestra atención está puesta en los candidatos presidenciales y en sus campañas.
Mientras nos escandalizamos por los zapatos Ferragamo de Petro, los coscorrones de Vargas Lleras y utilizamos a Venezuela como comparativo, las grandes maquinarias están funcionando y moviendo las fichas que sean necesarias para que los políticos maestros en este arte lleguen cómodamente al Congreso.
La vieja y efectiva técnica del voto-tamal, probablemente, volverá a elegir a senadores y representantes a la Cámara que otra vez nos decepcionarán. Algunos más creativos y con la intención de cambiar de técnica acuden al discurso manipulador, el prometer cosas como bajar impuestos y subir salarios de manera mágica y el últimamente famoso discurso sobre Venezuela. Además, jurar que no caeremos en esa desgracia y que expulsaremos el castrochavismo de nuestro país parece ser efectivo. Pero, ¿de verdad en eso se convirtieron nuestras elecciones?, ¿en un pulso de maquinarias o de manipulación irresponsable? Todo nace en la ignorancia del poder que representa nuestro voto.
Si entendiéramos que nuestro vale más que un tamal, una teja o un mercado podríamos hacer inútil su intento de soborno, si entendiéramos nuestro contexto y estudiamos nuestra realidad podríamos entender lo débil que son sus discursos, por eso somos igual o más responsables de nuestras desgracias que aquellos políticos que tanto señalamos, somos en cierta medida autores de nuestra miseria.
Después que baje la marea de las campañas políticas y algunos políticos vuelvan a sus cuevas es que nos damos cuenta de lo que hemos hecho. Cuando se nos acaba el mercado y la lechona de la campaña y volvemos a la miseria es cuando nos damos cuenta del error. Estamos a tiempo.
Paradójicamente, el verdadero poder lo ignoramos y nos distraemos en otros asuntos. Las elecciones presidenciales representan de igual manera el poder que tenemos, pero estas elecciones legislativas darán en el Congreso vocería a los ciudadanos por medio de quienes resulten elegidos.
Cuando entendamos el poder del voto y que el pueblo es mayor que estos políticos a quienes les confiamos nuestro poder, cuando entendamos esto y sepamos donde recae el verdadero poder, empezaremos a ver cambios y mejoraremos nuestra realidad.
