A propósito de la conmemoración del Grito de Independencia, esta debería realizarse el 21 de julio. No debe serlo el 20 por cuanto lo que ocurrió en esta fecha de 1810 fue un levantamiento de la élite criolla con el interés puesto en derrocar a un gobierno que, además de reacio a buscarle solución a sus problemas, la excluía de toda participación en el manejo de la cosa pública. Lejos estaban estos insurrectos de buscar la liberación del terruño patrio del oprobio virreinal, como lo demostraron con su consigna central: ¡Viva el rey, muera el mal gobierno!
El 21, por el contrario, se produjo el verdadero levantamiento de las masas santafereñas, las cuales, excluidas de todo, se lanzaron a las calles, movidas por consignas reivindicativas, pero también de inobjetable contenido soberanista.
En esta fecha, luego de la más inédita agitación social de que se hubiera tenido noticia en el altiplano santafereño, José María Carbonell, líder por antonomasia de esta sí la verdadera revuelta independentista, recogió la consigna que a grito en cuello coreaban las masas, las cuales se encontraban movilizadas desde la víspera en rechazo a la Junta Suprema de las élites. En medio de semejante agitación, Carbonell instaló una junta nueva, la Junta Popular, con la pretensión de instaurar un nuevo poder sin la injerencia española.
Una característica de estos dos alzamientos es que ambos tuvieron un marcado carácter civil. No podía ser de otra forma, pues no existía un ejército que encarnara el sentimiento nacional y, por lo contrario, el que había respondía a las órdenes de la corona. Por eso no se entiende el empeño de nuestras oligarquías en entregarle el protagonismo de esta celebración a las Fuerzas Armadas, defensoras del statu quo y la injerencia norteamericana, mientras al pueblo colombiano, luchador desde siempre por una patria soberana, se le asigna el papel de simple espectador.
Sea esta la oportunidad de plantear como una reivindicación histórica el lograr que tan magna conmemoración se realice en la fecha adecuada y con un protagonismo que refleje fielmente el acontecimiento histórico. Podría pensarse que lograrlo es fácil, dado el origen popular de nuestro presidente. Lamentablemente no lo es, dada la débil iniciativa y movilización de sus respaldos sociales; debilidad que lo ha obligado a buscar acuerdos con la oposición en aras de sacar adelante sus iniciativas legislativas, así estas salgan tan recortadas como las que se han aprobado. Sin superar estas condiciones, no habrá modificaciones en la fecha ni en el protagonismo de la celebración, y mucho menos en las expectativas de cambio propendidas por Petro y de continuidad del proceso actual a partir del 2026.